viernes, 21 de diciembre de 2012
Fiebre onírica (Reseña)
Es mi primera vez. Siempre he pensado que es más útil leer un libro que una reseña sobre él. Habiendo leído apenas 20 páginas se puede definir una escritura, por mucho que las nuevas tecnologías parezcan haber engullido la caligrafía. Si para entonces sigues llevando la cuenta, por algo será.
El papel está limpio, el bolígrafo manchado. 'Fiebre onírica' es un libro de relatos. Son breves porque se leen en poco tiempo, pero el raciocinio puede alargarlos un buen rato. Se respira Madrid, el polvo de las calles empolvadas de lujo. Se respira un joven autor, influido a propósito por su biografía y la de aquellos que lo rodean, aquellos que le importan no siempre para bien.
La fotografía es una sociedad gris. Hay negros: drogas, asco, depravación y venganza. No es infantil. Es un realismo que más parte de un pesimismo crepuscular que del idealismo utópico suavizado por colores pastel.
No hay mentira ni engaño, hay perspectiva. Puedes compartirla, sentir el puño cerrarse ante una violación o echar a correr perseguido por el tintineo de unas monedas vacías. Puedes intentar esquivarla, pero impacta.
Las descripciones parecen más propias del periodismo detallista, del "Nuevo Periodismo", del decir diciendo para que el lector decida lo importante; que de la ficción, llevada hasta los límites de la angustia, la sinceridad o el sarcasmo. No hay titulares fáciles y algo de poesía.
Hay luces. Tampoco es contraste. Es un vidrio translúcido que deja caer que por algo merece la pena seguir vivo, por algo tiene que merecer la pena, por alguien tener estas dos manos sin cortar. No es ira ni agotamiento, es la impotencia del suicida que no quiere ser ni mártir ni otra cifra en valde, que sólo se atreve a morir por desamor. Es la palabra de alguien que mira a los ojos a la realidad y sólo puede agachar la cabeza, soltar unas gotas, y seguir mirando al frente. Seguir escribiendo con estrellas sobre la cabeza.
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