martes, 12 de marzo de 2013
Valor ecológico
Intentaré aplicar algo de lógica.
A menudo se politiza la posición de los ecologistas (en general). Es lógico. Por un lado, un ecologista sería un defensor del medio ambiente, definiendo medio ambiente como aquellos organismos biológicos que forman parte del planeta y hacen posible la propia vida. El problema de la vida es que todo está relacionado (luz, agua, plantas, animales herbívoros, carnívoros...), así que es difícil no ser crítico con la acción humana sobre el medio de una forma casi constante.
Ser ecológico conlleva enfrentarse a la industria. Tener conciencia del medio natural es algo que nos enfrenta por definición al capitalismo como sistema económico basado en grandes industrias con grandes inversiones para grandes beneficios. Para empezar, las dos principales industrias actuales son la armamentística y la farmacéutica.
Con esta premisa, es difícil defender la contaminación de los ríos de antidepresivos (esos que se tiran por el váter cuando caducan) o las consecuencias de la carrera armamentística que nos ha traído hasta Hiroshima y la radiactividad, con Corea del Norte tan lejos y a la vez tan cerca. Por continuidad, la sociedad del consumo que vende la publicidad no cuadra demasiado en un sistema ético coherente. No convencen mucho sus valores si no es para satisfacer una necesidad previamente generada.
Hace unos años, coincidiendo con una crisis en las religiones en general y la católica en concreto, incapaz de hacer llegar el mensaje evangélico a los jóvenes (en el fondo son todas así); apareció en el debate público la mal llamada "crisis de valores". Por un lado, se defendía que los jóvenes de hoy han vivido rodeados de comodidades y no son conscientes de lo que es la solidaridad, honradez, el derecho a la vida... valores monopolizados por la industria religiosa.
El problema, en mi opinión, no es que no existan estos valores ni que deban ser vistos desde fuera o dentro de una religión. Claro que existen. El problema es que cotizan en Bolsa. La Bolsa tiene una capacidad enorme: una persona con dinero en su cartera puede apostar por el futuro de una empresa contribuyendo a su capital. Eso está bien para hacer grandes inversiones para mejorar la calidad de los productos. Sin embargo, hoy día también se puede cotizar en Bolsa a la baja. Se aporta dinero y si la empresa cae, se obtienen beneficios. Incoherente.
En esta vorágine de inversión, beneficios y ratios de rentabilidad es difícil que la solidaridad, la paz mundial o la lucha contra el hambre coticen al alza algún día y, por tanto, se invierta en aquellos valores que sólo parecen existir en los libros infantiles y la ciencia ficción. Si no, vean lo que ocurrió en Bhopal y la pequeña broma que hizo perder miles de millones a Dow Chemical.
Para quien no entienda qué es capitalismo a estas alturas, le invito a leer "Sistemas económicos explicados con vacas". La evolución del capitalismo viene explicada así:
He empezado hablando sobre politización porque no es realmente importante en todo esto, menos en la crisis de credibilidad de los políticos de hoy día. Se puede ser ecologista de izquierdas o de derechas. La cuestión es que es imposible ser coherente con unos valores sociales dentro del capitalismo, al menos hasta la mayoría de edad y, por tanto, tanto los votantes de izquierdas como los de derechas son capitalistas. Hablar de un cambio radical o una renovación interna es entrar en las consecuencias, y eso, sólo puede ocurrir en una situación ecológicamente extrema. Esa es la tragedia.
A menudo se politiza la posición de los ecologistas (en general). Es lógico. Por un lado, un ecologista sería un defensor del medio ambiente, definiendo medio ambiente como aquellos organismos biológicos que forman parte del planeta y hacen posible la propia vida. El problema de la vida es que todo está relacionado (luz, agua, plantas, animales herbívoros, carnívoros...), así que es difícil no ser crítico con la acción humana sobre el medio de una forma casi constante.
Ser ecológico conlleva enfrentarse a la industria. Tener conciencia del medio natural es algo que nos enfrenta por definición al capitalismo como sistema económico basado en grandes industrias con grandes inversiones para grandes beneficios. Para empezar, las dos principales industrias actuales son la armamentística y la farmacéutica.
Con esta premisa, es difícil defender la contaminación de los ríos de antidepresivos (esos que se tiran por el váter cuando caducan) o las consecuencias de la carrera armamentística que nos ha traído hasta Hiroshima y la radiactividad, con Corea del Norte tan lejos y a la vez tan cerca. Por continuidad, la sociedad del consumo que vende la publicidad no cuadra demasiado en un sistema ético coherente. No convencen mucho sus valores si no es para satisfacer una necesidad previamente generada.
Hace unos años, coincidiendo con una crisis en las religiones en general y la católica en concreto, incapaz de hacer llegar el mensaje evangélico a los jóvenes (en el fondo son todas así); apareció en el debate público la mal llamada "crisis de valores". Por un lado, se defendía que los jóvenes de hoy han vivido rodeados de comodidades y no son conscientes de lo que es la solidaridad, honradez, el derecho a la vida... valores monopolizados por la industria religiosa.
El problema, en mi opinión, no es que no existan estos valores ni que deban ser vistos desde fuera o dentro de una religión. Claro que existen. El problema es que cotizan en Bolsa. La Bolsa tiene una capacidad enorme: una persona con dinero en su cartera puede apostar por el futuro de una empresa contribuyendo a su capital. Eso está bien para hacer grandes inversiones para mejorar la calidad de los productos. Sin embargo, hoy día también se puede cotizar en Bolsa a la baja. Se aporta dinero y si la empresa cae, se obtienen beneficios. Incoherente.
En esta vorágine de inversión, beneficios y ratios de rentabilidad es difícil que la solidaridad, la paz mundial o la lucha contra el hambre coticen al alza algún día y, por tanto, se invierta en aquellos valores que sólo parecen existir en los libros infantiles y la ciencia ficción. Si no, vean lo que ocurrió en Bhopal y la pequeña broma que hizo perder miles de millones a Dow Chemical.
Para quien no entienda qué es capitalismo a estas alturas, le invito a leer "Sistemas económicos explicados con vacas". La evolución del capitalismo viene explicada así:
"Capitalismo tradicional:
Tú tienes 2 vacas.
Vendes una y te compras un toro.
Haces más vacas.
Vendes las vacas y ganas dinero.
Capitalismo moderno:
Tú tienes 2 vacas.
Vendes 3 de tus vacas a tu empresa que cotiza en bolsa mediante letras de crédito abiertas por tu cuñado en el banco.
Luego ejecutas un intercambio de participación de deuda con una oferta general asociada con lo que ya tienes las 4 vacas de vuelta, con exención de impuestos por 5 vacas.
La leche que hacen tus 6 vacas es transferida mediante intermediario a una empresa con sede en las Islas Cayman que vuelve a vender los derechos de las 7 vacas a tu compañía.
El informe anual afirma que tu tienes 8 vacas con opción a una más.
Coges tus 9 vacas y las cortas en trocitos. Luego vendes a la gente tus 10 vacas troceadas.
Curiosamente durante todo el proceso nadie parece darse cuenta que, en realidad, tú sólo tienes 2 vacas."
He empezado hablando sobre politización porque no es realmente importante en todo esto, menos en la crisis de credibilidad de los políticos de hoy día. Se puede ser ecologista de izquierdas o de derechas. La cuestión es que es imposible ser coherente con unos valores sociales dentro del capitalismo, al menos hasta la mayoría de edad y, por tanto, tanto los votantes de izquierdas como los de derechas son capitalistas. Hablar de un cambio radical o una renovación interna es entrar en las consecuencias, y eso, sólo puede ocurrir en una situación ecológicamente extrema. Esa es la tragedia.
Periferia
La imprenta conectó los pueblos con las grandes ciudades. La web conecta periferias con periferias.
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