viernes, 4 de junio de 2010
Prematuro
Desde hace un tiempo pienso que moriré joven. No es una cuestión de que quiera vivir poco, no nos confundamos, es simplemente que creo que algún día dejaré de aprender. Esto ya de por sí es morir antes que el cuerpo, o eso creo yo, y así llegue ese momento con treinta o sesenta años de edad, habré tenido la sensación de haber muerto joven. El conocimiento es la fuente de la eterna juventud. O eso creo yo. O moriré antes de que eso ocurra.
Siempre quedará la opción de aprender enseñando, en ese caso mi futuro laboral se basaría en la docencia, y a partir de ella, investigar (lo que haría si me dedicara al periodismo) sobre la educación u otros temas sustentado económicamente en ella ¿sobre qué temas? Dejemos al tiempo su carácter de presente variable.
Otra opción es el arte. Sí, mis dos caminos preferidos son los dos que sustentan el sistema y tengo bastante claro que todo se va al garete. Curioso, siendo precisamente el arte el que acaba derivando en mayor número de ocasiones a la política, lógico cuando se juega a ser mayor y uno se lo acaba creyendo. Pero como he dicho anteriormente, el mundo tal y como hoy lo conocemos tiene fecha de caducidad. Lo podría resumir en tres párrafos:
Los partidos políticos y sindicatos son mitos, como lo son Zeus, Artemisa o Apolo, son imágenes que han ido variando su significado a lo largo de la Historia del hombre organizado; tienen caras y eslóganes, son metáforas del imaginario después de que la ciencia haya dejado bien cubierto el campo de la Naturaleza. Por tanto, hablar de revoluciones es absurdo. Ahora quienes marcan el paso son las grandes corporaciones, que más allá de esclavizar a sus "empleados" lo que dura una vida, consumen recursos, recursos limitados. He aquí el problema.
Un ejemplo. Cinco amigos se reúnen para talar un bosque, si se construye una casa en el pueblo, es una familia más, hay que talar más por (bocas) y para (demanda); si no se talan más árboles se reducirán las posibilidades de supervivencia de todos los hijos, y a la larga el vecino nos comprará el bosque, o lo tomará prestado. La cuestión es que al final sólo hay edificios. Las ciudades son fábricas de hambre. ¿Por qué? Porque tenemos prisa por vivir, porque nos encanta vivir, porque queremos dar vida. Y para ello necesitamos mentirnos: sacar sustento de la rutina es la tranquilidad de quien no quiere conocer su número de esclavos.
Es así de simple, la derecha da puestos de trabajo a base de recortes laborales de los más experimentados, va siempre por delante de la norma, da posibilidades a un grupo de crecer más que otro en menos tiempo, cada paso queda justificado por el aumento demográfico en la generación posterior; la izquierda busca un equilibrio entre todos, cosa imposible si no nos morimos, es utopía. Aporta la creatividad, genera puestos de trabajo basados en la inquietud y cohesión a través de la expresión, el arte, la política y la publicidad (cójanse unos pedazos de arte y política y agitar suavemente cincuenta veces al día); es la generación "inadaptada" que pide comida, por lo que necesita refundarse cada cierto tiempo. Se convierte en protagonista cuando no se quiere o no se pueden talar más árboles (revolución es sinónimo de guerra o de "internacionalización empresarial"), sólo una victoria en una guerra exterior (ya sea conquistando económica o militarmente o a través de la venta de armas) puede evitar la guerra interior. Los mártires en realidad son recordados gracias a que son muchas menos bocas que alimentar ¿no es así?
No me pronuncio, sólo analizo. No puedo inventarme otra verdad.
Por tanto, el arte significaría vivir en la frontera de lo soportable, de los mundos que encierra un segundo, de la búsqueda de mí mismo, de las imágenes que forman parte de mi vida, de las cosas que veo, mis ojos. Vivir de contarte de forma entretenida y a ser posible placentera qué veo, venderte como interesante lo que puedas ver a través de mí, cambiarte un plato de comida por una palmadita en la espalda que te anime a seguir viviendo y que parezca que ha tenido algún sentido: así seré cuando deje de aprender.
Aquel que no sabe adónde va es alguien que no sabe de dónde viene y estúpido, tan estúpido que no se atreve a conocerlo, necesita vivir en un presente prefabricado, hacer con su vida un recuerdo tan minúsculo que se ajuste perfectamente al ataúd. Perfectamente. Los recuerdos son pasos hacia alguna parte, y la vida es el camino. O eso creo yo. ¿Quién no querría tener una biografía interesante?
La otra opción es irme a un pueblo pequeño, una ecoaldea o algo así, vivir de agricultura de subsistencia y tener una vida "tranquila", pero me perdería todo esto... me gusta demasiado la tecnología, ya no hablo sólo de libros o cámaras de vídeo, salmón ahumado, queso brie, mantequilla, aceite, azúcar,... podría aprender a hacerlo yo mismo, pero creo que nunca estaría preparado, así que seguiría dependiendo del mercado de la gran ciudad, sería un hipócrita o un cobarde. Aprendería más sobre la vida en una semana allí que en cinco años en Madrid pero no podría vivir sin conocer gente nueva, sin jugar a que mis palabras sigan vivas dentro de esta nube de unos y ceros.
Es sólo una teoría, sólo eso, la cuestión es que mi futuro es incierto, y la prostitución siempre está ahí. Pero creo que tengo una visión propia (sin negar posibles influencias) del presente bastante extensa y profunda, lo que me hace sentirme preparado.
Siempre quedará la opción de aprender enseñando, en ese caso mi futuro laboral se basaría en la docencia, y a partir de ella, investigar (lo que haría si me dedicara al periodismo) sobre la educación u otros temas sustentado económicamente en ella ¿sobre qué temas? Dejemos al tiempo su carácter de presente variable.
Otra opción es el arte. Sí, mis dos caminos preferidos son los dos que sustentan el sistema y tengo bastante claro que todo se va al garete. Curioso, siendo precisamente el arte el que acaba derivando en mayor número de ocasiones a la política, lógico cuando se juega a ser mayor y uno se lo acaba creyendo. Pero como he dicho anteriormente, el mundo tal y como hoy lo conocemos tiene fecha de caducidad. Lo podría resumir en tres párrafos:
Los partidos políticos y sindicatos son mitos, como lo son Zeus, Artemisa o Apolo, son imágenes que han ido variando su significado a lo largo de la Historia del hombre organizado; tienen caras y eslóganes, son metáforas del imaginario después de que la ciencia haya dejado bien cubierto el campo de la Naturaleza. Por tanto, hablar de revoluciones es absurdo. Ahora quienes marcan el paso son las grandes corporaciones, que más allá de esclavizar a sus "empleados" lo que dura una vida, consumen recursos, recursos limitados. He aquí el problema.
Un ejemplo. Cinco amigos se reúnen para talar un bosque, si se construye una casa en el pueblo, es una familia más, hay que talar más por (bocas) y para (demanda); si no se talan más árboles se reducirán las posibilidades de supervivencia de todos los hijos, y a la larga el vecino nos comprará el bosque, o lo tomará prestado. La cuestión es que al final sólo hay edificios. Las ciudades son fábricas de hambre. ¿Por qué? Porque tenemos prisa por vivir, porque nos encanta vivir, porque queremos dar vida. Y para ello necesitamos mentirnos: sacar sustento de la rutina es la tranquilidad de quien no quiere conocer su número de esclavos.
Es así de simple, la derecha da puestos de trabajo a base de recortes laborales de los más experimentados, va siempre por delante de la norma, da posibilidades a un grupo de crecer más que otro en menos tiempo, cada paso queda justificado por el aumento demográfico en la generación posterior; la izquierda busca un equilibrio entre todos, cosa imposible si no nos morimos, es utopía. Aporta la creatividad, genera puestos de trabajo basados en la inquietud y cohesión a través de la expresión, el arte, la política y la publicidad (cójanse unos pedazos de arte y política y agitar suavemente cincuenta veces al día); es la generación "inadaptada" que pide comida, por lo que necesita refundarse cada cierto tiempo. Se convierte en protagonista cuando no se quiere o no se pueden talar más árboles (revolución es sinónimo de guerra o de "internacionalización empresarial"), sólo una victoria en una guerra exterior (ya sea conquistando económica o militarmente o a través de la venta de armas) puede evitar la guerra interior. Los mártires en realidad son recordados gracias a que son muchas menos bocas que alimentar ¿no es así?
No me pronuncio, sólo analizo. No puedo inventarme otra verdad.
Por tanto, el arte significaría vivir en la frontera de lo soportable, de los mundos que encierra un segundo, de la búsqueda de mí mismo, de las imágenes que forman parte de mi vida, de las cosas que veo, mis ojos. Vivir de contarte de forma entretenida y a ser posible placentera qué veo, venderte como interesante lo que puedas ver a través de mí, cambiarte un plato de comida por una palmadita en la espalda que te anime a seguir viviendo y que parezca que ha tenido algún sentido: así seré cuando deje de aprender.
Aquel que no sabe adónde va es alguien que no sabe de dónde viene y estúpido, tan estúpido que no se atreve a conocerlo, necesita vivir en un presente prefabricado, hacer con su vida un recuerdo tan minúsculo que se ajuste perfectamente al ataúd. Perfectamente. Los recuerdos son pasos hacia alguna parte, y la vida es el camino. O eso creo yo. ¿Quién no querría tener una biografía interesante?
La otra opción es irme a un pueblo pequeño, una ecoaldea o algo así, vivir de agricultura de subsistencia y tener una vida "tranquila", pero me perdería todo esto... me gusta demasiado la tecnología, ya no hablo sólo de libros o cámaras de vídeo, salmón ahumado, queso brie, mantequilla, aceite, azúcar,... podría aprender a hacerlo yo mismo, pero creo que nunca estaría preparado, así que seguiría dependiendo del mercado de la gran ciudad, sería un hipócrita o un cobarde. Aprendería más sobre la vida en una semana allí que en cinco años en Madrid pero no podría vivir sin conocer gente nueva, sin jugar a que mis palabras sigan vivas dentro de esta nube de unos y ceros.
Es sólo una teoría, sólo eso, la cuestión es que mi futuro es incierto, y la prostitución siempre está ahí. Pero creo que tengo una visión propia (sin negar posibles influencias) del presente bastante extensa y profunda, lo que me hace sentirme preparado.
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