De Waste Land (La tierra baldía) (1922)
III. The Fire Sermon
The river’s tent is broken: the last fingers of leaf
Clutch and sink into the wet bank. The wind
Crosses the brown land, unheard. The nymphs are departed.
Sweet Thames, run softly, till I end my song.
The river bears no empty bottles, sandwich papers,
Silk handkerchiefs, cardboard boxes, cigarette ends
Or other testimony of summer nights. The nymphs are departed.
And their friends, the loitering heirs of city directors;
Departed, have left no addresses.
By the waters of Leman I sat down and wept . . .
Sweet Thames, run softly till I end my song,
Sweet Thames, run softly, for I speak not loud or long.
But at my back in a cold blast I hear
The rattle of the bones, and chuckle spread from ear to ear.
A rat crept softly through the vegetation
Dragging its slimy belly on the bank
While I was fishing in the dull canal
On a winter evening round behind the gashouse
Musing upon the king my brother’s wreck
And on the king my father’s death before him.
White bodies naked on the low damp ground
And bones cast in a little low dry garret,
Rattled by the rat’s foot only, year to year.
But at my back from time to time I hear
The sound of horns and motors, which shall bring
Sweeney to Mrs. Porter in the spring.
O the moon shone bright on Mrs. Porter
And on her daughter
They wash their feet in soda water
Et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole!
Twit twit twit
Jug jug jug jug jug jug
So rudely forc’d.
Tereu
Unreal City
Under the brown fog of a winter noon
Mr. Eugenides, the Smyrna merchant
Unshaven, with a pocket full of currants
C.i.f. London: documents at sight,
Asked me in demotic French
To luncheon at the Cannon Street Hotel
Followed by a weekend at the Metropole.
At the violet hour, when the eyes and back
Turn upward from the desk, when the human engine waits
Like a taxi throbbing waiting,
I Tiresias, though blind, throbbing between two lives,
Old man with wrinkled female breasts, can see
At the violet hour, the evening hour that strives
Homeward, and brings the sailor home from sea,
The typist home at teatime, clears her breakfast, lights
Her stove, and lays out food in tins.
Out of the window perilously spread
Her drying combinations touched by the sun’s last rays,
On the divan are piled (at night her bed)
Stockings, slippers, camisoles, and stays.
I Tiresias, old man with wrinkled dugs
Perceived the scene, and foretold the rest—
I too awaited the expected guest.
He, the young man carbuncular, arrives,
A small house agent’s clerk, with one bold stare,
One of the low on whom assurance sits
As a silk hat on a Bradford millionaire.
The time is now propitious, as he guesses,
The meal is ended, she is bored and tired,
Endeavours to engage her in caresses
Which still are unreproved, if undesired.
Flushed and decided, he assaults at once;
Exploring hands encounter no defence;
His vanity requires no response,
And makes a welcome of indifference.
(And I Tiresias have foresuffered all
Enacted on this same divan or bed;
I who have sat by Thebes below the wall
And walked among the lowest of the dead.)
Bestows one final patronising kiss,
And gropes his way, finding the stairs unlit . . .
She turns and looks a moment in the glass,
Hardly aware of her departed lover;
Her brain allows one half-formed thought to pass:
“Well now that’s done: and I’m glad it’s over.”
When lovely woman stoops to folly and
Paces about her room again, alone,
She smoothes her hair with automatic hand,
And puts a record on the gramophone.
“This music crept by me upon the waters”
And along the Strand, up Queen Victoria Street.
O City city, I can sometimes hear
Beside a public bar in Lower Thames Street,
The pleasant whining of a mandoline
And a clatter and a chatter from within
Where fishmen lounge at noon: where the walls
Of Magnus Martyr hold
Inexplicable splendour of Ionian white and gold.
The river sweats
Oil and tar
The barges drift
With the turning tide
Red sails
Wide
To leeward, swing on the heavy spar.
The barges wash
Drifting logs
Down Greenwich reach
Past the Isle of Dogs.
Weialala leia
Wallala leialala
Elizabeth and Leicester
Beating oars
The stern was formed
A gilded shell
Red and gold
The brisk swell
Rippled both shores
Southwest wind
Carried down stream
The peal of bells
White towers
Weialala leia
Wallala leialala
“Trams and dusty trees.
Highbury bore me. Richmond and Kew
Undid me. By Richmond I raised my knees
Supine on the floor of a narrow canoe.”
“My feet are at Moorgate, and my heart
Under my feet. After the event
He wept. He promised a ‘new start.’
I made no comment. What should I resent?”
“On Margate Sands.
I can connect
Nothing with nothing.
The broken fingernails of dirty hands.
My people humble people who expect
Nothing.”
la la
To Carthage then I came
Burning burning burning burning
O Lord Thou pluckest me out
O Lord Thou pluckest
burning
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III. El sermón del fuego [39]
El dosel del río se ha roto; los últimos dedos de follaje
tratan de agarrarse y se hunden en la orilla húmeda. El viento
atraviesa desoído la tierra parda. Las ninfas se han ido.
Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe[40].
El río ya no lleva botellas vacías, papel de bocadillo,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
ni otros testigos de noches de verano. Las ninfas se han ido.
Y sus amigos, vagos herederos de ejecutivos de la City[41]
—se han ido y no han dejado señas.
En la orilla del Leman me senté y lloré[42]…
Fluye suave, dulce Támesis, hasta que mi canción acabe,
fluye suave, dulce Támesis, pues no hablo alto ni extenso.
Pero a mi espalda en un golpe frío oigo[43]
un estallido de risa muda y la percusión de huesos.
Una rata se deslizó en la vegetación
fregando el vientre viscoso en la orilla
mientras estaba yo pescando en el canal sombrío
una tarde de invierno ahí tras la fábrica de gas
pensando en el naufragio de mi hermano el rey
y en la muerte de mi padre el rey antes de él[44].
Blancos cuerpos desnudos en el suelo bajo y húmedo
y huesos echados en un desván seco y exiguo
cada año revueltos por pasos de rata tan solo.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo[45]
el fragor de bocinas y motores, que en primavera[46]
llevarán a Sweeney[47] con Mrs. Porter.
Cómo brillaba la luna en Mrs. Porter[48]
y en su hija
los pies se lavaban con agua de soda
Et O ces voix d’enfants, chantant dans la coupole[49]!
Twit twit twit[50]
Yag yag yag yag yag yag
Tan brutalmente forzada.
Tereo
Ciudad irreal
bajo la neblina sepia de un mediodía de invierno
Mr. Eugenides, el mercader de Esmirna
sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas[51]
(C.i.f[52]. Londres: documentos a la vista),
me propuso en un francés demótico
comer en el Cannon Street Hotel
y pasar luego un fin de semana en el Metropole.
En la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se levantan de la mesa, cuando el motor humano aguarda
como un taxi resollando en espera,
yo, Tiresias, aunque ciego, resollando entre dos vidas[53],
viejo con arrugados pechos de mujer, puedo ver,
en la hora violeta, la hora del atardecer que se afana
hacia casa, y a casa devuelve del mar al marinero[54],
a casa la secretaria para el té, que prepara el desayuno, enciende
el fogón y saca comida enlatada.
En la ventana se tienden peligrosas
sus combinaciones, secándose con el último sol,
se apilan en el diván (cama, de noche)
medias, zapatillas, camisas y sujetadores.
Yo, Tiresias, viejo de arrugadas tetas,
contemplé la escena y predije el resto
—aguardaba también al huésped anunciado.
Él, joven forunculoso, llega,
empleado de una pequeña agencia, con mirada altiva,
uno de esos advenedizos tan arrogantes
como un sombrero de copa en un nuevo rico de Bradford.
El momento es ya propicio, imagina,
la cena terminada, ella aburrida y cansada,
intenta atraerla con caricias
que si bien no desea, aún no rechaza.
Sofocado y decidido, se abalanza de golpe;
las manos exploran sin obstáculo,
su vanidad no requiere respuesta
y acepta con gusto la indiferencia.
(Y yo Tiresias todo lo he sufrido de antemano,
todo lo ocurrido en esta cama o diván,
yo que me senté a los pies del muro de Tebas
y caminé entre los muertos más profundos).
Concede un último e indulgente beso,
busca a tientas la puerta, no hay luz en el rellano…
Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
apenas consciente del amante que se aleja;
su mente consiente medio pensamiento:
«Bueno, ya está: me alegro de que haya pasado».
Cuando bella mujer pierde la cabeza[55]
y pasea luego por su cuarto a solas,
se alisa el pelo sin darse cuenta
y pone un disco en la gramola.
«Me seguía esa música sobre las aguas[56]»
y a lo largo del Strand, Queen Victoria Street arriba.
Oh, ciudad, ciudad, oigo a veces
al lado de un pub en Lower Thames Street
el dulce lamento de una mandolina
y el ruido y la cháchara adentro
donde los pescaderos se distraen a mediodía: donde los muros
de Magnus Martyr albergan[57]
un misterioso esplendor de jónicos blanco y oro.
El río suda[58]
aceite y brea
las barcas derivan
con el cambio de marea
velas rojas
grandes
a sotavento, ríen en el mástil.
Las barcas barren
troncos flotantes
Greenwich Reach abajo
la Isle of Dogs pasada.
Weialala leia
Wallala leialala
Elizabeth y Leicester[59]
batiendo remos
la popa formaba
una concha dorada
rojo y oro
el agua picada
en las ribas olea
viento del sudoeste
corriente abajo engolfaba
el repique de campanas
torres blancas
Weialala leia
Wallala leialala
«Tranvías y sucias ramas.
Highbury me alumbró. Richmond and Kew[60]
me deshizo. En Richmond me alcé de rodillas
supina en el fondo de una estrecha canoa».
«Tengo los pies en Moorgate y el corazón
bajo los pies. Tras el suceso
él lloró y prometió “un nuevo comienzo”.
No hice ningún comentario. ¿A qué reprochárselo?»
«En Margate Sands.
No puedo conectar
nada con nada.
Las uñas rotas de manos sucias.
Mi gente sencilla gente que no espera
nada».
la la
Vine entonces a Cartago[61]
Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo[62]
Oh Señor tú me arrancas[63]
Oh Señor tú arrancas
Ardiendo
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[40] Véase Spenser, «Prothalamion». (N. del A.)
Eliot concreta el origen de este verso en el «Prothalamion» (1596) del poeta isabelino Edmund Spenser (1552-1599), un epitalamio —un canto nupcial— donde se reitera «Sweet Themmes run softly, till I end my Song» («Dulce Támesis, fluye suave, hasta que mi canción acabe.»).
[41] La City es el distrito financiero de Londres, de ahí que deje la denominación original.
[42] Probablemente un eco del Salmo 137:
junto a los ríos de Babel
estábamos sentados y llorando, recordando a Sión.
[43] Según indica Eliot en su nota al verso 196, esta imagen procede del poema «To His Coy Mistress» («A su recatada amante») del poeta metafísico Andrew Marvell:
But at my back I always hear
Time’s winged charriot hurrying near.
Que puede traducirse como:
Tero a mi espalda no dejo de oír
cómo el alado carro del tiempo acecha.
[44] Compárese con La tempestad, I, ii. (N. del A.)
Eliot señala de nuevo La tempestad, ahora el momento en que Fernando (I, ii, 388-393) oye por primera vez las canciones de Ariel y piensa en el naufragio de su padre Alonso, rey de Nápoles:
Where should this music be? I’ the’air or th’ earth?
It sounds no more; and sure it waits upon
Some god o’ th’ island. Sitting on a bank,
Weeping again the King my father’s wrack
This music crept by me upon the waters,
Allaying both their fury and my passion
With its sweet air.
Doy la versión de Marcelo Cohen y Graciela Speranza en Shakespeare, Obra completa IV, Romances, Debolsillo, Barcelona, 2012, p. 621:
¿De dónde viene esta música? ¿De la tierra
o el aire? No se oye más; y seguramente sirve
a un dios de la isla. Sentado en un ribazo,
llorando el naufragio de mi padre, el rey,
esta música onduló por las olas hasta mí,
mitigando a un tiempo con dulzura
su furia y mi pasión.
[45] Compárese con Marvell, «Το His Coy Mistress». (N. del A.)
[46] Compárese con Day, Parliament of Bees:
Cuando atento escuches de pronto
un ruido de cuernos y caza, que traerá
a Acteon con Diana en primavera,
cuando todos verán su piel desnuda…(N. del A.)
En su nota a este verso, Eliot nos remite al poema The Parliament of Bees (El parlamento de las abejas, 1641) del poeta isabelino John Day (1574-1640).
[47] Sweeney es uno de los personajes cómico-sórdidos, habitual de los prostíbulos, de la poesía anterior de Eliot, en concreto aparece en «Sweeney Erect» y «Sweeney Among the Nightingales» (Poems, 1920, un libro intermedio entre Prufrock y La tierra baldía). Aquí la relación de Sweeney con Mrs. Porter, probablemente dueña de un prostíbulo, parece una actualización irónica del mito de Diana y Acteón, aludido en el poema de Day. Acteón espió a Diana cuando se bañaba desnuda en un bosque y, como castigo, la diosa lo convirtió en ciervo y lo persiguió con una jauría de perros hasta despedazarlo. Lo cuenta Ovidio en las Metamorfosis (III, 198-252).
[48] No conozco el origen de la balada de la que proceden estos versos: me la refirieron como procedente de Sidney, Australia. (N. del A.)
[49] Véase Verlaine, Parsifal (N. del A.)
Como indica Eliot, se trata del último verso del soneto de Paul Verlaine titulado «Parsifal» (1886) y se puede traducir como: «Ah y esas voces de niños cantando bajo la cúpula».
El poema hace referencia a Parsifal (1882), la ópera de Richard Wagner basada en el poema épico de Wolfram von Eschenbach sobre el mito artúrico del caballero Perceval y el Rey Pescador. Véase al respecto la nota sobre el título del poema.
[50] Eliot vuelve a recordar el canto del ruiseñor y la violación de Filomela. El término inglés twit, que se refiere al piar o al gorjeo de un ave, está suficientemente extendido en nuestra época como para tener que traducirlo por un embarazoso «pío pío» o «chui chui».
[51] El precio de las pasas incluía «coste, seguro y transporte hasta Londres»; y el conocimiento de embarque, etcétera, se daba al comprador después del pago de un giro a la vista. (N. del A.)
[52] C.i.f. es el acrónimo inglés de «cost, insurance and freight» (coste, seguro y cargamento), utilizado para el transporte de bienes.
[53] Tiresias, aunque es un mero espectador y no propiamente un protagonista, es no obstante el personaje más importante del poema y el que vertebra a todos los demás. Del mismo modo que el mercader tuerto, vendedor de pasas, se confunde con el marinero fenicio, y éste no se diferencia del todo de Fernando, príncipe de Nápoles, todas las mujeres son una sola mujer y ambos sexos se reúnen en Tiresias. Lo que ve Tiresias es, de hecho, la sustancia del poema. El pasaje entero de Ovidio tiene un gran interés antropológico:
… Cum lunone iocos et «maior vestra prefecto est
Quarn quae contingit maribus», dixisse, «voluptas».
Illa negat; placuit quae sit sententia docti
Quarere Tiresiae: Venus huic erat utraque nota.
Nam dúo magnorum viridi coeuntia silva
Corpora serpentum baculi violaverat ictu
Deque viro factus, mirabile, femina septem
Egerat autumnos; octavo rursus eosdem
Vidit et «est vestrae si tanta potentia plagae»,
Dixit «ut auctoris sortem in contraria mutet,
Nunc quoque vos feriam!» percussis anguibus isdem
Forma prior rediit genetivaque venit imago.
Arbiter hic igitur sumptus de lite iocosa
Dicta lovis firmat; gravius Saturnia iusto
Nec pro materia fertur doluisse suique
ludicis aeterna damnavit lumina nocte,
At pater omnipotens (neque enim licet imita cuiquam
Facta deifecisse deo) pro lumine adempto
Scire futura dedit poenamque levavit honore. (N. del A.)
Según quiere la leyenda, un día Tiresias vio a unas serpientes apareándose, las golpeó para apartarlas y de pronto se convirtió en mujer. Siete años más tarde hizo lo mismo con otras serpientes y volvió a ser un varón. Al haber encarnado los dos sexos, fue solicitado para mediar en una discusión entre Hera y Zeus —Juno y Jove en Roma— acerca de quién gozaba más, si el hombre o la mujer. Tiresias contestó que la mujer sentía mucho más placer. Hera, indignada, le dejó ciego, pero Zeus le compensó otorgándole el don de la profecía. Desde entonces, Tiresias es un mediador entre los sexos, entre dioses y hombres y entre muertos y vivos.
En su nota, Eliot da la versión de Ovidio en las Metamorfosis (III, 316-338), que podemos traducir así:
… divirtiéndose con juno: «Vuestro placer es mayor
que el que sentimos nosotros los varones», le dijo.
Ella lo niega y acuerdan pedir el juicio al docto
Tiresias, conocedor de una y otra Venus.
Pues había visto a dos grandes serpientes acopladas
en el bosque y con el bastón las golpeó
y, oh maravilla, de hombre se hizo mujer
durante siete otoños, al octavo las volvió a ver
y dijo: «Si es tanta la fuerza de vuestro poder
como para revertir la suerte del ejecutor,
ahora también os hiero». Golpeadas las serpientes,
recuperó la forma primera y cobró la imagen nativa.
Elegido pues como árbitro de la lid jocosa,
aprueba lo dicho por Jove; demasiado se dolió Saturnia
y fuera de medida condenó al juez a una noche eterna.
El padre omnipotente (no siendo lícito que los hechos
de un dios los deshaga otro) por la luz perdida
le da la visión del futuro y con la gloria alivia la pena.
[54] Quizás esto no corresponda exactamente a los versos de Safo, pero yo tenía en mente al pescador de bajura o de bote que regresa al anochecer. (N. del A.)
En su nota, Elíot se refiere a un fragmento (104.a L-P) de Safo. Doy la versión de Joan Ferraté en Líricos griegos arcaicos, Barcelona, Seix Barral, 1968:
Estrella de la tarde, que a casa
llevas cuanto dispersó la Aurora clara:
llevas a casa a la oveja,
llevas a casa a la cabra,
y de la madre a la hija separas.
Puestos a encontrar asociaciones, hay también en esos versos algo que recuerda al final del poema «Requiem» (1887) de Robert Louis Stevenson:
Here he lies where he longed to be;
Home is the sailor, home from the sea,
And the hunter home from the hill.
Yace aquí donde quería estar;
vuelve a casa el marinero, a casa del mar
y a casa vuelve el cazador de la colina.
[55] Véase Goldsmith, la canción en El vicario de Wakefield. (N. del A.) Eliot nos remite a una canción que sale en El vicario de Wakefield (1762), la novela de Oliver Goldsmith (1730-1774):
When lovely woman stoops to folly,
And finds too late that men betray,
What charm can soothe her melancholy
What art can wash her guilt away?
[Cuando bella mujer pierde la cabeza
y tarde sabe que los hombres traicionan,
¿qué magia puede calmar su tristeza,
qué arte puede lavar su culpa?]
En la traducción, he intentado mantener ese giro irónico hacia la canción que el oído detecta en el original inglés.
[56] Véanse las notas a los versos 191-192.
[57] El interior de Saint Magnus Martyr es a mi juicio uno de los mejores interiores de Wren. Véase The Proposed Demolition of Nineteen City Churches (P. S. King & Son Ltd.). (N. del A.)
Sir Christopher Wren (1632-1723) fue un arquitecto y científico inglés, recordado sobre todo por su trabajo de reconstrucción de muchas iglesias de Londres tras el gran incendio de 1666, entre ellas la de Saint Magnus Martyr.
[58] La canción de las (tres) hijas del Támesis empieza aquí. Desde el verso 292 hasta el 306 incluido hablan por turnos. Véase Götterdämmerung, III, i: las hijas del Rin. (N. del A.)
Según dice Eliot en su nota, éstas son las canciones de las tres hijas del Támesis, que no sabemos quiénes son y que el propio Eliot compara con las ondinas de El crepúsculo de los dioses (1876) de Richard Wagner, cuyo canto es ese «weialala leía» que se repite en estos versos.
[59] Véase Froude, Elizabeth, vol. I, cap. IV, carta de De Quadra al rey Felipe de España:
Por la tarde estábamos en un barca, mirando los juegos en el río. [La reina] estaba sola con lord Robert y conmigo en la popa, cuando empezaron a decir tonterías, hasta tal punto que lord Robert al fin dijo que, puesto que yo estaba ahí, no había ninguna razón para que no se casaran si a la reina le placía. (N. del A.)
La obra a la que hace referencia Eliot en su nota es History of England from the Fall of Wolsey to the Death of Elizabeth (Historia de Inglaterra desde la caída de Wolsey hasta la muerte de Isabel, 1856-1870) del historiador James Anthony Froude (1818-1894), en concreto al volumen titulado Reign of Elizabeth (Reinado de Isabel, 1863). Se trata de la reina Isabel I Tudor (1533-1603), llamada la reina virgen porque nunca se casó. Uno de sus muchos pretendientes fue Robert Dudley, primer conde de Leicester.
[60] Compárese con Purgatorio, v. 133:
Ricorditi di me, che son la Pia;
Siena mi fe’, disfecemi Maremma.(N. del A.)
Eliot nos remite de nuevo a Dante, al canto V del Purgatorio (vv. 130-136), a un célebre parlamento de una mujer llamada Pia dei Tolomei, a quien su marido, en el sur de la Toscana, encarceló, torturó y envenenó:
«Deh, quando tu sarai tornato al mondo,
e riposato della lunga via»,
seguitó il terzo spirito al secondo,
«ricorditi di me che son la Pia:
Siena mi fé; disfecemi Maremma:
salsi colui che ’nnanellata pria
disposando m’avea con la sua gemma».
Que podemos traducir como:
[«Cuando hayas vuelto al mundo
y descansado del largo viaje»,
siguió el tercer espíritu al segundo,
«acuérdate de mí que soy Pia:
Sienna me alumbró, me deshizo Maremma,
lo sabe aquel que me desposó
anillándome con su gema».]
[61] Véase san Agustín, Confesiones: «Vine entonces a Cartago, donde un hervidero de amores profanos me cantaba en los oídos». (N. del A.)
El pasaje de las Confesiones de san Agustín que cita aquí Eliot (III, i, I) trata básicamente sobre la satisfacción del deseo sexual.
[62] El texto completo del Sermón del Fuego de Buda (que equivale en importancia al Sermón de la Montaña) del que provienen estas palabras, está traducido en el libro del difunto Henry Clarke Warren Buddhism in Translation (Harvard Oriental Series). Mr. Warren fue uno de los grandes pioneros del estudio del budismo en Occidente. (N. del A.)
Eliot cita El Sermón del Fuego de Buda según la versión inglesa de Henry Clarke Warren (1854-1899) en Buddhism in Translation (Budismo en traducción, Cambridge, Harvard University Press, 1896).
[63] Otra vez de las Confesiones de san Agustín. La ubicación de estos dos representantes del ascetismo oriental y occidental, así como la culminación de esta parte del poema, no es casual. (N. del A.)