Se revolvía en dolores que no dejaban de ahuyentar sus vísceras, que se retorcían entre intempestivos ademanes de salir del cuerpo a través de cualquier grieta de su piel, pero la grasa y los nudos de carne se lo impedían.
Miró a su alrededor, sin poder disimular la involuntaria hinchazón aérea de sus carrillos, con los ojos rogando clemencia a sus adentros y perdón a los presentes, daba a entender que no era su voluntad estar en aquella situación, en medio de una reunión tan importante.
Era uno de los más altos ejecutivos de una empresa decisiva, cargo que después de tantos años había conseguido mantener gracias a unas pastillas especiales que les recetaba el médico de la empresa: "las paga el seguro" era la forma más convincente, aún cuando hacía varios años que su cartera seguía poblada de varios billetes de quinientos y su paladar no había homenajeado al sabor de un caramelo.
No pudo soportar tantos años ahogando en su estómago al niño que llevaba dentro.