jueves, 29 de abril de 2010

Invasión

No demasiado a menudo pienso (,) en qué me lleva a escribir. Supongo que el que escribe lo hace en primer lugar porque piensa antes, y sobre todo después, de cada cosa que hace. La predicción y el arrepentimiento son deportes que debieran formar parte de cada uno de nosotros, pero resultaría demasiado utópico un deporte de un solo equipo, más comúnmente conocido como "arte".

El arrepentimiento ya lo dejé atrás, la falta del miedo a la equivocación y tras la aceptación de las consecuencias como algo absolutamente impredecible en la mayoría de casos, sólo queda la intención o el propósito para valorar si debemos o no arrepentirnos ante un hecho que puede haber concluido en un presunto error (el enfado de alguien hacia nuestra persona puede resultar algo hartamente beneficioso en algunos casos). Y no me gustan los enemigos, así que no hay razón para coleccionarlos haciendo del daño la base de mis acciones.

Los enemigos sólo sirven para dos cosas: para generar sufrimiento gratuito e insatisfacción propias de la contradicción lógica y evidente entre el afán de superación y la humildad; y para ganarse el sueldo lanzando relojes de cocina a diestro y siniestro. Y digo relojes de cocina porque la única razón medianamente convicente (en caso de que la hubiera) que se me ocurre para acusar a alguien de ser enemigo de uno es que éste se aproveche de algo que creemos nuestro ¿y qué es "nuestro"? Nuestro tiempo. Y no creo que la mejor forma de utilizar lo nuestro sea pelear por la autoridad de un hecho que a su vez impide el nacimiento de nuevas ideas. Si se es mejor o peor que otro (cosas de la selección natural) es por el presente y la proyección de futuro, no por el punto de partida o el grado de codicia que brilla en nuestros ojos delante de una copa de champán francés que más que champán es la ebullición del sudor de otro (a ser posible de nuestro enemigo).

Es cierto que hay mucho talador de árboles, pero hay leña que es mejor no quemar si no queremos que el tiempo dedicado a un capricho exclusivo de la ignorancia o la estupidez de otro nos asfixie. Para eso están los abogados (entiéndase en el término más comprometido de la palabra, no estrictamente profesional), para eso deberían estar. No hablo de leyes, hablo de hacer pagar a alguien el tiempo perdido en base a procesos judiciales (eso es la Justicia ¿no?) innecesarios con más de su tiempo (no necesariamente entre rejas, estoy hablando de tiempo, no de lugar), y si pudiera ser haciendo lo que habríamos hecho nosotros durante el tiempo que nos hizo perder mejor que mejor ¿no les parece?

Si la gente con tiempo libre no se dedicara a invadir el tiempo de otros más ocupados no habría guerras ni colonialismos ni expansiones ni vencedores ni vencidos. Pero eso es otra Historia, la Historia de los solitarios condenados a vivir en sociedad, la Historia de los deportistas sin futuro.