De Cuadernos de Nueva York (1998)
A orillas del East River
I
En esta encrucijada,
flagelada por vientos de dos ríos
que despeinan la calle y la avenida,
pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
descienden las palabras a mi mano,
picotean los granos de rocío,
buscan entre mis dedos las migajas de lágrimas.
Siempre aspiré a que mis palabras,
las que llevo al papel,
continuasen llorando
-de pena, de felicidad, de desesperanza,
al fin, todo es lo mismo-,
porque yo las había llorado antes;
antes de que desembocasen en el papel blanquísimo,
en el papel deshabitado, que es el morir.
Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
de lo que tuvo vida.
Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
lloraría por seres que jamás conoció,
que acaso no es posible que existieran
aunque estuvieron vivos
en el recuerdo o en la imaginación.
Lloraríamos todos por los desconocidos,
los -para mí -difuminados
en la magia del tiempo.
Contra las estructuras
de metal y de vidrio nocturno
rebotan las palabras aún sin forma,
consagradas en el torbellino helado,
y no me hacen llorar.
Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!
II
Yo ya no lloro,
excepto por aquello que algún día
me hizo llorar:
los aviones que proclamaban
que todo había terminado;
la estación amarilla diluida en la noche
en la que coincidían, tan sólo unos instantes,
el tren que partía hacia el norte
y el que partía hacia el oeste
y jamás volverían a encontrarse;
y la voz de Juan Rulfo: «diles que no me maten»;
y la malagueña canaria;
y la niña mendiga de Lisboa
que me pidió un «besiño».
Yo ya no lloro.
Ni siquiera cuando recuerdo
lo que aún me queda por llorar.
"La poesía social tenía el defecto de no ser popular. Esa poesía se ha quedado entre los poetas, entre los intelectuales de profesión. Por ello, en cierto modo, ha fracasado. Los poetas hablaron "del" pueblo, pero no hablaron "al" pueblo.
[...]
—La honestidad de mi poesía, no su valor —dice Hierro—, reside en el hecho de que he escrito siempre para mí. El poeta tampoco puede escribir sólo para que le entiendan los demás. Escribe para entenderse a sí mismo, que es la única manera de que puedan entenderlo los otros, ya que somos una porción de esos otros."
Fragmentos de "Quizá el arte necesite de injusticias sucesivas para no languidecer" (1976)
"Yo encuentro mi propia voz en el año de 1944. Entonces yo trabajaba de obrero en un fábrica, y hacía sonetos porque había mucho ruido por unas máquinas trituradoras. Entonces yo me divertía haciendo sonetos, que era como hacer gimnasia. Mientras trabajaba en los años de cárcel en las máquinas en realidad en mi mente estaba haciendo versos y declamándolos a un compañero. Esto me sirvió para ir haciendo oído, a oír el ritmo de las palabras, que luego podía recordar; cuando llegaba la noche transcribía aquello que había estado haciendo. Era como un juego.
[...]
Entonces un grupo de jóvenes que estabamos uno contra otro en los petates de aquella prisión, separados apenas por unos 40 centímetros, pusimos los libros como si estuviéramos en casa, en una especie de estantería. Pero un día pasó un cura miserable, vio aquellos libros, y los requisó diciendo que habían entrado sin autorización. No sé que maldad había en Dostoievski o el pobre Gabriel Miró, pero en todo caso los libros desaparecieron. En la cárcel seguía descubriendo la vida, que era lo que importaba.
[...]
El poema nace de una emoción, de una intensidad. Pero no se sabe entonces de qué va a constar. Yo a veces veo un tipo de poesía, como la del siglo XVIII, que es una poesía en la que ya se saben el poema antes de escribirlo. A mí me gusta que el poema vaya delante de ti. El perro del Lazarillo guía al ciego, pero el ciego tuvo que adiestrarlo primero. De manera que el poema te lleva a donde no sabías que querías ir, como el perro lleva al Lazarillo. Yo he hecho poesía en prosa, que es un genero distinto a la llamada prosa poética, que nunca he sabido lo que es. La prosa poética me parece una prosa adornada. La diferencia que puede haber para mí entre un poema en prosa y un poema en verso libre es la misma que puede haber entre una papa y una rosa. Lo que importa de la planta de la papa es precisamente la papa, que está debajo de la tierra. Lo que importa de la rosa es lo que está arriba. Pero una es la raíz de lo que se come y la otra es la raíz que alimenta lo que ves."
Fragmentos de "El mundo nunca ha sido libre" (1998)
"La poesía no es ni mejor ni peor que las demás artes es, simplemente, lo que puede ser, aunque el artista siempre ansía el arte total; en él convive la necesidad de integración, la búsqueda de una entidad suprema. Lo que sí es cierto, es que la poesía toma de la música el ritmo, la musicalidad de las palabras; el color de la pintura; de la arquitectura, la estructura; de la escultura, el volumen. Es la gran vampira que se alimenta de sangre ajena.
[...]
¿Cómo se debería enseñar la poesía?
Lo peor que se puede hacer en las aulas es explicarla sin haberla leído. Eso me hace recordar a dos personajes de “La Codorniz”, que protagonizaban una tira cómica; uno contaba un chiste, y el otro se lo explicaba. Hay que leer la poesía o, mejor dicho, hay que oírla, eso es lo principal. Las explicaciones sobre las características del verso o la vida del autor son secundarias. Además, ¿qué quiere decir, por ejemplo: Verde, que te quiero, verde? A uno le gusta, le llega, pero, en verdad, no se alcanza a comprender su significado.
Lleva tres años sin publicar, ¿por qué?
Estoy cansado. También puede ser que no se me ocurra nada… Ni siquiera he sido capaz de terminar mi discurso de ingreso en la Academia. No es problema de inspiración, porque la inspiración es sólo el principio, es como el hambre que te lleva a buscar algo para comer, luego comienza la comida, el trabajo, de él sale el verso."
Fragmentos de “La poesía no es un remedio, pero tiene la fuerza suficiente para consolar” (2010)
Descanse en Paz.