"Y a veces brota de los labios del idiota, como si entonces naciera alguna palabra. Las palabras del idiota nacen. Son palabras, sí, nacidas y no formadas, ni enderezadas, ni ¿cómo se podría?, pensadas. Blancas palabras sin carga alguna de expresión; puras palabras que manifiestan cosas que están a la vista de todos. En su recorrer sin fin entre las gentes, un día, un momento, se acerca a alguien o se para en medio de la plaza, y dice, dice señalando hacia arriba: el Sol, el Sol... Y si sucede que alguien obedeciendo a la palabra del idiota vuelva la vista al sol, ha de cerrar los ojos en seguida, pues se deslumbra. Mientras que el idiota deslumbrado ya desde siempre se queda mirándolo y sigue repitiendo a intervalos: el Sol, el Sol, el Sol, por mucho tiempo. De su cara se van borrando las facciones por la luminosidad que la envuelve, blanca. Una luz sin combustión alguna. Luz tan solo."
Fragmento de "Un capítulo de la palabra: el idiota", de María Zambrano.
Extraído de un librito primeramente publicado con textos traducidos al italiano, escritos durante su exilio en Roma: "Spagna. Pensiero, poesia e una città" (España: Pensamiento, poesía y una ciudad) en 1964.