(Vía Mangaes)
La primitiva mitología japonesa cuenta que de una masa informe surgieron la Tierra y el Cielo, este último fue el lugar elegido por los dioses como morada. La creación del archipiélago japonés se vincula con la leyenda de dos deidades, Izanagi e Izanami, varón y hembra respectivamente hermanos. Izanagi clavó su lanza entre las aguas del océano y al arrancarla, las gotas que cayeron se solidificaron y de ellas surgieron las islas japonesas, donde ambos decidieron instalarse.
Descendieron de los cielos mediante el puente generado por el arco iris hasta la isla y de la relación entre ambos surgiría el archipiélago japonés. También tuvieron varios hijos, el último en nacer, el dios del Fuego, causó la muerte a su madre tras el parto. El cuerpo de Izanami cayó al mundo de ultratumba, a la Tierra de la Penumbra, su esposo Izanagi fue tras ella y sufrió la contaminación de aquel lugar prohibido, por lo que al regresar a la acción surgió una nueva generación de dioses, así de las gotas de su ojo izquierdo nació la diosa Sol, Amasterasu, del derecho brotó la deidad que se identifica con la Luna, Tsukiyomi; mientras que de su nariz nació el dios de las tormentas, Susanowo.
Amaterasu será considerada como la diosa más importante del panteón sintoísta y los emperadores vincularán su ascendencia con este personaje mitológico. El análisis de todas estas narraciones nos permite comprender cómo los japoneses establecieron un origen divino de su tierra y de sus pobladores.
Fragmento extrado de "Japón", de la colección Grandes civilizaciones de la Antigüedad.