lunes, 19 de abril de 2010

Garganta

Una vaca moteada de lila me miraba desde el fondo del pasillo. Mugía en un extraño lenguaje, incomprensible para mis breves conocimientos sobre lingüística animal. Intenté deducir los profusos vocablos en base al diámetro que alcanzaba su cuello al estirar su cabeza hacia mí, encontrarle algún sentido a mi ignorancia: imaginar.

El vaho que salía de su boca llenó de una nube espesa el pasillo de paredes verdes. Había una tormenta de niebla pasando entre mis piernas a las cuatro de la mañana. Debía de haberse tragado un extintor sin anilla y se había propuesto apagar el frío.

Era demasiado para mí.

Volví a la cama con la garganta seca.

La globalización es un eufemismo

Capítulo 1. La globalización es un eufemismo

Imagino que a estas alturas de la película todo el mundo conoce qué es la Globalización. Para aquellos que no salgan a la calle últimamente diremos que es un fenómeno que ha expandido los ecosistemas urbanos por el mundo y los ha diversificado internamente.

La globalización, más allá de temas políticos (la Organización de Naciones Unidas, esa macro-ONG, no está para esos trotes), significa que el planeta entero es un mercadillo; y esto significa que donde en una ciudad de un país desarrollado había una pequeña plaza con puestos, actualmente hay un centro comercial de cinco plantas; y donde había un pequeño comercio de ultramarinos, ahora hay una franquicia de una cadena de supermercados; significa eficiencia (no confundir con rentabilidad, que también, aunque de una manera algo más que "suficiente").

Para un urbanita como usted y como yo, eso significa que hay manzanas todo el año (así sea en mitad de un desierto) y que un chino se las vende. Nada más. Sigue teniendo que ir a su trabajo que, en la mayoría de casos, no está relacionado con la naturaleza en el sentido más ambiental de la palabra.

Quizás desayune todos los días un café con leche, almuerce un par de huevos fritos con dos filetes de aguja de cerdo y cene una ensalada ligera; todo ello sin haber visto en su vida una planta de café, una vaca, una gallina, un cerdo o haya pisado un huerto (le invito a verlos aunque no sea en directo; le advierto que no es muy natural, pero es lo único capaz de llenar las estanterías de todos los supermercados cada día). Esto es, lo más probable es que poco se ha manchado las manos de tierra después de cumplir los 25 años. Es lo que tiene vivir en una gran ciudad y no dedicarse a la construcción.

Resumiendo: conoce la naturaleza por lo que ha escuchado en la televisión, las etiquetas de los envases y por aquellas excursiones que hacía de niño con el colegio. Pero ambos sabemos que así no se está tan mal. Peor sería levantarse a las seis de la mañana a regar las plantas, más cuando en el supermercado venden la lechuga bien lavada, picada y dentro de una bolsa de plástico con un bonito diseño. Casi dan ganas de ver una película comiendo ensalada.

A estas alturas se preguntará por qué la globalización es un eufemismo si es una palabra admitida y bien enraizada en nuestro vocabulario... La globalización en el sentido lógico de la palabra sería algo así como: hacer de una cosa pequeña multiplicarse y expandirse hasta que agota el espacio (más o menos) algo así como expandir lo local a lo global; es decir, lo que ha hecho el ADN desde su origen.

Pero "globalización" es sólo el fenómeno, y éste no incluye muchos datos acerca de qué es aquello que se expande (por no decir ninguno). "Globalización" es un eufemismo de "occidentalización", entendiendo occidental como la cultura de los urbanitas, gente como usted y como yo, que deseamos más que nada "ser alguien de provecho".

La pregunta es ¿deberíamos estar orgullosos por ello?¿Por qué sí? ¿Por qué no?