jueves, 29 de abril de 2010

Invasión

No demasiado a menudo pienso (,) en qué me lleva a escribir. Supongo que el que escribe lo hace en primer lugar porque piensa antes, y sobre todo después, de cada cosa que hace. La predicción y el arrepentimiento son deportes que debieran formar parte de cada uno de nosotros, pero resultaría demasiado utópico un deporte de un solo equipo, más comúnmente conocido como "arte".

El arrepentimiento ya lo dejé atrás, la falta del miedo a la equivocación y tras la aceptación de las consecuencias como algo absolutamente impredecible en la mayoría de casos, sólo queda la intención o el propósito para valorar si debemos o no arrepentirnos ante un hecho que puede haber concluido en un presunto error (el enfado de alguien hacia nuestra persona puede resultar algo hartamente beneficioso en algunos casos). Y no me gustan los enemigos, así que no hay razón para coleccionarlos haciendo del daño la base de mis acciones.

Los enemigos sólo sirven para dos cosas: para generar sufrimiento gratuito e insatisfacción propias de la contradicción lógica y evidente entre el afán de superación y la humildad; y para ganarse el sueldo lanzando relojes de cocina a diestro y siniestro. Y digo relojes de cocina porque la única razón medianamente convicente (en caso de que la hubiera) que se me ocurre para acusar a alguien de ser enemigo de uno es que éste se aproveche de algo que creemos nuestro ¿y qué es "nuestro"? Nuestro tiempo. Y no creo que la mejor forma de utilizar lo nuestro sea pelear por la autoridad de un hecho que a su vez impide el nacimiento de nuevas ideas. Si se es mejor o peor que otro (cosas de la selección natural) es por el presente y la proyección de futuro, no por el punto de partida o el grado de codicia que brilla en nuestros ojos delante de una copa de champán francés que más que champán es la ebullición del sudor de otro (a ser posible de nuestro enemigo).

Es cierto que hay mucho talador de árboles, pero hay leña que es mejor no quemar si no queremos que el tiempo dedicado a un capricho exclusivo de la ignorancia o la estupidez de otro nos asfixie. Para eso están los abogados (entiéndase en el término más comprometido de la palabra, no estrictamente profesional), para eso deberían estar. No hablo de leyes, hablo de hacer pagar a alguien el tiempo perdido en base a procesos judiciales (eso es la Justicia ¿no?) innecesarios con más de su tiempo (no necesariamente entre rejas, estoy hablando de tiempo, no de lugar), y si pudiera ser haciendo lo que habríamos hecho nosotros durante el tiempo que nos hizo perder mejor que mejor ¿no les parece?

Si la gente con tiempo libre no se dedicara a invadir el tiempo de otros más ocupados no habría guerras ni colonialismos ni expansiones ni vencedores ni vencidos. Pero eso es otra Historia, la Historia de los solitarios condenados a vivir en sociedad, la Historia de los deportistas sin futuro.

domingo, 25 de abril de 2010

Artista.net

En un futuro no muy lejano, cuando la sociedad tome conciencia del poder de internet y participe activamente en lo que significa, el artista que no ofrezca la descarga gratuita de su obra, bajo licencia Creative Commons con opciones de donación o compra del formato físico de la obra, no lo hará por miedo a descubrir que quizás su arte no forma parte de tantas vidas como para dedicar su propia vida exclusivamente a la creación; la promoción y difusión desaparecerán de la cuenta de gastos y las listas de amigos de las redes sociales cobrarán su importancia real.

sábado, 24 de abril de 2010

¿Qué has hecho con tu tiempo?

He preferido apagar la luz para escribir esto. Ahora mismo escucho Pasillo de la vida, de Adriana Varela: cuestión de azar. ¿Por qué? No lo sé. No puedo saberlo siempre.

La vida es diferente en cada uno de nosotros; nos toca de una forma distinta a cada uno, nos infunde miedos distintos y pasiones diversas, utiliza un arma distinta para desgastarnos y hacernos caer y una pócima secreta que nos mantiene vivos durante un tiempo hermoso. O dos.

A todos nos mata o nos convierte antes o después de la biología de forma única e irrepetible.

Mi vida, sin embargo, no es tan diferente. Siento que ha sido vivida con anterioridad, que he sido condenado y elevado en entretiempos de esta nuestra Historia. A veces siento creer conocer el final. He nacido para morir desnudo, como nací. Para sacarlo todo de mí antes de dejar de vivir.

¿Y por qué digo esto? Porque estoy "mu loco"... La otra noche, hablando con una amiga descubrí cómo ha sido, es y será mi vida. Si pusiéramos una gráfica sería incapaz de determinar el punto en el que me hallaría respecto al resto, pero sería absurdo; soy muchas vidas dentro de una vida. Formo parte de un montón de grupos que no se conocen entre sí, y que incluso puede parecer que llegan a contradecirse, y mi yo en mi soledad es un ímpetu de inquietudes que me arrastra hacia todas partes pero nunca, jamás, a otras personas, juntas o separadas (no grupo), que no sean mis hermanos; me reservo mi yo al cara a cara, al lágrima a lágrima.

Por otra parte, soy pesimista sólo cuando no estoy haciendo algo. Escribo poesía y ensayo, grabo cortos (busco mi perspectiva del mundo), soy profesor y periodista (y la comparto). Me hago preguntas y tengo la maravillosa oportunidad de compartirlas con el futuro. Formo parte de la JEC (Jóvenes Estudiantes Católicos), de un pequeño grupo de tres representantes de alumnos para mejorar la universidad de espíritu republicano, anarquista y biológico (nuestras tres formas de pensar); de una asociación de Educomunicación (gracias a la cual soy profesor), soy "proyecto de coordinador" de un proyecto universitario que me infunde respeto y, en el futuro, hay varios proyectos de asociaciones: la asociación de cine en la universidad (Contrametraje), que ya está aprobada y funcionará a partir del próximo curso, y Raíces (si sale adelante habrá mas noticias). Y estudio dos licenciaturas: Periodismo y Comunicación Audiovisual (que a veces se me olvida...).

No puedo estarme quieto. Estoy sobradamente loco. Lo suficiente como para vivir al límite, dentro de una contrarreloj que espero me dé margen de tiempo tras la conclusión en el embarazo del libro; sólo falta el parto, que los derechos de autor y los depósitos legales se están encargando de complicar, aunque creo que lo dejaré para final de curso por los exámenes, que algo habrá que estudiar, digo yo...

En definitiva, soy pesimista cuando no sé qué hacer con mi soledad. Sólo cuando dejo de aprender de la nostalgia y miro a mi alrededor y me encuentro solo, en esta ciudad de sombras que vagan comprobando si el suelo sigue en su sitio y aceros de frío que se clavan en la lluvia. Pero por fin primavera, sol, manga corta sin frío y camiseta de tirantes... camiseta de tirantes y piel canela. Amor. Ése gran exiliado de mi tiempo que toca a la puerta y mis ecos no saben muy bien qué responder, si responder, si dejar entrar la fantasía cogida de tu mano y dejar de lado un tiempo hermoso las ideas. Pero no vienes a pedir los fragmentos de mi tiempo reservados a tu nombre, no besas mi felicidad.

Cuando sea viejo y me pregunten "¿qué has hecho con tu tiempo?" sólo podré decir una cosa: no parar; o mejor, lee el blog, ven, cuéntamelo todo y sorpréndeme. El éxito dependerá de si me hacen o no algún día esa pregunta (un nieto curioso a ser posible) y aún sigues resguardando mi corazón entre tus manos.

viernes, 23 de abril de 2010

Javier Egea

Noche canalla

(Javier Egea - Esteban Valdivieso)
Más canciones y poemas de Javier Egea. Fragmento de una entrevista.

Yo no sé si la quise pero andaba conmigo
me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
Ella tenía en su boca colinas de Ketama
y el cielo de sus ojos me pintaba de añil.
Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
en aquel cielo raso como paño de tul.
Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin
y los labios morados como el Parfait-Amour.
La he perdido en un bosque de jeringas brillantes
por donde nos decían que se llegaba al mar;
se fue sobre un caballo de hermosos ojos negros;
por más que yo me muera no la podré olvidar.
Bajo el cielo ceniza me conducen mis piernas,
esta noche no tengo ni esperanza ni amor.
Solo queda el calor de mi pobre navaja.
Hoy me he visto la cara de un retrato robot.
A pesar de sus ojos he salido a la calle,
a pesar de sus ojos me ha tocado vivir.
En un barrio de muertos me trajeron al mundo.
Esta noche canalla no respondo de mí.


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jueves, 22 de abril de 2010

El fin de la evolución

A veces los milagros ocurren, y se disfrutan más cuando son pequeños; quisiera compartir con vosotros uno de esos pequeños milagros, traído nada más y nada menos que desde 1956:

"Ahora pienso que la creciente mecanización y "estupidización" de la mayor parte de procesos de manufacturación suponen un serio peligro de degeneración general para nuestro órgano de la inteligencia. Cuanto más se igualen en la vida las oportunidades entre los trabajadores diestros y los irresponsables (por la represión de la habilidad y por la generalización del trabajo tedioso y aburrido), tanto más se hará superfluo un buen cerebro, manos expertas o un ojo agudo. En efecto, se favorecerá al hombre poco inteligente que toma la fácil alternativa de una labor aburrida; será lo más fácil para prosperar, para establecerse y para engendrar una descendencia. El resultado puede llegar incluso hasta una selección negativa en cuanto a talentos y promesas.

Las penas de la vida industrial moderna han creado instituciones destinadas a mitigarlas, tales como las de protección de los trabajadores contra la explotación y el desempleo, y muchas otras de asistencia y seguridad. Se consideran razonablemente beneficiosas y se han hecho indispensables. Pero no podemos cerrar los ojos ante el hecho de que, aliviando la responsabilidad del individuo por preocuparse por sí mismo y con la igualación de las oportunidades para todos los hombres, tales instituciones también tienden a amortiguar la competencia de talentos, lo que supone un freno a la evolución biológica. Me doy cuenta de que este punto es extremadamente polémico. La preocupación por nuestro bienestar actual es un argumento muy fuerte comparado con nuestro futuro evolutivo. Pero afortunadamente, así lo creo, ambas cosas van unidas de acuerdo con mi argumento principal. El aburrimiento se ha convertido en el peor azote de nuestras vidas. En lugar de usar la ingeniosa maquinaria, hemos inventado una cantidad creciente de lujo superfluo; debemos pensar en desarrollarla de forma que libere a los seres humanos de todas las manipulaciones no inteligentes y mecánicas. La máquina debe asumir la labor para la que el hombre es demasiado bueno, y no el hombre el trabajo para el cual una máquina es demasiado cara, como ocurre con bastante frecuencia. Esto no tenderá a abaratar la producción, sino que hará más felices a las personas involucradas. Pero no hay demasiada esperanza mientras prevalezca la competencia entre las grandes empresas del mundo. Este tipo de competencia es poco interesante y sin valor biológico. Nuestro objetivo debería centrarse en restituir la competencia interesante e inteligente de los seres humanos como individuos".


Y me atrevo a llamarlo milagro no sólo por la magistral argumentación de su teoría, ni por la fantástica y a la vez triste casualidad de nuestra coincidencia de opinión pese al transcurso de los años (el tiempo arroja sus ideas como irresolubles, condenadas a la teoría, cosa que infunde inevitablemente al nihilismo de que nada cambiará); también por el momento en el que nos hemos encontrado.

Hace poco tuve una idea que viene a refundar mi teoría sobre la profunda conexión entre el arte y el sistema económico. No sé muy bien cuál de los dos caminos me llevó al cruce en el que convergían ambas carreteras (una recién asfaltada y otra exitosamente natural), la cuestión es que la única dirección era el progreso; la misma dirección a la que nos dirigimos actualmente. Y no me gusta.

La cuestión es que una idea puede aportar un beneficio a nivel individual a través del conocimiento y, sin embargo, un perjuicio a nivel global por parte de las aplicaciones comerciales que puedan aplicarse a la misma herramienta. ¿En qué estaba pensando Einstein, podíamos pensar, cuando demostró la teoría de la relatividad? Imaginamos que no pensaría en bombas atómicas... (es más, lo sabemos) ¿y qué es la guerra si no un negocio? Pero así están las cosas.

La pregunta es si Einstein habría podido vivir (no me refiero a sobrevivir) sin dejar que su corazón midiera su capacidad, sus límites; pese al riesgo de dejar toda la responsabilidad posterior del uso de sus descubrimientos en el resto de la humanidad, que también ha sido quien ha pagado las consecuencias que ello podía conllevar (en la vergüenza está la prueba); ¿egoísmo o traición? ¿Egoísmo y traición? ¿Acaso no sería traicionarse a sí mismo dejar sus ideas para uno mismo? ¿Acaso tendría sentido la imaginación si el miedo la agota por telediarios?

Quizás el problema está en que aún no he descubierto la idea que me invite a pensar que es posible un cambio de dirección... pero temo no tener suficiente tiempo (por suerte internet y otro inquieto al otro lado es todo el recurso que necesito) para cruzarme con ella; y que sea demasiado tarde...

En cualquier caso... cada día que pasa me considero más un turista dentro de esta especie; mis teorías son absolutamente desesperanzadoras pero no se me ocurre otra verdad... y en el fondo me atemoriza la más mínima posibilidad de estar en lo cierto.

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miércoles, 21 de abril de 2010

martes, 20 de abril de 2010

Distraída

Antoñito cogió el pimiento verde del delantal de su madre, enfrascada en una marabunta de platos delante del fregadero, y tiró de él para llamar su atención. El verde no se movió. Volvió a tirar con más fuerza:

- Antoñito, ¿no ves que estoy ocupada? ¿Qué quieres?
- Mamá, quiero hacerme artista.

Mamá, sorprendida de la nueva ocurrencia de la personificación de la inquietud, dejó caer una fuente con restos de la lasaña de la noche anterior sobre la espuma, se agachó y se puso a la altura de los tres años como tres finos dedos de Antoñito.

- Hijo mío, eso no se hace, se nace...
- ¿Y en qué estabas pensando cuando nací?

Lugar

Primavera

Dime tu nombre.

Lo escribiré en un viejo sauce
con la corteza repleta de arrugas.
El más sabio que encuentre.

Si me amas,
te entregaré un mapa
con el sitio de tu significado.

Esa será la única forma
de descubrir cómo el amor
florece entre tus labios.

Me dirás mi nombre.


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lunes, 19 de abril de 2010

Garganta

Una vaca moteada de lila me miraba desde el fondo del pasillo. Mugía en un extraño lenguaje, incomprensible para mis breves conocimientos sobre lingüística animal. Intenté deducir los profusos vocablos en base al diámetro que alcanzaba su cuello al estirar su cabeza hacia mí, encontrarle algún sentido a mi ignorancia: imaginar.

El vaho que salía de su boca llenó de una nube espesa el pasillo de paredes verdes. Había una tormenta de niebla pasando entre mis piernas a las cuatro de la mañana. Debía de haberse tragado un extintor sin anilla y se había propuesto apagar el frío.

Era demasiado para mí.

Volví a la cama con la garganta seca.

La globalización es un eufemismo

Capítulo 1. La globalización es un eufemismo

Imagino que a estas alturas de la película todo el mundo conoce qué es la Globalización. Para aquellos que no salgan a la calle últimamente diremos que es un fenómeno que ha expandido los ecosistemas urbanos por el mundo y los ha diversificado internamente.

La globalización, más allá de temas políticos (la Organización de Naciones Unidas, esa macro-ONG, no está para esos trotes), significa que el planeta entero es un mercadillo; y esto significa que donde en una ciudad de un país desarrollado había una pequeña plaza con puestos, actualmente hay un centro comercial de cinco plantas; y donde había un pequeño comercio de ultramarinos, ahora hay una franquicia de una cadena de supermercados; significa eficiencia (no confundir con rentabilidad, que también, aunque de una manera algo más que "suficiente").

Para un urbanita como usted y como yo, eso significa que hay manzanas todo el año (así sea en mitad de un desierto) y que un chino se las vende. Nada más. Sigue teniendo que ir a su trabajo que, en la mayoría de casos, no está relacionado con la naturaleza en el sentido más ambiental de la palabra.

Quizás desayune todos los días un café con leche, almuerce un par de huevos fritos con dos filetes de aguja de cerdo y cene una ensalada ligera; todo ello sin haber visto en su vida una planta de café, una vaca, una gallina, un cerdo o haya pisado un huerto (le invito a verlos aunque no sea en directo; le advierto que no es muy natural, pero es lo único capaz de llenar las estanterías de todos los supermercados cada día). Esto es, lo más probable es que poco se ha manchado las manos de tierra después de cumplir los 25 años. Es lo que tiene vivir en una gran ciudad y no dedicarse a la construcción.

Resumiendo: conoce la naturaleza por lo que ha escuchado en la televisión, las etiquetas de los envases y por aquellas excursiones que hacía de niño con el colegio. Pero ambos sabemos que así no se está tan mal. Peor sería levantarse a las seis de la mañana a regar las plantas, más cuando en el supermercado venden la lechuga bien lavada, picada y dentro de una bolsa de plástico con un bonito diseño. Casi dan ganas de ver una película comiendo ensalada.

A estas alturas se preguntará por qué la globalización es un eufemismo si es una palabra admitida y bien enraizada en nuestro vocabulario... La globalización en el sentido lógico de la palabra sería algo así como: hacer de una cosa pequeña multiplicarse y expandirse hasta que agota el espacio (más o menos) algo así como expandir lo local a lo global; es decir, lo que ha hecho el ADN desde su origen.

Pero "globalización" es sólo el fenómeno, y éste no incluye muchos datos acerca de qué es aquello que se expande (por no decir ninguno). "Globalización" es un eufemismo de "occidentalización", entendiendo occidental como la cultura de los urbanitas, gente como usted y como yo, que deseamos más que nada "ser alguien de provecho".

La pregunta es ¿deberíamos estar orgullosos por ello?¿Por qué sí? ¿Por qué no?


domingo, 18 de abril de 2010

Lo último que vi

El calor me hizo despertar al filo de la medianoche. Y el sudor. El cuerpo de aquella mujer hecho de tierra, envuelto en costras de tierra, se desbarataba como si estuviera derritiéndose en un charco de lodo. Yo me sentía nadar entre el sudor que chorreaba de ella y me faltó el aire que se necesita para respirar. Entonces me levanté. La mujer dormía. De su boca borbotaba un ruido de burbujas muy parecido al del estertor.

Salí a la calle para buscar el aire; pero el calor que me perseguía no se despegaba de mí.

Y es que no había aire; sólo la noche entorpecida y quieta, acalorada por la canícula de agosto.

No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que caía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre.

Digo para siempre.

Tengo memoria de haber visto algo así como nubes espumosas haciendo remolinos sobre mi cabeza y luego enjuagarme con aquella espuma y perderme en su nublazón. Fue lo último que vi.

jueves, 15 de abril de 2010

Lo supe en cuanto te vi

El libro ya está terminado. Sólo faltan la portada y el prólogo.

Tendrá cuatro categorías, capítulos, secciones,... como queráis llamarlos... La cuestión es que se dividirá en cuatro partes:

- Reflejos:

Este apartado ha sido el responsable de mi tardanza a la hora de ordenar las poesías definitivamente. He necesitado la ayuda de un buen amigo para hablar sobre el libro y conocer su opinión acerca de las dudas que tenía sobre esta parte.

En este capítulo se engloban todas las poesías sobre mí, sobre lo que pienso; son poesías sobre el lector, sobre la escritura y mi escritura, sobre el futuro, sobre el destino, sobre mi pasado, sobre la infancia, sobre la duda,... sobre mi biografía psico-social por llamarlo de alguna forma.

"Soy una cadena de palabras,
la triste y solitaria ilusión de ver mi esencia

en la trastienda de esta silente danza de letras."

De La danza de letras.

- Colores
:

Gama cromática. Son poesías de todos los colores. Locuras. Esta parte reúne las poesías más narrativas (por llamarlas de alguna forma), sobre el Amor que no duele, del que desinfecta; y sobre temas generales respecto a situaciones concretas.

A la hora de seleccionar las poesías que irían en este apartado tuve en cuenta sobre todo la forma; el capítulo entero es un jardín de juegos en el que se van sucediendo una tras otra diferentes estructuras, temas, ritmos,... algo así como las poesías con las que he aprendido a disfrutar de la Poesía, a imaginarme el mundo, a ponerle nombre a mi palabra a través del desorden lógico (al menos para mí) de las piezas de mi realidad:

"Ésa será la única forma
de descubrir cómo el amor

florece entre tus labios.

Me dirás mi nombre."


- Geometrías:

Es el primer capítulo de quizás la segunda parte de libro. Es mi visión del mundo como algo real, desde un punto de vista material, un análisis del sistema de organización de la Humanidad y una especie de denuncia a través de la memoria. Un llamamiento a la vida a los fantamas que recorren las calles, que llenan el metro cada día. Mi utopía más "política" por llamarlo de alguna forma, pero sin intención de persuadir o convencer, sólo de mostrar, compartir mi perspectiva.

Son poesías de antemano pesimistas frente al futuro que se abalanza sobre nosotros (o nosotros abalanzándonos sobre él sin pensar) pero con cierto optimismo que nace del "no puede se peor". No son catastrofistas aunque alguna pueda parecerlo (sobre todo las dedicadas al individuo), son exposiciones de razones o excusas (como quieran verse) para hallar el sentido de nuestra vida.

"Cerrar los ojos y no ver nada.
Y que no recen.
Y que continúen mi búsqueda:
la conquista de sí mismos."

De El día que muera.

- Naufragios:

Poesías de amor, pérdida y desesperanza; desamor que podría llamarse. Quizás sea uno de los mejores capítulos si vemos la poesía como algo puramente romántico.

No sé muy bien cómo describir esta categoría con más detalle. Son poesías que nacen y mueren a partir de cada una de las caras que ha tenido mi princesa hasta ahora y que el tiempo ha borrado para siempre. Es el otoño de mi utopía.

"Porque te has ido
no me queda más
que seguir buscándome,
hasta encontrarte desnuda
sobre algún otro infinito universo."

De Porque te has ido.

Decir que cada una de estas categorías no se ajustan estrictamente a esta especie de definición de cada una de ellas; dentro de cada una hay también poesías que o bien no pertenecían a ninguna de las cuatro categorías, o están a pasos intermedios entre varias categorías; éste es el caso por ejemplo de Amor, cómo quieres que te escriba, que es una especie de paso a nivel entre las categorías de Reflejos y Colores. Esto es así para darle cierta continuidad al libro; tampoco quería que fueran cuatro libros dentro de uno; por lo que hay sorpresas en cada capítulo que introducen (por decirlo de alguna forma) al capítulo siguiente o anterior y conforman la esencia del libro; que es lo único que he estado buscando a lo largo de este mes.

En definitiva, lo que he intentado ha sido crear una línea que una el libro de principio a fin, basándome en las sensaciones que me transmitía cada poesía; intentando categorizarlas de alguna forma para que fuese relativamente sencillo encontrar una poesía concreta en base a su tema, tono, ritmo, espíritu,... (qué se yo) y al mismo tiempo definir las cuatro habitaciones de mi casa, los cuatro universos que, de alguna forma, me han traído hasta este punto, mostrarlos lo más nítidamente posible, hacer un camino que pase por varias fuentes para intentar mantener una variedad con rasgos comunes a lo largo de todo el trayecto; intentar no convertirme en algo monótono y sin forma.

Si lo he conseguido o no, es algo que dejo a vuestro criterio, sólo he intentado rescatar todo lo que me ha traído hasta la oportunidad de publicar mi primer libro de la mejor forma posible.

Dicho esto, la fecha de publicación ya no depende de mí, aunque prometo insistir para que sea lo antes posible.

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miércoles, 14 de abril de 2010

El desarrollo del suicidio


Bienvenidos a otra de mis teorías acerca de la Humanidad.


(En construcción desde hace un año)

Sinceramente, no sé si el mundo aguantará nuestro peso, si sabremos adaptar nuestra cultura de cara a la supervivencia; pero de lo único que estoy seguro es que a medida que la cultura occidental, capitalista, consumista, globalizadora, de país desarrollado... (somos una tribu con multitud de nombres) se expande por el globo terráqueo, absorbe o destruye otras culturas humanas, se pierde una pequeña parte de nuestra propia cultura, una parte de la sabiduría traída desde nuestro origen común. Quizás sólo a partir de esa muestra viva de nuestro propio pasado podamos demostrarnos si este a priori inevitable camino hacia un precipio es resultado de nuestra propia naturaleza, de la genética; o de los conocimientos adquiridos a través de la experiencia, de los juicios que nos implanta nuestra comunidad de cara a la supervivencia dentro de la cultura occidental.

A lo largo del primer capítulo intentaré desmontar algunas posibles concepciones erróneas (siempre abiertas a debate) sobre el concepto de Globalización; y posteriormente, en el segundo capítulo, intentaré definir de una forma lo más coherente y argumentada posible los tipos de comportamiento y organización sociales que han surgido en base al desarrollo del conocimiento durante la Historia Universal, y relacionarlos con algunos de los acontecimientos más importantes en la misma. Es una búsqueda del origen en la exposición de las fases por las que ha pasado la Humanidad hasta llegar a esta corriente que parece haber hecho de la expansión la única fuente de su supervivencia.

Continuaré la segunda parte con un intento de profundizar en la naturaleza del Progreso, razonar la no existencia del bien y del mal (ver ambas como una mera cuestión de inteligencia, con el programa Nuestro cerebro altruista como punto de partida de mi argumentación) y plantear qué papel juega la tecnología a la hora de evitar la destrucción del planeta o, en su caso, ralentizar su proceso de desgaste.

En la tercera y última parte plantearé algunas posibles soluciones a estos problemas, algunas prácticamente inevitables si tenemos en cuenta la evolución histórica anterior.

Este pequeño compendio de artículos es un intento de abordar el tema desde una perspectiva global, acumulativa de lo explicado anteriormente dentro de la categoría Charcos de barro; un nuevo vistazo a través del exterior de este vehículo biológico que es la vida y dejar constancia de ello. Abróchense los cinturones.

Prometo hacerlo lo mejor posible, aunque no puedo prometerles que sea suficiente.


La Evolución Tribal (I)

2.1. La conquista a través del suicidio

Pero globalización es sólo el fenómeno, y éste no incluye muchos datos acerca de qué se expande (por no decir ninguno). "Globalización" es un eufemismo de "occidentalización", entendiendo occidental como la cultura de los urbanitas, gente como usted y como yo, que deseamos más que nada "ser alguien de provecho".

Pero, ¡estamos hablando de una cultura! ¿Cómo puede expandirse una cultura? Intentaré explicarlo gráficamente.

Imaginemos un área limitada, como pudiera ser su casa o el planeta Tierra, con sus 148.647.000 km2 (29.1%) de área terrestre. Es preferible utilizar su casa, que está perfectamente distribuida en habitaciones comunicadas entre sí.

Imaginemos a cuatro grupos de inquilinos:
- Grupo A
- Grupo B
- Grupo C
- Grupo D

(No he querido tener que pensar demasiado).

Todos nacieron en condiciones distintas, en una habitación hace más frío en invierno y en otra más calor en verano, pero son bastante similares entre sí; quizás unos tenga la piel rosa, otros los ojos sin pestañas, otros cuatro dedos en los pies... Pero imaginemos que su cerebro es exactamente igual y su aspecto físico general los identifica como miembros de la misma especie. También las habitaciones son similares, cada uno dispone del mismo número de alimentos en la nevera (que se va rellenando de forma "mágica"), un cuarto de baño propio y no tienen tejado. Las habitaciones son muy amplias pero no es posible aumentar su área.

Comienza la partida:

Round one!

Todos los grupos comienzan a crecer, a tomar recursos de la naturaleza para alimentarse y a aprender técnicas para defenderse de sus depredadores y las inclemencias del clima. Todos hacen lo necesario para sobrevivir: le ponen techo a la habitación y utilizan el fuego para ahuyentar a los depredadores por la noche. Son grupos pequeños, donde cada miembro tiene un papel fundamental dentro de la sociedad. Hay un sistema de organización poco distanciado jerárquicamente y si uno de los miembros ataca a otro es expulsado del grupo, quedando absolutamente indefenso ante los depredadores, a pesar de que su baja pueda poner en riesgo la supervivencia de toda la comunidad. A medida que crece el número de individuos crece también el número de perspectivas de la realidad, por lo que se articula un lenguaje más complejo, que unido al aumento del tiempo que puede ser dedicado a la comunicación con otros miembros del grupo, da lugar a una teoría común en torno al origen de su existencia: también conocido como religión (¿quién construyó la habitación?). Cada grupo es una tribu con la unidad y conocimientos necesarios para sobrevivir, pero ha alcanzado el límite de población que su entorno puede alimentar (el presupuesto base no da para más).

Round two!

Hasta este punto todos los grupos han seguido el mismo desarrollo, a mayor o menor velocidad, pero imaginemos que ha sido exactamente al mismo tiempo.

Cuando el entorno imposibilita abastecer más a una especie, es necesario que ésta "cambie" para obtener aún más ventaja respecto a sus presas y su expansión (es más veloz y puede recorrer distancias más largas) y a sus depredadores (ve y huele desde distancias más largas, su piel puede cambiar de color para camuflarse con el entorno o vuela).

Este "cambio" puede producirse a través de dos métodos: la mutación genética o la selección natural de las especies si atendemos a la teoría darwiniana; o, he aquí la clave, el conocimiento del entorno para predecir y poder controlar sus variables, que posteriormente da lugar al "cambio" del entorno, siendo innecesaria la mejora en la adaptación de la especie.

En este caso, el grupo A se separa del resto: aprende las técnicas primarias de agricultura y ganadería (nadie tiene un océano en su casa), que le permite seguir aumentando su población; es decir, aprende a controlar los procesos naturales de aquellas plantas que puede comer y concentra su producción en un rincón de la habitación para poder generar la suficiente comida como para, gracias al almacenaje (ha comprado un armario en el Ikea), disponer de alimento durante todo el año.

El resto de habitaciones continúan sobreviviendo pero se establece un equilibrio entre los recursos y el número de inquilinos, que no varía.

Round three!

A medida que aumenta su conocimiento sobre el entorno, el Grupo A aumenta también su vocabulario y desarrolla nuevos términos para nombrar tanto lo material como lo inmaterial, a través de éste último comienza conocerse también a sí mismo (nacen la Ciencia y la Filosofía). Aumenta su realidad del mundo y, por tanto, maneja más variables en sus problemas, lo que hace aumentar su capacidad de relación de conceptos a través de analogías, cálculo y memoria: desarrollan más sus capacidades intelectuales.

Demográficamente crece tanto y tan rápido que poco a poco el Grupo A se divide en subgrupos que, ante la falta de espacio, comienzan a competir entre sí. Al principio cada subgrupo tiene su propio estante en la nevera, después fabrican más neveras que les dan más alimentos, más incluso de los que puedan consumir en una temporada (se genera un excedente que no tiene sentido que ocupe sitio en los armarios) y comercian entre los subgrupos.

Cuando hay conflictos dentro de un subgrupo, como el individuo ha perdido esa dependencia respecto a la comunidad que habita en la misma habitación, es castigado separándolo del grupo a través del aislamiento. La administración es cada vez más compleja y los líderes, que anteriormente se habían ocupado de la vigilancia y la seguridad del grupo, ahora se encargan de dirigir un organismo de seguridad interna (la externa no es necesaria al expulsar a los depredadores de la habitación o comérselos literalmente) y a favorecer la expansión de su comunidad frente al resto.

Es por esto que comienzan a aparecer conflictos entre grupos que pelean por las neveras y los armarios. Se inventan las guerras, el excedente se vende a otro subgrupo neutral, y con los beneficios obtenidos se explota la naturaleza para producir herramientas dedicadas exclusivamente a la victoria. El conocimiento de la naturaleza pasa entonces por la necesidad de la guerra, que aporta gran rentabilidad en el caso de resultar vencedor.

Independientemente de quién resulte vencedor, éste inventa los préstamos para financiar la reconstrucción del perdedor y obtener a cambio un beneficio económico gracias a los intereses. El banco ya no es un simple mecanismo de traslación de los recursos naturales a la moneda de cambio; empieza a cambiar también el valor de la moneda de cambio y a utilizarse como instrumento de guerra.

Esta historia imagino que os suena.

El grupo B comienza a progresar siguiendo los pasos del Grupo A durante el round two!: agricultura, ganadería y almacenaje.

Los grupos C y D, sin embargo, se mantienen todavía en una población constante, perfectamente adaptada a su entorno, conocedores perfectamente del medio que les rodea. Desarrolla un poco el almacenaje pero basándose en la conservación de la carne, lo que le permite alimentarse de los frutos de la naturaleza en temporada y de carne la mayor parte del año; aunque su consumo no implica un riesgo para la desaparición de la especie que caza.

Round four!

Asfixiados por la falta de espacio, uno de los subgrupos del Grupo A descubre una puerta que da al pasillo de la casa y entra en la primera puerta que encuentra. Ha encontrado la puerta que da a la habitación del grupo B, un grupo con un menor desarrollo tecnológico pero, y pese a las diferencias culturales (en la habitación del Grupo A hay un crucifijo y en la del Grupo B una estatua del dios Brahmā) e idiomáticas, el subgrupo descubre que es la mejor forma de seguir expandiéndose teniendo en cuenta que los otros subgrupos del Grupo A disponen de una tecnología muy similar que hace imposible la conquista absoluta de otro subgrupo.

Sin embargo, este subgrupo no aumenta su poder a través de la conquista, por medio de la guerra. Envía allí a parte de su población y el Grupo B, consciente de su posición de debilidad, prefiere ceder y establece rutas comerciales para dar salida a los excedentes del subgrupo del Grupo A que, en un principio se beneficia de la llegada de nuevos conocimientos sobre la naturaleza y los avances tecnológicos obtenidos gracias a las anteriores guerras dentro de la habitación del Grupo A; pero poco a poco el subgrupo aumenta su influencia en la habitación del Grupo B, llegando incluso a ocupar cargos en la organización con el único propósito de garantizar la seguridad y el crecimiento de su propia población, que seguía trabajando en una parte importante de la habitación del Grupo A (la que ya tenía un montón de neveras y armarios, ahora también llenos de armas). Se convierte en un subgrupo invasor cuyo éxito (supervivencia) viene determinado por la conquista de la habitación del grupo B, incluyendo la anexión de su población a través de su ideario para no perecer, puesto que ha invertido sus esfuerzos en la expansión dejando patente una debilidad en cuanto a la fortaleza de los otros subgrupos, que han seguido desarrollándose en la habitación del Grupo A (sigue teniendo que mantener el crecimiento de su población). Se trata de vencer o morir y, cuando el subgrupo sea demasiado grande como para seguir expandiéndose sin el crecimiento continuado del desarrollo industrial, limitado por la mano de obra barata; dividirse nuevamente, perder su significado.

Cacería

Antes de poder encontrar una respuesta a esa pregunta volvió a asaltarme la duda de cómo demonios habíamos podido terminar hablando sobre mí.

Sonaron los cazafantasmas.

- ¡Salvado por la campana! - ella cogió el teléfono y comenzó a hablar - ¿Sí? Perdona, me has cogido en... sí, ¿pero no hablaste con él ayer?...

Con el resto de una conversación absolutamente predecible como trasfondo de mis pensamientos dejé de mirarla. Ahora era un mal momento para conocer a alguien, hacía bastantes meses que lo era; casi era incapaz de recordar cuándo fue un buen momento para conocer a una chica... Me acerqué disimuladamente a un hombre de mediana edad que ordenaba películas grabadas sobre una tela blanca junto a la boca del metro; eché un vistazo y descubrí, como una evidencia que llevaba tocando bastante tiempo a la puerta de una casa vacía, que aquella manta se había convertido en la cartelera en la que me informaba de los últimos estrenos de cine. Después comprobé que, ciertamente, había muchas más novedades sobre aquellos escasos dos metros cuadrados que en el cine con más salas de Madrid.

En medio de aquellos pensamientos, que habían pasado de ser los más propios de un preadolescente asustado por el sentido de la responsabilidad, a un principio de teoría en cuanto a la función informativa de aquel gravísimo delito; dos manos me taparon la cara y una voz femenina gritó a mis espaldas con tono de canción infantil "¡Sorpresa! ¿Quién soy?" Incluso pude notar los saltitos al chocar los antebrazos con mis hombros. Era alguien de menor estatura.

Nunca sabré qué pensar en esos momentos: dar un salto de ciento ochenta grados con una sonrisa de oreja a oreja, rotar hacia un lado la cabeza y hacer como que me sorprendo maravillosamente, o dar un codazo a la altura de la nariz...

Sólo me giré y vi a Clara, otra compañera de clase cuyo destino compartía mi dirección sobre las vías y con la que había coincidido ya un par de veces durante el trayecto de vuelta. Nada importante, hablábamos de temas de clase, los devenires de algún que otro fin de semana con poco que destacar. Me sirvió para darle un vuelco a la situación en la que me encontraba, por fin encontraba un rol cómodo a mi naturaleza. Lucía seguía hablando por teléfono. Parecía enfadada.

- Pensaba que ya te habías ido - le pregunté.
- Tenía que dejar un libro en la Biblioteca.
- ¿Qué libro? - Siempre me intereso por lo que lee la gente, creo que es algo que nos define incluso más que nuestro aspecto.
- 1984, de George... George...
- Orwell
- ¡Exacto! ¿Lo conoces?
- ¿De qué estáis hablando? - Lucía había colgado el teléfono e intentaba formar parte de la conversación, tan recién nacida que hizo tambalear las dudas de Clara a por qué ella estaba allí, por qué intentaba ser simpática de una forma tan sospechosa. Lucía y Clara no se llevaban demasiado bien.
- Pues sobre el último libro que he leído.
- ¿Qué te ha parecido?
- ¿Qué libro?
- 1984 - respondí sin dejar de mirar a Clara.

Era uno de mis libros preferidos y me interesaba mucho cualquier opinión al respecto. Además, Clara se había convertido en una especie de salvadora.

Era una chica bastante atractiva: estatura media, pelo castaño a la altura de los hombros, ojos verdes levemente separados, mejillas finas y un poco maquilladas y unos labios finos con un brillo dulce, de esos pintalabios con sabor a fresa. Su conversación era un tanto distendida pero con poca profundidad, solía quedarse en las respuestas, que no terminaban de llevarla a más preguntas no sé muy bien por qué; era una muchacha de presencia relativamente compleja sobre una sencillez hasta cierto punto aburrida. Por eso me sorprendía tanto que acabara de leer ese libro y no hubiera borrado en ningún momento la sonrisa desde que descubrió que lo conocía. Le había gustado.

- Pues, la verdad es que me ha gustado mucho.
- ¿Y? -dije después de un silencio aplastado por los cruces de miradas.
- Pues eso, que me ha parecido muy interesante, y sobre todo con la historia de amor, tan romántica, y pues eso, tan en contra de todas las inclemencias; me ha recordado a las telenovelas que veía con mi abuela. - fruncí el ceño - Y,... pues la visión del futuro es un tanto extraña pero bastante realista - dijo antes de darme tiempo a escupirle en la cara.
- No lo he leído - alcanzó a decir Lucía, viendo que había perdido por completo la oportunidad de continuar hablando del "trabajo" y a punto de quedarse rezagada de la conversación.
- ¿No? - dijo Clara con un aire de sorpresa. Ella tenía a Lucía por una chica interesada por la cultura, y aunque no sabía demasiado sobre sus gustos sobre literatura, sabía que le gustaría.
- Deberías hacerlo, y rápido - así di por finalizada la conversación anterior.
- Jolín, me están dando ganas de ir a la Biblioteca ahora mismo a pedirlo, ¿me acompañas? - dijo mientras giró su cabeza hacia mí.
- Yo me voy ya- dijo Clara- llego tarde y me están esperando en casa para cenar.

Yo hacía tiempo que no comía con nadie. De vez en cuando coincidía con mis compañeros de piso pero la televisión lo llenaba todo de una monotonía que quebrantaba todo intento de mediar una palabra que no tuviera relación con la imagen que hacía cambiar los colores del salón. Había que ahorrar electricidad.

Lucía me miraba aún con el "¿me acompañas?" dibujado en los ojos. Se había transformado en una especie de leona en mitad de la sabana protegiendo a su presa. Pero yo no tenía ganas de seguir con el circo. Hacía tiempo que la caza había terminado y no había conseguido asfixiarme. Había perdido su oportunidad de hacerlo y en su cabeza empezaba a gestarse la lágrima que caería, ahora obligada por sí misma a ir sola a la biblioteca, en cuanto nos diéramos la espalda, derrotada.

Probablemente esta última reflexión es íntregamente fruto de mi imaginación. Lucía y Clara se llevaban bastante mal de por sí. Eran muy diferentes y ambas se empeñaban en remarcarlo bastante a menudo, aunque llevaban algún tiempo sin hacerlo. La cercanía de los exámenes invitaba a la tregua. En todo caso, ambas me conocían lo suficiente o lo suficientemente poco como para saber que no soy ningún trofeo, sólo un caminante solitario al que le gusta poco el asfalto. Y que no me gusta el atún rojo.

- Bueno, yo creo que también me iré a casa; no te preocupes por el trabajo, ya lo termino yo, tú aprovecha y disfruta del libro.
- Vale, mañana nos vemos.
- Hasta mañana - dijimos Clara y yo al unísono.

Bajamos por las escaleras mecánicas en silencio. Prefiero bajar por las escaleras, pero es de suponer la incomodidad que conlleva para mantener una conversación en el caso de que sólo uno de los dos lo haga. Clara miraba al suelo. Quizás estaba pensando sobre qué había estado hablando con Lucía, o quizás ella ya supiera desde hace tiempo que le gustaba. Yo también preferí mantenerme callado respecto a ese tema. Hablar de eso habría sido darle más importancia de la que realmente tenía.

Hablamos un poco más sobre el libro, algunas palabras sin contexto ni significado y por fin llegué a casa. Me hice un vaso de leche y me acosté. No quise leer ni escribir antes. Estaba demasiado cansado como para seguir siendo yo mismo durante un segundo más. Y no me gusta disimular.

...

lunes, 12 de abril de 2010

David Hernández Sevillano Premio Hiperión 2009

¿Qué debería opinar sobre los premios de poesía? Así, a bote pronto, parece una de las mejores, y también escasas, formas de promocionar la obra de un poeta: bajo el regazo de un diploma; como si fuese más importante la firma en el ángulo del cuadro que las pinceladas que lo hacen vivir. No se comentan las palabras, se guardan los nombres en el historial de ganadores de un premio y se venden páginas "populares". La eternidad se reduce a una lista, no a un corazón.

Por otra parte, es una de las mejores formas que tiene una editorial de sacar a la palestra cultural a nuevos autores (que aún no conocen el milagro de internet o que no cuentan con el respaldo de un editor), manteniendo en la competitividad el aliciente principal con el objetivo de formar parte de una colección con una difusión física (y una remuneración económica extra). En cualquier caso, es de agradecer que sirva para descubrir a nuevos poetas que escriben y no disponen de tanto tiempo para promocionar su obra.

El pasado 22 de marzo se concedió el Premio Hiperión a David Hernández Sevillano, por "El peso que nos une". Este joven de 33 años licenciado en Educación Física se dedica actualmente al turismo rural y el año pasado ya obtuvo uno de los grandes premios de poesía en España; el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández por su libro "Razones de más". El jurado ha estado compuesto por los poetas Francisco Castaño, Luis García Montero, Almudena Guzmán, Jesús Munárriz, Benjamín Prado y Jenaro Talens.

Quizás sea ese el único significado humano que representan este tipo de premios, el ser apadrinado por buenos escritores que han depositado su confianza en un nuevo escritor. Aunque nunca podrá hablarse de mejores y peores poetas. Creo que es sólo una cuestión de gusto.

Cómo se aprende a escribir poesía

La noche estrellada (1889); de Vincent Van Gogh (1853-1890).

De pequeño escuché a alguien decir que a escribir se aprende leyendo, entonces no lo comprendía del todo. Ahora creo que sí. Defines tus gustos cuando has leído lo suficiente como para formar tu criterio respecto a una forma o un estilo de expresión, entonces empiezas a disfrutar de la lectura que conoces. Sin embargo, creo que eso se queda a medias.

Escuchamos porque queremos tener cosas que contar, necesitamos llenar nuestro tiempo de vida, de curiosidades (aunque sangre). Es por esta inquietud por lo que es necesario sentir mientras se lee, formar parte de la obra. Así adquirimos el gusto, compartiéndolo con el autor, siendo una de las muchas obras únicas dentro del universo de lectores de esa obra, de esa pluma, de todas sus horas.

Cuando adquirimos el gusto y seguimos leyendo más y más no sólo conocemos a nuevos autores, también conocemos más a los que nos gustan. Cuando el arte nos desagrada nos muestra a pleno sol de mediodía cómo doraban nuestra piel los rayos de esa noche estrellada; qué tenía que susurrarnos que no podría haber sido dicho de más simple y claro modo, con la misma sencillez que usa la belleza para peinarse por las mañanas. Cuando el arte nos desagrada nos recuerda de dónde venimos.

Pero si no se cuenta, ni se escribe, ni se es; ¿para qué seguir leyendo? Pero si se cuenta y se escribe, se es: se aprende a ser. Con haber conocido una sola vez el recogimiento del corazón en el pecho, con el latido alejándose de esas páginas que son uno mismo y volviéndose a acercar, como un amigo extraño que busca sus perdones ante su ignorancia, y obtiene preguntas; con eso basta. Después, se escribe.

¿Cómo? Empiezas siendo tú sin ser tú, siendo ojos que ven y manos que tocan. Cuando sigues escribiendo sigues siendo tú acercándote a ti, son tus ojos los que palpan el páramo en blanco a ciegas pero no sabes tocar el piano. A tocar el piano se aprende gracias a ser tú, escribiendo hasta aprender a sobrevivir como un náufrago en una isla de blanco y a dejarte arrastrar por su marea, pos sus impulsos, por palos de ciego que de vez en cuando encienden alguna bombilla. Empiezas a ser música.

Cuando escuchas por primera vez esa música tuya pierdes el miedo a la duda. Tocas por el placer de escucharte, por curiosidad, por conocer qué tienes que decirte, por sorprenderte. Después conoces a otros por medio de su palabra; y descubres en ellos puertas a alguna parte que sólo tienen pomos en sus poesías, en las poesías de tus maestros.

Y atraviesas la puerta, y escribes. Y hablas con ellos. Y todo sucede sin decir nada, sólo mirándose directamente a los ojos. Y hablas con ellos. Y eres tú en mitad de la soledad misma. Y nunca vuelves a estar solo.

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domingo, 11 de abril de 2010

Carta a Eduard Punset

Me presento. Mi nombre es Francisco Fernández. Soy el que hoy ha sonreído al verle mirar una foto en blanco y negro mientras le preguntaba al hombre que se la había entregado sobre la existencia de algún negativo. No sé si me recuerda.

Si no, es un detalle que tampoco tiene mucha importancia. Sobre mí, le diré que soy estudiante de periodismo y comunicación audiovisual, profesor en un taller de cortometrajes para niños de secundaria (que me llevan por el camino de la amargura), estoy investigando sobre mi universidad para informar a la gente sobre su funcionamiento y criticar la falta de información a este respecto; he grabado varios cortometrajes, estoy en el abismo de publicar mi primer libro de poesía y, sólo de vez en cuando, pienso.

En las próximas líneas me dispongo a plantearle la pregunta que no me ha dado tiempo a hacerle hoy mismo en el Museo de la Ciudad de Madrid, después de su conferencia. He pecado de falta de atrevimiento o de pensador, no sé cuál es peor.

Mi pregunta es sencilla, pero hace necesaria una exposición previa:

Usted ha terminado su charla hablando de las ranas de la charca que hay enfrente de su casa, de por qué no ven a las moscas cuando están quietas; hace poco leí algo sobre la posición de los ojos en los animales: los animales depredadores tienen los ojos en la parte frontal de la cabeza para seguir mejor a sus presas en caso de persecución; sin embargo, los animales que no tienen que perseguir a su presa para alimentarse, como pueden ser la mayoría de hervíboros y peces, tienen los ojos a ambos lados de la cabeza, para estar continuamente alerta ante un posible peligro.

Dicho esto, ya se habrá percatado de que los humanos tenemos los ojos en la parte frontal de la cabeza. Quizás sea por esto por lo que "detectamos" cuando alguien nos mira desde detrás (es broma, he visto ese capítulo de Redes).

En otro capítulo de Redes, usted habló sobre el comportamiento de los bebés respecto al control. Decía algo así como que si ponemos a un bebé una luz que se encienda y se apague cuando el bebé levante el brazo, se interesará por ella; y por el contrario, si parpadea de forma ajena a los movimientos del bebé, éste no se interesará por ella.

En realidad, imagino que ya sabrá que mi pregunta no es una pregunta en sí misma, es más bien una exposición de mi teoría en busca de su opinión al respecto. Dicho esto, continúo.

Usted, por tanto, habla del caso de un solo bebé. Pero ¿y si hubiera dos bebés de cuyos gestos dependiera que se encendiera o apagase la misma luz? ¿Se pelearían por el control de la luz o harían música? Supongo que en esta pregunta reside la naturaleza social o individual del ser humano. Por favor, si investigan algo sobre esto, me interesa mucho.

Continúo. Dicho esto, y aún con la dicotomía por resolverse, me gustaría recuperar una cita de Thoreau:

Si un hombre pasea por el bosque por placer todos los días, corre el riesgo de que le tomen por un haragán, pero si dedica el día entero a especular cortando bosques y dejando la tierra árida antes de tiempo, se le estima por ser un ciudadano trabajador y emprendedor.

Imagino que ya habrá descubierto que yo soy uno de esos vagos que no pueden para de hacer cosas... La cuestión es que sí, la educación es fundamental, y si no podemos cambiar a los humanos una vez pasada la infancia y juventud, la mejor opción es cambiar el futuro a través de los niños. Sí, es cierto. Pero ¿qué pasa con este presente? ¿Está preparado para recibir a esos niños?¿Cuándo sabremos si lo está?

Ha mencionado durante su charla que se pretende reducir en 75 años el 75% de los terrenos de cultivo gracias a la tecnología; cuando hoy día la mayor parte de cultivos se dedica a la alimentación de animales de consumo humano.

También ha mencionado que estamos fabricados para ser únicos a través de la experiencia, que es capaz de incluso hacer más grande una parte de nuestro cerebro, modificarnos físicamente (el ejemplo de los taxistas de Londres); y eso no está mal, de hecho está bien... pero ahora me toca a mí dejar volar la imaginación:

Creo que existen tres características fundamentales que nos hacen consumir un producto u otro:

En primer lugar, la utilidad; que el producto sacie una necesidad.
En segundo lugar, la comodidad; que el producto sacie una necesidad utilizando el menor esfuerzo posible, hasta el punto de resultar agradable su uso.
En tercer y último lugar, estatus social; el producto una vez cubiertas la anteriores, ha de diferenciarnos del resto, hacernos destacar ante el resto.

Esta creo que es una de las principales razones por las que usted comentaba que hay una superproducción de subproductos, porque ya no sólo cumplen una función de comodidad y bienestar, sino de diferenciación. Enlazando con el experimento de los bebés, el ser humano es líder por naturaleza, es esclavo de su curiosidad y a menudo su única forma de saciarla es gracias al trabajo en equipo, y para "atraer" o simplemente encontrar a otros con sus mismos intereses, ha de establecer puentes de comunicación basados en lo físico para encontrarse en mitad de esta masa.

La pregunta es la siguiente, ¿cómo la tecnología va a solucionar el problema del progreso cuando es el resultado del mismo progreso? Es cierto que la tecnología ayudará a solucionar los problemas del hombre, pero ¿también los del resto del planeta? Viendo los últimos capítulos del documental de la BBC "Planeta Tierra", de David Attenborough; escuché a una "científica" que creía defender a las especies por conservar su ADN, la pregunta es ¿para qué si no quedará hábitat donde volver a ponerlos? Ella sabía la respuesta: otro planeta. Pero... no estoy muy seguro de dejarlo todo en manos de esa posibilidad. Y si fuera una cuestión de fotografiar animales, o estudiarlos, o grabar documentales, todavía; pero estamos hablando de que esos animales, esos árboles, forman parte de un todo que mantiene el equilibrio que ha hecho posible esta "equivocación" que es la vida.

Y más concretamente, ¿cree que algún día cada humano de este planeta se levantará por la mañana, mirará sus manos y en una verá la supervivencia y en la otra el progreso? ¿Qué decidirá? Es más ¿se atreverá a decidir?

No sé cuánta razón hay en mis palabras ni cuánta locura hay en mis pensamientos... lo único que sé es que me gustaría saber qué opina usted al respecto... y poder seguir compartiendo mis dudas con usted, para mí, el representante de la Ciencia.

Muchas gracias.
Fran.

viernes, 9 de abril de 2010

Conciencia

Se revolvía en dolores que no dejaban de ahuyentar sus vísceras, que se retorcían entre intempestivos ademanes de salir del cuerpo a través de cualquier grieta de su piel, pero la grasa y los nudos de carne se lo impedían.

Miró a su alrededor, sin poder disimular la involuntaria hinchazón aérea de sus carrillos, con los ojos rogando clemencia a sus adentros y perdón a los presentes, daba a entender que no era su voluntad estar en aquella situación, en medio de una reunión tan importante.

Era uno de los más altos ejecutivos de una empresa decisiva, cargo que después de tantos años había conseguido mantener gracias a unas pastillas especiales que les recetaba el médico de la empresa: "las paga el seguro" era la forma más convincente, aún cuando hacía varios años que su cartera seguía poblada de varios billetes de quinientos y su paladar no había homenajeado al sabor de un caramelo.

No pudo soportar tantos años ahogando en su estómago al niño que llevaba dentro.

miércoles, 7 de abril de 2010

Palabrería

Quizás esta sea la semana en la que más cosas quiero escribir en este blog, y precisamente no me dispongo a hablar de ninguna; podría hablar de mi última experiencia en el viaje El Ejido-Madrid, sobre mi estancia en El Ejido o mi supervivencia temprana en Madrid, sobre el vídeo que estuve ayudando a montar anoche, sobre el próximo capítulo de Lluvia, sobre mi proyecto de libro, sobre mis dudas, sobre la carta que le he enviado a Eduard Punset después de haber asistido a una conferencia suya esta tarde, aquí, en Madrid, en esta isla desierta anegada por mares de gente, sí, quizás pudiera escribir sobre mí, sobre ti, sobre nosotros, sobre el tiempo que no estuvimos y el que no estamos, sobre el que no estaremos porque no queramos ser nosotros mismos y estemos esperando a hablarnos, cuando siquiera aún nos conocemos... quizás pudiera hablar de un sueño, del teatro, de la ironía, de la vergüenza,... quizás pudiera hablar de algo...

Pero no quiero hablar de nada, sólo de lo que no quiero hablar, de lo último que pienso, porque... ¿qué somos al fin y al cabo? Pensamos muchas cosas al día de las cuales no plasmamos en nuestra realidad ni una diezmilésima parte; pero lo que somos, por encima incluso de lo que hacemos, es lo último que pensamos al llegar a una cama, solitaria como un estanque sin visita en mitad de un océano desértico.

martes, 6 de abril de 2010

Hogares

Contar estrellas se hace pesado si no cesa el parpadeo

La vida es una suma de habitaciones

Las habitaciones,
sin dueño, son de paredes secas,
limpias de recuerdos o miradas,
de tactos, de instrumentos.

Son cepos sin reflejos
ni recorridos,
ventanas
sin estrellas,
el paisaje nocturno son sólo puntos con retraso.

Lo dije.
Contar estrellas se haría pesado.

Son espacios sin fragilidad,
burbujas sin aire, pompas sin hidróxido de sodio,
restos de tierra bien adiestrados
sin raíces,
desconocidos,
vértices.

Te lo advertí,
nunca cesará el parpadeo.

Las habitaciones,
libres, son de paredes secas,
sin siervos, ajenas a los segundos,
a las curiosidades de la lascivia,
a los cielos redondos,
a los barcos de sueños

que soporten los números de esta irreductible tempestad de ausencias.


SpNt2005 - 5/4/10

Esta no estará en el libro, por si os lo preguntabais.

Retiro lo dicho. Es demasiado mía.

viernes, 2 de abril de 2010

Esclavos del miedo

Es extraño aceptar con el tiempo lo que uno mismo escribe, como si el ejercicio de escribir se convirtiera en una especie de revelación de los propios pensamientos aún antes de que los hubiere imaginado. En esto se está convirtiendo escribir sobre la humanidad, desde fuera de la humanidad, aún cuando mi cuerpo pertenece a esta especie.

Soy de los que piensan que los animales sienten y son felices; ¿es que acaso no lo somos nosotros después de orinar, comer o echar un buen polvo? Si aquello que nos recuerda a cada instante que somos animales es para algunos lo único que nos une a la felicidad y también al resto de especies, ¿por qué el resto de especies no van a paladear el placer de los sentidos?

¿Y por qué parece tan importante si sienten o no los animales?¿Acaso deberíamos basar nuestra visión y nuestro trato en función de sus sentimientos?¿Es la empatía el único mecanismo que puede evitar nuestro suicidio? No lo sé. Sin embargo, mira a tu alrededor, tú, urbanita: los únicos animales que ves a tu alrededor son tus esclavos.

Si te das cuenta el único sonido de animales que puedes escuchar ahora mismo en cualquier ciudad es el ladrido condescendiente y el dulce y rebelde canto de los pájaros de los parques.

Las pequeñas aves son los únicos animales que han sobrevivido entre nosotros de forma salvaje. ¿Por qué? a) no volamos y, por tanto, pueden huir de nosotros con facilidad; b) su alimento (insectos o restos de comida) proporciona comodidad y limpieza a pequeña escala a nuestra especie; c) el hombre utiliza aves para uso propio, por ejemplo en los aeropuertos, aunque parece ser que es sólo cuestión de tiempo (probablemente el hombre, a través de los aeropuertos, marcará las rutas migratorias de las aves "por la seguridad de sus pasajeros") o la magia gracias a las más ingenuas; y d) sus excrementos no son extremadamente temidos por nuestra especie.

Aún así, aunque las palomas urbanas (.pdf) ya se han convertido en un peligro al portar en sí las características propias de la naturaleza: deterioran los edificios que el hombre levantó sobre una tierra llana y transmiten enfermedades que ponen en riesgo la común a todas las especies y más necesaria enfermedad de todas: la vida (¿es acaso la vida humana una vida diferente?).

A las palomas ya se les llama incluso "ratas con alas". Como si así fueran a ofenderse y decidieran por voluntad propia dejar paso a nuestra codicia, es más, las golondrinas "se rebelan" contra nosotros poniendo sus nidos en nuestros balcones, sustitutos de los árboles que les robamos.

Las ratas de ciudad (que hace tiempo que dejaron de vivir en el agujero de la pared de la cocina), sin embargo, no pueden huir tan fácilmente de nosotros, por lo que han quedado desterradas a los lugares a los que el hombre no tiene acceso por cuestión de tamaño o salubridad. Sólo pueden vivir en los resquicios de la máquina que el hombre ha creado. Si sólo hay tan pocos tipos es simplemente porque las otras 643 especies de su familia, los múridos, no han resistido bajo esas condiciones o no han tenido tiempo de adaptarse al nuevo depredador: el progreso. Con mucha más capacidad de adaptación debido a su alta capacidad reproductiva, los insectos se han adaptado mucho mejor, e incluso han provocado plagas cuando el hombre ha dejado de alejar sus excrementos de la ciudad o el planeta.

Lo curioso es que, a cambio de su destierro, el hombre ha beneficiado a estas especies con su mayor conquista: su explosión demográfica. Estas especies, al estar adaptadas para el ecosistema urbano, no tienen muchas dificultades para expandirse a lo largo y ancho del planeta gracias al calor. Ese es el milagro de la supervivencia en términos de selección natural (o te adaptas o desapareces).

Es cierto que las cucarachas sobrevivirían a un desastre nuclear, sin embargo, esto no significa que "conquistarían" la Tierra, no encabezarían la lista de opresores; los insectos no producen calor interno, por lo que si la luz no se mantiene encendida en las zonas frías del planeta morirían. El caso de las ratas es similar, sobreviven gracias al calor y a los residuos que generamos, fuera de las ciudades tendrían que buscar comida en un área más extensa y no tendrían la protección de los edificios; en un planeta de animales el sol volvería a marcar el curso de todas las vidas (véase el documental La vida sin seres humanos, una vez conocido el gran final aumenta el valor de los detalles).

Son esclavos porque les servimos de sustento pero nos temen. Y esa es su única forma de sobrevivir ante un depredador tan hambriento.

El resto de mamíferos de tierra: los perros, gatos o cualquier otra mascota, que duermen en el salón de casa, que sólo despiertan sus instintos al olor de la carne; no entran dentro de esta utopía. Comen comida elaborada, transportada en sacos y servida en plato. Son esclavos que obedecen órdenes, las suficientes como para no temerlos, símbolos de la inocencia perdida.

Porque somos esclavos de nuestro miedo.