lunes, 30 de noviembre de 2015
Entropía poética
Antes que nada, quiero recalcar la importancia de la entropía.
La entropía se refiere al valor de cada símbolo en función de su carga de significado, es decir, lo importante que es una letra en una palabra, o una palabra en una oración para entender su significado de forma inequívoca con el menor número de elementos posible. En este sentido, las primeras cabezas de turco suelen ser las preposiciones, adverbios, conjunciones, adjetivos, determinantes, etc. palabras que nos ayudan a relacionar las ideas (sustantivos) con las acciones (verbos) dentro de un contexto concreto o complementan a los sustantivos.
Podríamos entender "La casa en la que vive Pablo" y "casa vive Pablo" de una forma similar, aunque no podemos olvidar que el idioma indio es útil pero no suele ser suficiente. Por lo tanto, esta oración tiene mayor entropía que la oración "Mamá no está en casa", ya que si dejásemos la oración en "Mamá está casa", no entenderíamos el sentido completo, es decir, no podemos quitar ninguna palabra sin que cambie el sentido de la oración.
Continuando, y antes de entrar en la creación literaria, me gustaría valorar en este sentido la relación que tiene la entropía en la fortaleza de una contraseña y en el lenguaje. Y de paso algunas recomendaciones.
Normalmente, cuando se genera una contraseña de forma automática, nos encontramos con algo así "Yz98lowj234p". ¿Por qué?
Uno de los factores principales es la longitud de la contraseña. Más de 8 caracteres suelen ser suficientes para evitar (dificultar) ataques por fuerza bruta, en los que un programa de ordenador prueba todas las variaciones posibles (aaa, aba, aab, abb, bbb, bab...) hasta que acierta.
Es importante que no sean palabras sueltas; como por ejemplo "perro", "gato", "encimera"; ¿por qué? Porque aunque puedan parecer poco previsibles, suelen utilizarse diccionarios. En lugar de todas las opciones posibles, prueba con un listado de palabras para reducir el número de opciones posibles. Para contrarrestar esto manteniendo una contraseña relativamente fácil de recordar es recomendable incluir frases o varias palabras sueltas.
Otra recomendación es utilizar números y símbolos alfanuméricos: paréntesis, corchetes, tildes, guiones, asteriscos... Estos símbolos que no suelen utilizarse en fuerza bruta, porque aumenta exponencialmente el número de posibles opciones. En nuestro caso, nuestro carácter estrella es la "ñ", que ni siquiera existe en los teclados del resto de países del mundo.
Citadas estas recomendaciones, voy a la idea principal de este texto.
En general, las palabras con mayor entropía suelen ser las más cortas y viceversa. A medida que añadimos letras, aumenta la dificultad de que se forme una palabra con significado en nuestro idioma. Y esta dificultad iría aumentando a medida que se añaden letras. Por ejemplo, una vez que llegamos a la raíz de una palabra: "viv-", tenemos todas las desinencias del verbo, que son menos que las posibles opciones si aplicamos las 27 letras del alfabeto.
En un ejemplo más sencillo, si cogemos una sopa de letras, normalmente deberemos buscar una decena de palabras entre centenas de letras. Si formáramos palabras respetando la sonoridad y las normas ortográficas propias de cada idioma (no unir cuatro consonantes en ningún caso, a diferencia del alemán, por ejemplo) obtendríamos muchas más palabras pronunciables que no existen que las que realmente tenemos que encontrar.
En el caso de las palabras para formar una oración, al añadir términos, disminuyen las posibilidades de que se mantenga un sentido lógico. Por ejemplo: "un perro" podría dar lugar a "un perro verde", pero también a "un perro extraoficial"; o a "un perro casa"; de mayor a menor sentido. Siempre hay que respetar algunas reglas: después de una preposición, nunca podría ir otra preposición ("con con", "agua de de"); y un determinante podría acompañar verbos en determinados casos ("el dormir", sería más comprensible que "diecisiete dormir").
En géneros literarios como la narrativa, dramática y especialmente el ensayo, se da mayor importancia a la corrección en el lenguaje (ortografía, morfología y sintaxis) para facilitar la comprensión del lector de forma inequívoca. Para ello, es importante una definición previa de los conceptos, que suele ser específica y estar más o menos en común con la definición del resto de autores y/o lectores. Ante la relación entre los conceptos, el lector/a debe recurrir a esas definiciones para entender lo que quiere decir el autor/a.
La poesía es otro mundo.
A diferencia de otros géneros, (definición propia) el protagonista suele ser la voz del que escribe. El vocabulario e idiosincrasia propia del que habla a todos a través de sí mismo. Con sus palabras, a su manera. En mi opinión, esto ha generado una poesía indescifrable y una poesía ambigua, en relación con la proximidad del lenguaje al lector/a.
A nivel práctico, utilizando tecnicismos, extranjerismos y jergas, el lector tendrá que detenerse más en esos términos para adentrarse en el contexto, transportarse al lenguaje del poema. La creación de nuevas palabras o las metáforas pueden ayudar a lo contrario: que el lector aplique nuevos contextos a palabras que ya conoce para darles un nuevo sentido. Acercar una nueva idea a su lenguaje común.
No parece muy útil escribir un poema con palabras que hay que buscar continuamente en el diccionario. Pueden añadirse notas al pie para explicar el significado de un término en su obra o contexto social e histórico, pero no suelen añadirse definiciones a no ser que esté dirigido al público infantil. En general, los tecnicismos y palabras largas dificultan la comprensión oral.
Llenar un poema de palabras comunes sin cuidar la relación entre significados puede llevar a una poesía naif, simple, incluso boba. No confundir con infantil. Fácil de leer y de escuchar pero sin la intención de dar a entender. El mensaje puede ir engalanado de pompa y barroquismo, o traspasar con un lenguaje común una idea reveladora, pero esto no depende del ritmo y la musicalidad del lenguaje, si no del discurso.
Entre estos dos extremos: indescifrable y ambigua; entiendo que los concursos de poesía se ganan con más de lo primero y que yo me divierto mucho más con lo segundo. No me interesa el poeta que escribe correctamente, en el sentido más clásico, un poema. Me interesa un poeta que se reconoce en su propio idioma, con sus vacíos y flexibilidad, con su baile estético y moral.
Hay temas universales: el amor. Se ha escrito mucho y se escribirá mucho sobre amor. Emular a Bécquer está muy bien, y probablemente nos acerque más a la idea que el lector tiene de la poesía amorosa y, por lo tanto, identifique dentro de un cliché o estereotipo el "poeta romántico" que lleva dentro; pero eso es entrenamiento, no oficio.
La variedad de opciones obliga al poeta a innovar a nivel lingüístico, es decir, decir en la forma en la que uno dice. Juan Ramón Jiménez sorprende por su forma de escribir, por sus recursos literarios y por no respetar las reglas ortográficas: "nostaljia", que escribe él, justo con la fonética. Pero más allá de la innovación lingüística, apelo a la innovación idiomática. Un escritor está obligado a hacer avanzar a su idioma del mismo modo en que su idioma lo hace avanzar a él, un poeta más si cabe.
Innovación idiomática. Decir lo nuevo con las palabras de siempre. Y si "lo bueno y breve, dos veces bueno"; reducir al máximo la entropía. Si se puede decir con una palabra, decirlo con una. Si se puede decir con tres palabras, decirlo con dos y dejar que el lector construya y complete el camino con sus palabras, a partir de la estructura translúcida del poema. Si no se necesitan más, atreverse a poner un punto y final.
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