Adoro el periodismo.
Más allá de una cuestión vocacional, es una cuestión personal. Hace algún tiempo escribí sobre las razones por las que escribo. Empecé diciendo que era "para no pensar", craso error, un tachón se encargó de juzgar convenientemente tal barbaridad y encajó a la perfección unos milímetros por encima "para pensar sólo en una cosa".
Cuando escribo no cabe otra cosa en mi cabeza, a no ser que pertenezca al mobiliario de la misma, por supuesto. Y no dejo de hacerme preguntas, de buscar respuestas lo más argumentadas posible. Es un juego contra mí mismo, contra lo que puedo llegar a enlazar para enfocar un dato de una manera distinta, lo más real posible, dentro de los límites mismos de la realidad, por supuesto.
Me encanta jugar a ser periodista, aunque la verdad me robe el sueño alguna que otra noche.