Dos bebés gemelos conversan durante más de dos minutos.
Hacen movimientos, se alternan el turno de tatatá y se ríen. Algo que no es capaz de hacer la totalidad de los mayores y que parece de lo más simple. ¿Sobre qué hablan? Todas las opciones son posibles. Quizás era solo por tatatear un poco para establecer un primer idioma común entre hermanos, discutir la textura o la capacidad de absorción del pañal, o la maña de los papás para ponerlos (ahora que no nos entienden); improvisar una clase de ballet agarrados al tirador del horno, organizar una expedición para buscar el calcetín que falta, idear un plan para conseguir las galletas...
Los subtítulos no se han hecho esperar.