lunes, 17 de enero de 2011

Cara

Ya está. Ya lo sé. Ya sé lo que me pasa. Yo, el que escribe, el de carne y hueso, el que siente y padece, entabla conversación con la página, a solas. Las conversaciones más importantes de la vida quedan entre unos pocos. Y eso contradice todo esto. Aunque sea bajo cierta "imagen de marca".

Pero hay que comer, y quizás alguien que pretende vivir de lo que escribe pero le es indiferente ser leído es sostenible. Pero no vende libros... y no es social, no es internet. Y me discuto y argumento constantemente hacia algo parecido a una certeza sobre los ángulos de una intimidad arrogante. Y no encuentro nada que se parezca a la palabra "honesto". Necesito y temo la opinión.

Paciencia. Es el momento de ser feliz, responsable, trabajador y nostálgico. He regresado a Madrid y le temo al juicio que recae sobre mí. Le temo a las máscaras por caer bien, por venderme, por desconocerme. Pero ese es un lujo que no puedo permitirme.