Lo que hemos aprendido a hacer nos ha cambiado, físicamente. Aprender a cocinar nos abrió innumerables nuevas fuentes de alimento, y también nos permitió reducir nuestro aparato masticador y digestivo, pues parte del esfuerzo de deshacer el alimento ya estaba hecho por la cocción. Aprender a tallar cuchillas de piedra hizo innecesario disponer de colmillos y garras. Vivir en ciudades nos hizo resistentes a las enfermedades que acechan a los grandes contingentes. Los medios de transporte a grandes distancias nos ha permitido remezclar genes que se habían separado hace decenas de miles de años. Somos una especie cuya estructura biológica ha sido modificada irreversiblemente por nuestra tecnología; una especie artificial. No existe un 'estado natural' de la Humanidad al que volver. Nuestro estado natural es artificial: nos hemos hecho a nosotros mismos, en sentido literal.