lunes, 28 de noviembre de 2016

'Platero y yo', de Juan Ramón Jiménez

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Otro más. El sexto.

¿Por qué Platero y yo? Fácil: Juan Ramón Jiménez...

Un profesor me dijo que era un poeta sorprendente porque había escrito mucho y nunca había leído nada suyo que le disgustase. Juan Ramón aclara en el prólogo que no es un libro sólo para niños, sin embargo, la mayoría de la gente que lo ha leído son niños. O mejor dicho, eran niños la primera vez que lo hicieron. Es un libro muy recurrido en los colegios en España, y para mi sorpresa, también en Latinoamérica. Suele ser difícil de entender a pesar de la brevedad de los capítulos, y el lenguaje, cargado de adjetivos; la sintaxis, cargada de comas; dificultan la comprensión si se lee con demasiada celeridad. Creo que este ha sido el único libro que no me leí justo el día anterior al examen.

Es un libro para degustar con calma. Sólo así se aprecia la emotividad transmitida por los abundantes colores, la ejemplaridad del monólogo interior y las elegantes descripciones de ese gran amigo que es Platero: más humano que los humanos, tan niño como los niños.

Leyendo 'La metamorfosis', de Kafka, tuve momentos en los que lo pasé mal. No por la historia. La abundancia de puntos. De pausas. De frases cortas. Me alargaba. Me alargaba. Me alargaba las páginas. Tras terminarlo, me sorprendió su duración (casi dos horas) para tener apenas 60 páginas... Con Platero, quería ir despacio, ir paladeando. Aún así, algunas veces perdía el sentido de la oración tres comas más adelante. Hay muy pocos puntos. Hay párrafos enteros sin un punto y seguido, y tiene sentido que no lo tengan. Tiene partes absolutamente mágicas, tejidas con auténtica maestría.

Es difícil porque es irónico y crudo. Porque es melancólico y a veces triste. Tiene la serenidad de una oración y el aire noble de las buenas intenciones, crítico y sensible. Humilde y honesto. Por eso quería volver a leerlo.

Tengo que decirlo, ha sido un regalo para mí mismo. El proceso ha sido duro y, por primera vez, interrumpido debido a problemas técnicos. El ordenador dejó de encender y por suerte mis breves conocimientos informáticos me dieron la tranquilidad de saber que los datos seguían ahí dentro, intactos. Las experiencias previas y el orden me han permitido sacar adelante el audiolibro semanas después de haberlo terminado. Sin demasiado esfuerzo adicional. A pesar de todo, no sin cierto recato, admito que he lagrimeado profusamente en los capítulos finales... No he podido evitarlo. Espero que no se note demasiado.

Han actualizado la versión de Audacity, el programa que utilizo para editar los audios. Sencillo de usar y gratuito. El ordenador con el que trabajo tampoco permitiría otra opción (es viejete). La calidad mejora un poco. No sé si se escucha bien de volumen pero, para este caso en concreto, he preferido no arriesgarme con la ganancia.

Todo vuestro.