martes, 2 de mayo de 2017

'Niebla', de Miguel de Unamuno (1914)





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Además de compartir, incentivar, facilitar, irradiar la lectura, leo en alto para aprender. Aprender. ¡Qué difícil desafío en el silencio intermitente de la habitación! Embadurnarse en los instintos, refugiarse las incertidumbres y aprender mientras tanto. Aprender, y poco más.

Este ha sido el más difícil, de largo. Miguel de Unamuno es de mis escritores españoles preferidos. Ya mayor, reconocido en la corriente del existencialismo literario casi sin querer, me reencuentro varios años más tarde con esta nivola. Porque no ha de llamarse de otro modo.

Esta nivola construida sobre diálogos casi ininterrumpidos. El amor... ¡Qué difícil aprender del amor no propio! ¡Qué disfrute hacerlo en cualquier caso! Cayó en mis manos de la biblioteca de la universidad, hace ya un lustro más o menos. Decidí volver a leer Niebla porque me fascinó la construcción de la metaficción, el majestuoso derribo de la “cuarta pared”, allá por 1904.

¿Por qué ha sido tan difícil? Para empezar, he tardado dos meses en leerlo, con largas interrupciones. El lenguaje no es tan difícil como en el Lazarillo pero tampoco es sencillo de leer en voz alta. Aunque se apoya en la oralidad, las numerosas notas al pie con cambios efectuados a partir de la primera versión de la novela dan buena muestra de lo meticuloso de cada vocablo. Y no era suficiente leerla, había que interpretarla. Una novela coral, con personajes masculinos y femeninos, situaciones que despiertan sentimientos y mucha expresividad y recursos, con exclamaciones, ironías, preguntas retóricas, pensamientos...

Cuando empecé pensé que duraría en total 4, 5 horas como mucho. Al final, 7 horas de placer y sufrimiento a partes iguales. Los primeros capítulos, como siempre me pasa, tardo en situarme y encontrar la voz interna del narrador, del autor principalmente. Encontrar la voz interna de cada personaje, de Augusto y Víctor, que para mí son lo mismo; de Eugenia, y Rosario, y Liduvina, Ermelinda y su marido, un anarquista exaltado... y Paparrigópulos, y el resto... Y situarlas frente a frente, diferenciarlas en el tiempo y en las intenciones.

Eso sí. Los últimos catorce capítulos, que leí en dos noches, han sido un placer absoluto. Absoluto. He disfrutado como un niño recordando por qué me gustó tanto y por qué creo que es un clásico de la Literatura (en mayúscula). Es una novela relativamente poco conocida, quizás porque de Unamuno es más conocida “La tía Tula”.

He leído algunos poemas de Unamuno y no es el gran poeta de su tiempo, y él lo admite, aunque eso no le impide seguir explorando versos. Es un filósofo. De los mejores que ha dado este idioma. Capaz de reconocerse entre sus personajes como ente de ficción y capaz de reconocerse como personaje efímero de este gran sueño que hacemos real entre todos día a día.

Aunque ha sido insufrible... con más de 8 horas de grabación, y más de una y dos y tres repeticiones para intentar rebajar el contraste entre los distintos lugares de grabación... A pesar de que no es perfecto, de que es mi audiolibro más imperfecto (lo admito desde el agotamiento); a pesar de todo he terminado y estoy orgulloso. Me siento un héroe.

Los anteriores audiolibros (excepto El pirata, de Byron) son muy conocidos y, si no existen ya, más tarde o más temprano aparecerán otras versiones, leídas por otras personas (muy probablemente mejores narradores) y con mejores medios y calidad de producción. Por ejemplo, La metamorfosis, 1984, o La tregua... están disponibles en otras versiones gratuitas, grabadas con mayor o menor suerte; e incluso hay versiones de pago con locutores e intérpretes profesionales. Pero Niebla, amigos míos... Niebla van a tardar en atreverse. No soy el primero que se atreve “por gusto” (al aprendizaje), pero me siento como un explorador que trae algo nuevo del otro lado de la calle. Un rincón maravilloso que está ahí, poco visible pero necesario a la postre, para los herederos del largo plazo.

Con más de dos meses de retraso, carta de aviso de la Biblioteca incluida, ya puedo devolver el dorado pez al río, y que otros lo lean, y revivan a Unamuno, ojalá; así como yo lo he resucitado.