miércoles, 23 de diciembre de 2009
Hielo
Un día en la humanidad
...no fué por estos campos del bíblico jardín.
Antonio Machado
Por la mañana, Adán amaneció rodeado de placeres en un melódico bosque
y un transparente río.
O eso dice la Leyenda,
anterior a la Historia.
Al mediodía, expulsados de la fantasía,
los hombres amenazados por las pupilas brillantes de los monjes
fuimos tribu asentada alrededor de la otra vida.
Con el río, fue el trigo,
con el trigo, la guerra,
con la guerra, la selva.
Al atardecer, desapareció el río.
La cueva, la choza, la casa,... todas se quedaron pequeñas.
El agua se trasladó a tuberías nutriendo avisperos,
el frescor del bosque y la calidez del sol del mediodía
firmaron un pacto por consenso en aparatos eléctricos,
las especias pasaron a ser sólo la guindilla del alimento,
siguen al borde de la extinción, por cierto;
el pregonero fiel es transmitido a millones de oídos
en una cápsula de fácil digestión,
el ágora ha sido infectado por la propaganda,
la confianza es imagen,
ya pocos quedan que hayan sentido el sabor de un tomate recién cogido,
sin haber tocado antes un plástico.
La noche se acerca y las familias se reúnen a verlo
desde sus cárceles de ciudad.
Cae la tarde y nadie conoce
ni la Leyenda,
ni la Historia.
Nadie sale de casa cuando la ciudad es una casa con miles de habitantes,
los pasillos son de asfalto, el ocio es previo pago
y los frigoríficos están junto a los armarios de los centros comerciales.
El hombre moderno nunca ha salido de casa...
El mar es una atracción veraniega
es sólo una piscina olímpica con sal.
La naturaleza se reduce a césped y bichos inmunes al pesticida.
Los campos... ¿qué es eso? ¿Excursiones?
¡Qué pobres las ballenas!
¡Nuestros hijos no podrán verlas!
(Dicen protestar)
Nunca las verán. Conocerán todo acerca de su comportamiento,
escucharán grabaciones perfectas de sus cantos y casi podrán bailar con ellas bajo el mar,
pero nunca las verán, nunca las oirán, fuera de la pantalla.
Todas hace tiempo que han muerto...
Las del zoo son hologramas (sin hambre).
Como nunca verán las raíces bajo la tierra fuera de un libro de naturaleza
ni el nacimiento en los nidos ocupados por golondrinas
que anteriormente apostaban en balcones blancos de cortijos inmaculados;
antes de ser adoptadas por el hombre.
Enjauladas.
Anochecerá y nadie saldrá de casa...
y las familias rezarán frente a las pantallas
porque no haya que cambiar las bombillas.
Todo
¡Qué rápido pasa el tiempo!
¿Cuántas veces nos habremos parado a pensar eso mismo? Los días pasan con una fugacidad casi estelar y el horario de sueño es una mera cuestión de azar: tirar los dados y que caigamos rendidos de sueño antes de ver la cifra de carácter vinculante: la Verdad.
Es quizás la única razón que me ha mantenido activo durante el último mes, si menospreciamos injustamente algún enfado ocasional, el arte y compañía de un buen amigo, algún milagro dentro del metro con tintes a sagrado rito de lluvia, madrugadas de mirada blanca, algún que otro más dentro de internet, gratas sorpresas más bien. La mayor parte del tiempo solo. Y, cinco minutitos de posible amor. No más.
He caído rendido de sueño antes de ver el resultado del segundo dado. El que nunca dependerá de mí, por suerte y por desgracia. Por si acaso, nada más despertar lo he tapado con la manta para congelarlo y lo he escondido bajo la cama. Así sólo me sorprenderá en sueños, nunca desprevenido. Hasta que sea demasiado tarde. Tristemente, no me preocupa. Sinceramente, no me importa si sigue ahí cuando vuelva. Sé que nadie limpiará mi habitación durante mi ausencia y la suerte, por desgracia, siempre está echada, siempre está perdida y hay que esperar a que se encuentre a sí misma.
Hablando de nada,... y escribiendo de todo.
¿Cuántas veces nos habremos parado a pensar eso mismo? Los días pasan con una fugacidad casi estelar y el horario de sueño es una mera cuestión de azar: tirar los dados y que caigamos rendidos de sueño antes de ver la cifra de carácter vinculante: la Verdad.
Es quizás la única razón que me ha mantenido activo durante el último mes, si menospreciamos injustamente algún enfado ocasional, el arte y compañía de un buen amigo, algún milagro dentro del metro con tintes a sagrado rito de lluvia, madrugadas de mirada blanca, algún que otro más dentro de internet, gratas sorpresas más bien. La mayor parte del tiempo solo. Y, cinco minutitos de posible amor. No más.
He caído rendido de sueño antes de ver el resultado del segundo dado. El que nunca dependerá de mí, por suerte y por desgracia. Por si acaso, nada más despertar lo he tapado con la manta para congelarlo y lo he escondido bajo la cama. Así sólo me sorprenderá en sueños, nunca desprevenido. Hasta que sea demasiado tarde. Tristemente, no me preocupa. Sinceramente, no me importa si sigue ahí cuando vuelva. Sé que nadie limpiará mi habitación durante mi ausencia y la suerte, por desgracia, siempre está echada, siempre está perdida y hay que esperar a que se encuentre a sí misma.
Hablando de nada,... y escribiendo de todo.
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