De Créditos de Charlot (1990)
Los extraños retratos
Ahora que estamos solos,
infancia mía,
hablemos,
olvidando un momento
los extraños retratos
que nos hicieron.
Hablemos de lo que tú y yo,
por no tener ya nada,
sabemos.
Que esta solitaria noche mía
no ha tenido la gracia
del comienzo,
y entré en la danza oscura de mi estirpe
como un joven tristísimo
en un lienzo.
Mi imagen sucesiva no me habita
sino como un oscuro
remordimiento,
sin poder distinguir siquiera
qué de mi pan o de mi vino
invento.
En el oscuro cuarto en que levanto
la mano con un gesto
polvoriento,
donde no puedo entrar, allí me miras
con tu traje y tu terco
fundamento,
y no sé si me llamas o qué quieres
en este mutuo, extraño
desencuentro.
Y a veces me parece que me pides
para que yo te saque
del silencio,
me buscas en los árboles de oro
y en el perdido parque
del recuerdo,
y a veces me parece que te busco
a tu tranquila fuerza
y tu sombrero,
para que tú me enseñes el camino
de mi perdido nombre
verdadero.
De tu estrella distante, aparecida,
no quiero más la luz tan triste
sino el Cuerpo.
Ahonda en mí. Encuéntrame.
Y que tu pan sea el día
nuestro.
—Dice Ernesto Sábato que si vamos a juzgar a la humanidad por lo que ha hecho hasta hoy, tendríamos que admitir que ella ha dado más pruebas de locura que de cordura. ¿Lo cree usted?
Fina García Marruz: No hay nada más parecido al Apocalipsis que los titulares de la prensa de hoy: inundaciones nunca vistas, terremotos, guerras, la miseria apoderada de medio planeta; los Cuatro Jinetes, en fin… Pero no te olvides de que el Apocalipsis termina bien. Cristo dijo: «cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca.» Reino que habría de empezar en la tierra, no extraña a ella, ya que enseñó el «Venga a nosotros tu Reino». Ya en nuestra América empiezan a surgir fuerzas que están tratando de encontrar una solución a la ambición imperial, y aun en los propios EE. UU. —antes que se acabe el mundo. La catástrofe ecológica alcanzaría por igual a todos—.
[...]
—¿Poeta o poetisa?
Hay algunas escritoras a las que no les gusta la palabra «poetisa», porque piensan que es más débil que poeta, que afortunadamente termina en «a». Yo creo que son dos cosas completamente distintas. La poetisa deja el idioma tal como estaba. A la que se pudiera llamar «poeta» es a alguien que crea un idioma y Gabriela creó uno. No porque «invente» vocablos, sino porque toma mayor conciencia del instrumento de su trabajo, que es el lenguaje, que ¿quién no sabe —como decía Martí— que «es el jinete y no el caballo del pensamiento?» Es esta la diferencia entre Desolación y Tala. Sor Juana Inés de la Cruz, por la que siento una admiración enorme, con toda la riqueza personal de su sensibilidad y estilo, es una poetisa porque su lenguaje no se parece al del uso diario, es más confesional que consciente de su capacidad creadora. Es una poetisa, lo cual no es una debilidad. Sor Juana no es débil en lo absoluto. Un poema es un poema, no tiene adjetivos: tan grande es un poema suyo, como de Gabriela. Lo que quiero distinguir es que como indica la palabra poiesis, la poesía como creación, es algo muy diferente. James Joyce es un creador de idioma, lo que no son otros excelentes novelistas. Eliseo Diego decía, con toda razón, que había que poner a Gabriela más que en la Historia de la Literatura, en la Historia de la Lengua.
—¿Usted se siente poeta o poetisa?
Soy más bien una poetisa, si nos atenemos a este análisis.
[...]
—¿Sigue escribiendo poesía?
Muy poca, aunque no he dejado de escribirla del todo, pero no la busco: la espero cuando viene, aunque es bien huidiza.
—¿A qué se debe esa resistencia suya, desde muy jovencita, a publicar sus obras?
Siempre me costó mucho trabajo decidirme. Si te fijas, suelen pasar años desde que he terminado un libro a la fecha en que se publica. Pero ahora «antes de morirme quiero» decir algunas cosas. Solo algunas. Veremos si el tiempo me lo permite.
—¿Por qué le cuesta tanto trabajo dar entrevistas y hablar de sí misma?
Me siento en esos casos como una violinista a la que le piden un concierto de flauta. Yo me comunico mejor con el silencio, sin el que no se podrían dar la poesía, la música, ni el encuentro con uno mismo.
Fragmentos extraídos de Dos horas con Fina García Marruz (marzo de 2007)
“En la muerte del Che”, en la voz de Fina García Marruz (MP3, 2,1 Mb)