sábado, 23 de junio de 2012
Tercero
-¿Y si no puedo?
- Mala cosa entonces. Mira, Ender, siento que estés solo y asustado. Pero los insectores están ahí fuera. Diez billones, cien billones, un millón de billones, por lo que sabemos. Con otras tantas naves, por lo que sabemos. Con armas que no conocemos. Y con ganas de usar esas armas para barrernos. No está en juego el mundo, Ender. Sólo nosotros. Sólo la raza humana. En lo que se refiere al resto de la Tierra, si somos barridos habría un reajuste y se acomodaría el siguiente paso en la evolución. Pero la humanidad no quiere morir. Como especie, hemos evolucionado para sobrevivir. Y lo hacemos esforzándonos, afanándonos, y, al cabo de unas cuantas generaciones, trayendo al mundo un genio. El que inventó la rueda. Y la luz. Y el vuelo. El que construyó una ciudad, una nación, un imperio. ¿Entiendes algo de lo que te digo?
Ender pensaba que sí, pero no estaba seguro, y por eso no dijo nada.
- Mala cosa entonces. Mira, Ender, siento que estés solo y asustado. Pero los insectores están ahí fuera. Diez billones, cien billones, un millón de billones, por lo que sabemos. Con otras tantas naves, por lo que sabemos. Con armas que no conocemos. Y con ganas de usar esas armas para barrernos. No está en juego el mundo, Ender. Sólo nosotros. Sólo la raza humana. En lo que se refiere al resto de la Tierra, si somos barridos habría un reajuste y se acomodaría el siguiente paso en la evolución. Pero la humanidad no quiere morir. Como especie, hemos evolucionado para sobrevivir. Y lo hacemos esforzándonos, afanándonos, y, al cabo de unas cuantas generaciones, trayendo al mundo un genio. El que inventó la rueda. Y la luz. Y el vuelo. El que construyó una ciudad, una nación, un imperio. ¿Entiendes algo de lo que te digo?
Ender pensaba que sí, pero no estaba seguro, y por eso no dijo nada.
Extraído de El juego de Ender, por Orson Scott Card
(Gracias Germán)
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