(1850-1880)
Algo, De Omni re scibili
¡Todo lo sé! Del mundo los arcanos
ya no son para mí
lo que llama misterios sobrehumanos
el vulgo baladí.
Sólo la ciencia a mi ansiedad responde
y por la ciencia sé
que no existe ese Dios que siempre esconde
el último por qué.
Sé que soy un mamífero bimano
(que no es poco saber)
y sé que lo que es el átomo, ese arcano
del ser y del no ser.
Sé que el rubor que enciende las facciones
es sangre arterial;
que las lágrimas son las secreciones
del saco lacrimal;
que la virtud que al bien al hombre inclina
y el vicio, sólo son
partículas de albúmina y fibrina
en corta proporción;
que el genio es de Dios sagrado emblema,
no señores, no tal:
el genio es un producto del sistema
nervioso central,
y sus creaciones de sin par belleza
sólo están en razón
del fósforo que encierra la cabeza
¡no de la inspiración!
Amor, misterio, bien indefinido,
sentimiento, placer...
¡palabrotas vacías de sentido
y sin razón de ser!...
Gozar es tener siempre electrizada
la médula espinal,
y en sí el placer es nada o casi nada:
un óxido, una sal.
¡Y aún dirán de la ciencia que es prosaica!
¡hay nada, vive Dios,
bello como la fórmula algebráica
C = π r 2!
¡Todo lo sé! Del mundo los arcanos
ya no son para mí,
lo que llama misterios sobrehumanos
el vulgo baladí...
Mas ¡ay! que cuando exclamo satisfecho:
¡todo, todo lo sé!...
siento aquí, en mi interior, dentro de mi pecho
un algo... un no sé qué!...