Yo sé cosas. Y cuando digo que estamos solos, estamos solos.
Lars Von Trier, Melancolía
Esperáis que os proporcione palabras
de consuelo
frases que sofoquen la penosa
inquietud que, adivináis,
crece en vosotros
como un tálamo
ennegrecido.
Además, está la asfixia
claustrofóbica, el clamor
de los insectos
bullendo en la garganta,
y el corazón cubierto
de obsidianas
relucientes:
la pavorosa ofuscación
de la ansiedad.
Creedme.
Quisiera poseer esas palabras, deciros
que existe el hombre puro y que en él
no ramifica sin remedio,
enredada en sus costillas,
la amargura perpetua
de lo humano.
Acaso así podrías negar
el sofocante desamparo que provoca
esa constante sensación de interinidad
decantada sobre tu cuerpo
partícula
a partícula,
ese no estar del todo en ningún sitio,
y caminar siempre en línea recta
hacia la hoguera,
como un ave empeñado
en atravesar
el cristal.
Tu vida se ha convertido
en el triste hábito de arrebatarte,
despreocupada e implacablemente,
todo lo bueno
que para ti deseas
y de observar,
con pasmo detenido,
lo natural
del movimiento
y tu siniestra
satisfacción.
Qué es, de dónde viene
esta piedra negra
que ocupa el lugar
que tantos otros
llaman amor.
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