miércoles, 12 de octubre de 2016

Álvaro Sarró, un escritor sin remedio (I)


Álvaro Sarró es madrileño. Madrileño de San Blas. No conozco San Blas, pero me lo imagino en sus ojos cuando escribe. La víctima de esta entrevista y un servidor compartimos una etapa breve pero importante en nuestras vidas. La vida universitaria no da tregua a los intrépidos. Con el tiempo esos cinco años se harán aún más breves, pero igualmente necesarios para entender el porqué de esta entrevista, y las que vendrán.

A estas alturas, ha publicado dos libros. El primero en 2012, un compedio de cuentos breves. El título: Fiebre onírica. Muy recomendable. Él dice que necesitaba un empujoncito. Yo creo que el empujoncito nace cuando escribes para que te lean. Sabiéndote leído, aspirando (inspirando) a lo desconocido. Cuando nos vimos por última vez, no hace tanto; me sorprendió con un nuevo libro: Escalas conceptuales. Lo he hojeado brevemente. Poesía narrativa, prosa en verso, apetitoso mestizaje entre géneros. Sin entrar al detalle, su poesía me recuerda a la crudeza de Bukowski. Agudo, certero, crítico, directo, que no simple.

Aunque se queja de vago, mantiene un ritmo productivo alto (escribe todos los días), repartido en varias facetas. A destacar sus colaboraciones en la producción de cortometrajes. 

Si todavía no lo conocen, encantado de presentarles (a la izquierda).





Llámame previsible pero... ¿por qué escribes?

Porque no tengo más remedio. Desde pequeñito tuve especial inclinación por las historias, supongo que lo mismo le ocurrirá a un enorme porcentaje de críos, pero, en mi caso, se me ha ido consintiendo tomarla cada vez más en serio, hasta que llega un momento en el cual echas la vista atrás y te ves tan metido en el ajo, que la única forma de darle sentido a tus días de vida previa es tomarte la vocación en serio, como un oficio, y ganarte el derecho a dedicar tu tiempo en exclusiva a contar más y mejor, en la medida de la incapacidad de cada uno: el mecenazgo ayuda, no seáis gastosos, muchachos.

Y, bueno, van pasando los cuentos, los cómics, los años, los prospectos..., a mí me han leído toda la vida, me han potenciado la fantasía, me han inculcado que la acción en pos del saber, la cultura, el conocimiento, o como prefieras llamarlo, constituye, en definitiva, la única ocupación digna de un homo sapiens sapiens en lo que dura el funcionar de su organismo... Te especializas en algo, asumes cierta responsabilidad potencial, aunque a día de hoy te lean familia y amigos. Tampoco es que pudiese elegir, no fue una decisión, he querido hacerlo desde que puedo recordar, así que, aquí seguimos.


¿Dónde te sientes más cómodo? ¿Novela, cuento, poesía, microteatro...?

Escribir historietas para cómic te da una libertad visual increíble, junto con los textos breves, diría que son los géneros que más te liberan.

(Perogrullada: cualquier texto de mayor longitud y complejidad exige una infinidad de tiempo, reflexión, previsión, más tiempo, tachaduras, aportes, correcciones, diagramas, crisis de ansiedad, etcétera, si es que pretendes aportar algo, suma de factores que, en repetidas ocasiones, convierte el proceso en la antítesis del gustazo).


Una frase o cita que resuma tu forma de escribir.

Podemos hacernos una imagen bastante aproximada (miedo y soberbia), si fusionamos estas dos referencias (de dos literatos, por cierto, bastante trilladetes):

«Postrado en la tierra,

temblando de horror»
(Nietzsche),

«Fabricaré oro,
remedios»
(Rimbaud).


¿Algún referente literario digno de mención?


Muertos: casi todos los que los estudiosos han dado en llamar "clásicos". (Evidentemente, Twain, Rimbaud, Joyce, Baroja, Miguel Hernández, Cela, Valle-Inclán, Gabriel Miró..., nada, mejor ni lo intento, porque es absurdo decidir).

Vivos: Hugo López López, Adrián Magro de la Torre y Francisco Fernández Jiménez.


¿Cómo describirías el panorama literario actual en estos tiempos de crisis? ¿Consideras la autoedición una oportunidad para los nuevos escritores?


Ojalá en unos meses pueda responder la primera cuestión con cierta propiedad. La única pega que le veo a la autoedición es que te convierte en vocero de tu propio engreimiento, y si quieres llegar hasta otras sensibilidades se presupone que vas a tener que invertir bien de tiempo en expandir tu mensaje, en vez de dedicarlo en escribir más y mejor. Pero, vamos, como toma de contacto con el mundillo de la publicación, y más si no tienes padrinos, la recomiendo, seguro.


¿Qué le dirías a alguien que escribe?


Le preguntaría si tiene algún consejo que darme. También si se supera el desconsuelo.


Y la más difícil, ¿para quién escribes?

Para mí, y para cualquier persona dispuesta a invertir su tiempo en leerme. Agradecimiento eterno.



... Continuará


martes, 4 de octubre de 2016

Labios


A cada rato

El sol de la timidez
me lame la nuca,
eriza las ideas
en atascado fluir del verbo,
lengua sin idioma,
paladar sin verso.

¿A qué sabe un poema?
¿De qué color son los sueños?

Blanco, amarillo, violeta
amargo, si no es compartido.

Sus labios... ¿A qué saben
con los míos? ¿Y los míos?

¿Acaso saben de sueños?

Me mojo los labios
y repito la jugada:

¿A qué saben sus labios con los míos?
¿Por qué sus labios?
¿Acaso con los suyos,
estos, serán más lúcidos,
menos míos?

Muérdete la lengua,
que sangre el idioma
sus sinónimos de jerga desarmada,
anegue a tragos tu ironía desencantada.

Sus labios son suyos,
y más suyos son los míos
cuando su baile
nombra los juncos pronunciados de brisa,
los suspiros de mariposa anhelante,
arrullo de melodía vespertina,

creo en los labios
en la fortaleza de los suyos;
mis besos, se los guardo.
Sus besos: los entregue a cada rato.