martes, 4 de enero de 2011

Entidades de gestión de Derechos de Propiedad Intelectual: "tú crea que yo cobro ¿y te protejo?"

sgae, derechos musica bodaLa Ley Sinde no fue aprobada en la Comisión de Economía celebrada el pasado 21 de diciembre. 20 votos en contra, 16 a favor (sólo el PSOE al completo votó a favor).

Voy a jugármela. A arriesgarme. Voy a pensar un poco, aunque quizás me falten conocimientos. El atrevimiento está para eso, para acertar, o a través de nuestro error, conducir a otro hacia el éxito. Pero si me equivoco, no dudes en corregirme. Por favor.

Esto va para largo, así que lo dividiré en varias entradas.

¿Creación o persecución?


Una persona que genera un producto inmaterial, pero susceptible de ser consumido masivamente, debe tener garantías de que no se morirá de hambre en caso de que así fuera. Más allá de este hecho indiscutible, vamos a hacer un repaso por las formas de supervivencia del autor y la aparición en 1710 del derecho de Propiedad Intelectual.

1. Una persona, como tú y como yo, quizás un poco más loca, crea un contenido literario, audiovisual, gestual,....

Esa persona cobra dinero por dedicar su tiempo a la representación de la creación (obra de teatro, concierto, recital,...). Puede obtener el dinero del público, del organizador o de la publicidad (principalmente). Recibe el salario como creador y como intérprete.

O delega la responsabilidad del cobro por ser autor en una entidad de gestión, que realiza funciones que históricamente no podía realizar por sí mismo. Cobra entonces por sus derechos de autor. Como la persona está más ocupada en crear que en evitar que surjan plagiadores que se beneficien del trabajo de otro, se afilia a una sociedad que, en el caso de la SGAE, le da aumentos para que el artista pueda sobrevivir en sus inicios, un seguro médico y una mutualidad (para cuando se retire).

2. El productor, que ha prestado (o no) el dinero en la inversión previa a la creación de la obra, puede ser el propietario parcial o completo de esos derechos y tener o no exclusividad sobre la explotación de la obra. El productor se encarga de la distribución, ya sea él mismo o a través de una subcontrata, que termina con el producto físico (cd, libro,...) en las estanterías de las tiendas. Debemos tener en cuenta que no todas las creaciones tienen soporte físico o la experiencia del espectador es muy limitada a través de éste, por ejemplo en el teatro o la danza.

Por tanto, el productor y las entidades de gestión, cuya labor es defender al autor ante los posibles abusos del productor y de los consumidores (en su lucha contra la venta ilegal de copias), comparte intereses económicos con ambos.

3. Una vez llega a la estantería, alguien como tú, como yo y el artista, quizás un poco menos loco, lo compra, pagando todo el proceso que ha seguido el producto. El autor recibe un porcentaje que ronda el 5-10% del precio final.

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Con la aparición de la digitalización; el soporte físico, el cd, el libro, puede sustituirse por una pantalla; y su distribución a través de internet es gratuita e instantánea. Sin embargo, una obra sigue siendo el resultado del trabajo de una persona. En cualquier caso, el debate que se plantea es el siguiente.

Un minero pica tres horas. Extrae cuatro toneladas de roca, las vende, cobra y come. Un autor se rebana los sesos tres horas, saca una canción, una poesía, algo susceptible de venderse... La pone a la venta, toca en los conciertos, si va la gente cobra, y come.

A la semana siguiente, el minero pica otras tres horas. Tiene un buen día y extrae cinco toneladas. El autor, sigue rebanándose los sesos delante de su escritorio, en el parque o en el ascensor. Consigue sacar otra canción. La pone a la venta, toca en los conciertos y cobra por esa y por la de la semana pasada. ¿Es injusto? No, pero el día que no pique el minero, no extrae, no vende, no come. Sin embargo, gracias a los derechos de autor, el creador tiene un salario acumulativo.

Esto era necesario debido a las dificultades de recibir ingresos de forma estable y prolongada en el tiempo propia de las industrias culturales (es más fácil encontrar alguien que transforme piedra en encimeras que un enamorado de todas tus canciones), algo de lo que se encargan las entidades de gestión.