sábado, 19 de diciembre de 2009

Paso

pistola, arma de fuego, escultura pistola
Sabía que iba a morir. Quizás era éso lo único que le mantenía con vida.

Por suerte, sólo necesitaba cinco minutos en soledad para darse cuenta de ello; lanzar su mano hacia el pasado y revolverla entre las gotas más grandes de su existencia, sacar una papeleta amarilla (su pequeña ración de dulce azar), desplegarla, y descifrar el ángulo de la sonrisa seleccionada. No la olvidaría jamás. De eso es de lo poco que estaba seguro.

Después, sólo tenía que tomar el aire suficiente como para calcular la altura del azul del cielo y desplegar su vista de vuelta hacia el presente. El futuro no formaba parte de sus planes. Ésa era la única manera que conocía de mantener lejos de su cabeza el sonido de la aguja percutora estampándose contra el fulminante del culote. Según la previsión de su muerte, éso era lo único que le mantenía con vida.

Una vez desmontada cualquier otra filosofía, su destino dependía casi exclusivamente de él. Sólo tenía que dar un paso más, ya se encargaría de decidir cuándo apretar el gatillo.