(Para leer con tranquilidad)
En el circo de gallos se habla de “productividad”. De aumentarla cuanto antes, antes de que sea demasiado tarde para todos, pronto para el hambre. Lo curioso de esta palabra es que cambia su significado demasiadas veces, y uno ya no se sabe si miente o acumula. Si se contradice.
Una empresa tiene una productividad, puede ser alta o baja. Lo siento, en este país no hay término medio. Si es alta, el empresario produce mucho al año y puede vender mucho más, a más casas de más países. Si es baja, el empresario mantiene sus empleados pero produce poco, se come lo que se cría, vivir sin deudas o llevar a los hijos a la universidad y poco más. Felices en todo caso, pues no debemos olvidar que el beneficio es lo que se gana a partir de los costes generados, donde se incluyen los salarios, de arriba y abajo. Los beneficios de un trabajo con un buen salario suele irse en familias, formación, aficiones o vicio, o en “casis” por lo poco que falta porque aún hay demasiado riesgo.
Hay que producir más gominolas. Cuantas más mejor, y a cuanta más gente necesitemos, mejor. Sin embargo, César Alierta, director de Telefónica pulsa el botón rojo.
Despide de golpe a 8.500 empleados para mantener sus márgenes de beneficios; que serán repartidos entre sus accionistas bajo el pseudónimo de “
dividendos”. Tú también puedes ser accionista de pequeñas inversiones: mismo riesgo, beneficio escaso. Reduce su capacidad de aumentar su productividad 8.500 cerebros. Los datos anuales lo dejan claro: gran emprendedor.
Hay que producir más gominolas, por hora. Tienes que hacer las mismas en menos tiempo. Te lo pongo fácil, una máquina te ayuda para no sustituirte. Despiden a tres de tu cinta. Pasan cada vez más gominolas, menos, se ajusta a un ritmo constante y certero. Eres un
monótono especialista. Así es la industria.
A nivel internacional, desde Alemania, con un país algo más industrializado, propone junto a otros miembros de la Unión Europea el
Pacto del Euro, que viene a culpar a los médicos de la crisis, el morirnos viejos complica la solvencia de nuestras pensiones... y hay que aumentar la dichosa palabreja: sus propuestas son aumentar el número de horas de trabajo hasta los 65 o trabajar más años. Parece sencillo,
más tiempo de nuestra vida trabajando por vivir más. La otra alternativa es el
emprendimiento: a competir contra los grandes, aún a riesgo de llegar a depender de ellos o directamente compren las mejores ideas aprovechando la transición estructural que conlleva convertirse en una empresa grande.
Si tienes la suerte de amar tu trabajo, por muy ñoño que suene, esté o no dentro del sector primario; tendrás un mínimo poder de decisión, de margen para algo más que los beneficios. Tienes más riesgos que perder tu empleo o una pierna, según el oficio...
perder el tiempo. Es un juego tomado en serio, y vas ganando a medida que vas aprendiendo y mejorando y la experiencia te convierta en
artesano. Quizás quieres formar parte de la empresa, llegar alto, liberarte las manos, organizar mejor los recursos para mejorar la
productividad. Tu jefe puede contar contigo, y a la inversa: debes contar con él, porque tienes el mástil. Puedes navegar sobre el mar y confiar en el vigía o sumergirte y solicitar que suban el periscopio, la cosa es no hundirse aunque ello implique decir la verdad cuando está en riesgo la bendita productividad.
Si estás a medias: eres joven, acabas de terminar los estudios, sin o con poca experiencia o acabas de quedarte en el paro y no te apetece chupar del bote, intentarás trabajar en lo tuyo. Si encuentras empleo querrás irte, quedarte o formar parte. Si no, lo más probable es que tu proyecto de empresa esté dentro del sector terciario: crecen los métodos y necesitas financiación. Mencionan en la tele nosequé de una banca pública para las pequeñas y medianas empresas (PYMES). A mí se me ocurre nacer con una empresa bajo el brazo.
Después de mucho trabajo, más trabajo si la cosa funciona para
tener algunas oportunidades. Cuatro de cada cinco de las nuevas pymes sobreviven al primer año, un 40% al quinto. Tu empresa, tu trabajo, el valor de lo que produces, es una parte valiosa de tu tiempo o eres esclavo. El problema es sentirse huérfano, tener tantos hijos como para que la pérdida de uno, 8.500, sea considerada motivo de esperanza.
La financiación de las PYMEs antes y después de la crisis (
.pdf)