jueves, 7 de enero de 2010

Precio

Me he topado por casualidad con esta pregunta: ¿cuánto vale mi blog?

Sí, ése es el precio de lo único que yo puedo hacer, el precio de mi tiempo dedicado a mí mismo y a compartirlo con vosotros, es el precio de lo que no tiene precio, el precio de lo que a veces sólo puedo definir como magia, la cara del invasor al que me enfrento cada vez que escribo, el enemigo de mi utopía; éste es el precio que confirma que todo en esta vida es inevitablemente "digno" de tener su precio... El precio de mi locura.

Rumbo

Neófito de mi rumbo a cada paso.

brujula, neofito, mapa brujula

Localitosis

Ya escribí anteriomente sobre mi derecho a ser estúpido... sin embargo, a veces la superioridad es una sensación engañosa: es sólo que la máquina a la que me dirijo es realmente estúpida. Tiene sus palabras grabadas y emite su cantinela como si tuviera un boli bic en el culo dándole vueltas continuamente para rebobinar su discurso memorizado (como una cinta de cassette, para los más digitalmente contemporáneos).

cassette, cinta de musica, casete

Pero aún con algunas máquinas parásitas y otras ejemplo de pacientes cero de parasitosis, cuyo poder les permite que nuestra energía dependa de otros, todos somos iguales.
Lo lógico sería pensar que las máquinas son mayoría. Lo siento, máquina es un concepto demasiado génerico... estúpidos sería un término relativo que afecta a todos por igual y podría pensarse que no pertenezco a ese selecto grupo... mmm... Llamémosles "localistas". Sí, quizás localista sea el término más correcto.

Algo que caracteriza a un localista es una escasa perspectiva, casi a ras de suelo. Suelen ser personas que no han viajado en el sentido más amplio de la palabra, es decir, no han querido viajar ni con un libro que ellos mismos han elegido en sus manos. Nunca han cogido un libro de la biblioteca por curiosidad. Un localista es alguien sin curiosidad, sin embargo, esto no quiere decir que sean estúpidos, ni mucho menos. Incluso pueden verse algunos individuos sobreviviendo felizmente entre la especie, a pesar de vivir tumbados bocabajo. Es característico verles rezando mientras llueve. Suele ser gente trabajadora, con un sentido ético bastante desarrollado,... el problema es que sólo aplican sus virtudes al ámbito local. A su vida personal y un pequeño círculo compuesto por su familia y sus amistades más próximas. Es ese tipo de personas a las que no les importan la política, la macroeconomía, las ciencias,... y me atrevería a decir el arte, pero es un concepto tan complejo que puede atribuirse a casi cualquier subproducto.

La mayoría de los localistas conforman el gran motor de bondad dedicado a lo que se considera propio, a menudo limitado a tal esfera por la ignorancia o la autoimagen de seres aislados, sin opinión en un mundo de terminología abstracta. Demasiado a menudo, por falta de fuerzas... Son las madres y los padres que dedican su tiempo al bienestar y felicidad de sus hijos, que apenas disponen de tiempo para sí mismos debido a sus extensos horarios laborales y, el poco del que disponen, lo dedican al más burdo entretenimiento (deporte, programas del corazón, reality shows,... en definitiva, sensacionalismo y emoción simplista).
Son los destinatarios de mis desvelos.

Los más estúpidos de este género son ese tipo de personas que hacen que la gran máquina funcione; son ellas, tristemente, las que ceden todo su poder a los líderes de opinión y otorgan y justifican su sacrifio por su estirpe y la tierra que hay bajo sus pies, por el papelito firmado por un notario o un pastor que certifica la propiedad de su parcela a uno y otro lado de la línea que separa la vida de la muerte. En este subtipo podemos encontrar a los localistas más cualificados, con estudios especializados, pero que beneficiarán siempre a los que formen parte de su círculo más cercano a costa del resto. Son los especuladores que lo convierten todo en mercancía, son los políticos corruptos que aprovechan el silencio para cerrar bocas,... Son las víctimas de mi desgracia.

La desgracia de saber que todos somos iguales aunque existan infinitas formas de ver el mundo, que la competencia biológica ha perdido su sentido una vez convertidos en animales artificiales.