sábado, 12 de marzo de 2016

Piedra sino piedra


Piedra sino piedra

En poco tiempo, me pedirá que lea
esto que estoy siendo. Me pedirá
la sinceridad de la tinta, el borrón
y su argumento de destierro; el porqué
y cuándo. Qué quiero decir con palabras
que deba escribir en verso.

Es mucho más fácil escribir lejos de oídos
o audiencias que esperan la maravilla
de una piedra. Esperan la cima, la sinalefa
como una gema, una joya, símbolo efímero
de creatividad y audacia lingüística.

Y esto es una piedra que no es sino, piedra.
Bien es cierto que hay sendero, tal vez montaña,
que uno nace silencioso y si es polvo
se levanta del camino y abona la hierba.
Madriguera entre las rocas de la ribera
si es ligero, si la brisa afecta a sus ideas
y el suspirar le impulsa a desenvainar el alma.

Mejor bien acompañado. Baste con una fidelidad
de mil caricias por minuto. Baste una sonrisa
para acoger el mundo y un beso que meza el sueño.
Lo mismo saben el verano y el invierno
de los recorridos solares y las huellas de la noche.
Los vivos huelen el frío y estornudan las flores
que la belleza destierra de los jardines.
Los muertos callan todas las respuestas posibles.

Es fácil escribir para el silencio.
No hay sino una llamada, un trazo de intenciones
que apacigüen nuestro ingenio o la desgracia.
El amor es más fácil de invocar en carta
que atrapados en un reloj de arena: demostrar
las promesas enterradas, de ciclos obligados.

Acaso ahora sería afortunado si no me pidiera
que leyera los fragmentos de cuanto he escrito,
distinto de cuanto callo, que varía en función
de quién pregunta a esta voz fuera de campo.
Estoy hablando en presente del presente pasado.
La fragilidad de la narración es la debilidad
de los contextos, de los nuevos equilibrios
de este balancín dislocado; que no halla centro
para no inventarlo.

Si fuera tarde para esto, será pronto tarde o temprano.
La historia se repite mientras tropezamos en la misma
piedra sagrada. Lo sagrado es la supervivencia
de lo místico en la lógica de la naturaleza.
La fuente sagrada emana la constancia
de la humanidad más cristalina, mas hay libros
diseñados para exponer conciencias como mariposas disecadas.

Escribo por hablar: no me hagas mucho caso.
La verdad solo sabe decir las cosas a la cara
y entre tantas máscaras, apenas los niños
tienen derecho a imaginar mentiras tralará.
Crear es un placer reservado a unos pocos
que por cierto, no temen la respuesta a mi pregunta.
Acaso importa que me lo diga. Importa acaso
lo que escriba, cuánto escuche o desde dónde omita.

La palabra es la antítesis de la soledad y,
sin embargo, es compañía indiscutible y certeza del vacío.
Con la aparición del cine sonoro comenzó la era
del silencio fílmico, de la pausa voluntaria,
la obligación reflexiva impuesta por la calma.
Pero qué digo. Eso no es mío. Es memoria trasnochada.
Hablar solo es de valientes, en la medida del riesgo
de que escuchen las paredes. Escribir sin riesgo
es cobarde. Describir la palabra insulsa como un jarrón
lleno de flores que no alegran, ni decoran, ni se pudren.

La vejez es infancia frigorífica. Se ama
cuanto no se tiene porque creemos que agarramos
la vida mientras la vida nos olvida, nos desplaza
a bebés de caprichos de ultratumba dorada.
El viento se lo lleva todo, entonces nos arrastra
y apreciamos. Solo cambia el orden de las cosas,
la posición de los abismos y la intención de las preguntas.

O eso creo. Estoy vivo o eso creo.
Declarar enamorado, confesar mortecino; la honestidad
de los actos como requisito a la sinceridad del verbo.
La despedida es una misiva eterna que se repite
a cada lectura en un intento de nunca dejar de irnos.
Quedarse en abrazo o en intención; un reproche
que sirva como puente o túnel o galaxia.

La bienvenida no sirve para nada. Si acaso
es útil si el corazón está de oferta y la incertidumbre
abre la oportunidad a arriesgarse para algo.
Mírame a los ojos; nada tiene que ver lo que vea.
Estás de paso, como yo, con la mano tendida;
no es preciso ofrecer la sangre como agua,
ni recomendable, ni excusa. La recepción de la amistad
es la entrada al propio hogar, el rincón de pensar
donde entran en juego todas las jugadas.

O eso creo. Me gusta el mar. Ya lo sabes.
No me gusta que naufrague el mar en cada patera,
ni que en pleamar haya que cambiar las respuestas.
Me gusta la orilla y, en pequeñas cantidades, la sal
de sus mejillas. El rugir de las crestas espumosas
contra el lomo de las conchas y esta piedra.
Me gusta el mar como inescrutable devoradora.
Dentellada firme pero ligera. La erosión de la victoria.

Es probable que esté leyendo, todavía,
imparable en mitad de la parrafada.
Entonces, la arena queda marcada a los pies
de la montaña llana. Entonces, bailan las gaviotas
aún sobre la superficie buscando la apuesta segura.
La suerte está echada en la arena, el vals sigue vigente
y tal vez está mereciendo la pena esta voz alta,
esta pisada efímera en el aire, en la secuencia.
Sin embargo, apenas hay vuelos o danzas hay pisada,
eso sí, apenas hay seguridad tras la confidencia.

No es necesario escribir para comprender la hegemonía biológica,
el pulmón del planeta, el hígado de la esperanza.
Hoy, la pisada viene acompañada, bien
o si no nada. Se acerca la ola dispuesta a borrarme.
Se acerca el silencio que todo lo dice.
La repetición no existe. Solo una canción es sagrada:
esa nana en voz de madre susurrada.



En Balerma, mientras ella estudiaba

piedra, stone, piedra sobre piedra

viernes, 4 de marzo de 2016

Picaresca teatral en el siglo de Oro


"RÍOS: Habéis de saber, señores, que hay ocho maneras de compañías y representantes, y todas diferentes.

SOLANO: Y llámanse: bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía.

[...]

SOLANO: Ah, sí... En las compañías hay todo género de gasarapas y baratijas. Hay gente muy discreta, hombres muy estimados, personas bien nacidas y aun mujeres muy honradas..., que donde hay mucho, es fuerza que haya de todo. Traen cincuenta comedias, trescientas arrobas de hato, diez y seis personas que representan, treinta que comen, uno que cobra y ¡Dios sabe el que hurta! Son sus sus trabajos excesivos por tener tantos papeles que estudiar, ensayos tan continuos y gustos tan diversos... ¡Farándula!

RÍOS: Farándula es víspera de compañía. Traen tres mujeres, ocho o diez comedias, dos arcas de hato y caminan en mulos de arrieros y a veces en carros. Entran en buenos pueblos, tienen buenos vestidos, con plumas en el sombrero; comen apartados, hacen fiestas de Corpus a doscientos ducados y viven contentos... Digo, los que no son enamoradizos, porque los hay que enamoran por debajo de los sombreros... ¡Bojiganga!

SOLANO: En la bojiganga van dos mujeres y un muchacho y seis o siete compañeros. Éstos traen seis comedias, tres o cuatro autos, cinco entremeses y dos arcas: una con el hato de la comedia y otra de las mujeres. Comen bien, duermen todos en cuatro camas, representan de noche y las fiestas de día; cenan las más veces ensalada, porque como acaban tarde la comedia, hallan siempre la cena fría. Son muy dados a dormir de camino debajo de las chimeneas, por si acaso están entapizadas de morcillas.

[...]

RÍOS. (Con forzada vivacidad): Garnacha son cinco o seis hombres, una mujer que hace la dama primera y un muchacho la segunda. Llevan un arca con dos sayos, una ropa, tres pellicos, barbas y cabelleras y algún vestido de mujer. Éstos traen cuatro comedias, tres autos y otros tantos entremeses. El arca en un pollino, la mujer a las ancas, gruñendo, y todos los compañeros detrás, arreando. Están ocho días en un pueblo, duermen cuatro en una cama, tienen vino por adarmes, la carne por onzas, el pan por libras y el hambre por arrobas... ¡Cambaleo!

SOLANO: Cambaleo es una mujer que canta y cinco hombres que lloran. Traen ya sólo una comedia, dos autos, tres o cuatro entremeses y un lío de ropa que lo puede llevar una araña. A ratos llevan a la mujer a cuestas y a ratos en silla de manos... como hicimos éste y o cuando nos juntamos con Martinazos... (A Ríos) ¿Te acuerdas?

RÍOS: Y tanto que me acuerdo...

SOLANO: Representan en los cortijos por una hogaza de pan, un racimo de uvas y una olla de berzas. Pero en los pueblos cobran a seis maravedíes, pedazo de longaniza y lo que les venga. Están en los lugares cuatro o seis días, alquilan una cama para la mujer y, para los demás, el pajar es su habitación eterna... ¡Gangarilla!

RÍOS: En la gangarilla van tres o cuatro hombres, uno que sabe tocar y un muchacho que hace la dama. Hacen el auto de La oveja perdida y dos entremeses de bobo, tienen barba y cabellera, buscan saya y toca prestadas, y algunas veces se olvidan de devolverlas. Cobran a cuarto, pedazo de pan, huevo, sardinas y todo género de zandajas. Cuando pueden, comen asado y`beben su trago de vino. Duermen en el suelo, caminan a menudo, representan en cualquier cortijo y siempre llevan los brazos cruzados, porque jamás cae capa sobre sus hombros...

[...]

SOLANO: ¡Cierto! Lo había olvidado... (Por la comida.) Sigue tú con esto. (Se incorpora y prosigue su actuación mientras Ríos corta y prepara los alimentos y los mezcla en el cuenco.) Ñaque... Ñaque es dos hombres que no llevan sino una barba de zamarro, tocan el tamborino y cobran a ochavo. Éstos hacen un poco de un auto, un entremés y dicen unas octavas y dos o tres loas. Viven contentos, duermen vestidos, caminan desnudos, comen hambrientos, espúlganse en verano entre los trigos y, en el invierno, no sienten con el frío los piojos...

[...]

RÍOS (A Solano): Es inútil... Dejémoslo estar... Acabemos de una vez... (Adopta como puede una postura histriónica y, venciendo su amargura, recita.) El Bululú es un representante solo que camina a pie y pasa su camino, y entra en un pueblo, habla con el cura y le dice que sabe una comedia y alguna loa; que junte al barbero y al sacristán y se la dirá, porque le den alguna cosa para pasar adelante. Y se juntan éstos y alguna gentecilla más en una casa, y él se sube sobre un arca y va diciendo: "Agora sale la dama y dice esto y esto...". Y así va representando él solo, y el cura pidiendo limosna en un sombrero... Y junta cuatro o cinco cuartos, algún pedazo de pan y escudilla de caldo que le da el cura y con esto sigue su estrella y prosigue su camino hasta que halla remedio, el Bululú..."


Fragmentos extraídos de Ñaque o de piojos y actores, de José Sanchís Sinisterra

Nota: Lo mejor de la obra puede encontrarse en las elipsis