sábado, 26 de mayo de 2012

Nala y Damayanti

nala y damayanti, Mahabharata, mitología india
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Habla Vrihadaswa:
Rendido su homenaje a los dioses, ella sonrió y dijo a Nala: “Prenda mía tu fe, ¡oh rajá!, ¿cómo podría corresponder a ella? Yo misma y todo lo que tengo en el mundo es tuyo. Tuyo es por plena entrega. ¡Oh, concédeme a tu vez tu amor, oh rey! Fue el enamorador lenguaje del cisne el que encendió toda mi alma. Sólo por tu causa, ¡oh, héroe!, están reunidos los rajaes. Pero si tú desprecias mi homenaje, si me desprecias, ¡oh muy noble rey!, veneno por tu causa, fuego, agua, el vil dogal yo sufriré.”

Al terminar la doncella de Vidarbha, Nala respondió así: “Estando presentes los sublimes guardianes del mundo, ¿querrás tú elegir un esposo mortal? Comparados con los creadores del mundo, apareceremos más bajos que el polvo que ellos pisan. ¡Levanta hacia ellos tu pensamiento! El hombre que desagrada a los dioses se precipita hacia una muerte inevitable. ¡Oh hermosa doncella, de este hado presérvame, elige a los sublimes dioses! Vestiduras sin mancilla de polvo terreno, coronas de amarantinas flores, de todas y cada una de las glorias celestes, desposada con los dioses, gozarás. Aquel que, comprimiendo todo el orbe, con devoradora potencia lo consume, soberano de los dioses, Hutasa, ¿do está la que con él no casaría? Aquel que con su cetro sublime sobrecoge a todas las huestes de los hombres y les hace rendir eterno culto a la justicia, ¿do está la que con él no casaría? Aquel, supremamente justo y sabio, matador de la caterva infernal, monarca omnipotente de los dioses, ¿quién es la que con él no casaría? Ni dejes que temblorosa duda te detenga si a Varuna puedes escoger, entre los guardianes de la tierra. Oye el lenguaje de un amigo.”

Damayanti habló al soberano de Nishadha, mientras sus ojos se anegaban en lágrimas: “A los dioses, a todos, mi homenaje, rey de la tierra, humildemente rindo. No obstante, yo no puedo elegir sino a ti, sólo a ti, esposo mío. ¡Sea este mi voto!”

Nala respondió a la temblorosa muchacha, mientras ésta permanecía con las manos juntas: “Empeñado, por una sagrada promesa, con los dioses inmortales; así comprometido a abogar por otros, por mi mismo no puedo abogar. Éste es mi deber; sin embargo, en adelante hablaré en mi propio nombre: entonces defenderé con osadía mi propia causa. Pésalo, hermosa, en tu pensamiento.”

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Fragmento del Mahabharata.

Traducción de Daniel M. Brusés,
Breviario de la novela de amor, Ediciones del Zodíaco, Barcelona, 1942.


El Mahabharata, en su versión definitiva, es considerado la obra literaria más extensa de todo el mundo, pues se compone de más de doscientos mil versos.

Alrededor de una trama central, de tipo novelesco y narrada con estilo épico, los diversos colaboradores fueron introduciendo amplificaciones de diversos episodios, otros nuevos y reelaboraciones de fases primitivas. De ahí la apariencia de desorden monstruoso que ofrece este monumental poema, en el cual, por ejemplo, el discurso que pronuncia Bhisma antes de morir consta de más de diecinueve mil estrofas (cerca de la sexta parte del poema) y constituye una especie de exposición de la moral pública y privada de la India, ciertamente de gran interés, pero extemporánea a la acción de la obra.

La trama esencial del poema desarrolla las luchas entre los descendientes de los hermanos Kuru y Pandu, del linaje del rey Bharata y de la ninfa Sakuntala, cuya figura recogerá luego Kalidasa: guerra que dura dieciocho años, y en la cual abundan los altibajos de la fortuna, los incidentes fortuitos y las acciones bélicas, todo ello descrito con prolija minuciosidad y situado en un ambiente de grandeza y de heroísmo, valores que desgraciadamente se diluyen en la desmesurada extensión del poema.

Por otro lado, con frecuencia se interfieren leyes y narraciones ajenas a la trama principal del poema, como la deliciosa historia de los amores de Nala y Damayanti, de gran repercusión no tan sólo en la literatura india, sino en las europeas propiamente dichas.


Texto completo y descripción extraídos de José María Valverde y Martín de Riquer, Historia de la literatura universal, volumen 3, Madrid, Planeta, 1991.

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