El día que muera
El hombre bien pronto se convierte en manada
por creer que sus aullidos
no son escuchados por la luna llena,
por la sencillez de la idea,
el vacío de las palabras.
Ansía leer escrito su destino
para que sus miedos sean descanso, paz...
aunque ello signifique evadir el único y definitivo,
el último paso, el guiño último a la vida.
El día que muera, yo,
amante de la soledad del erudito y pisoteador de tierra,
muera...
como moriréis vosotros,
seres que evadís vuestra responsabilidad como futuros no vivos,
no quiero sentir la fuga de ningún alma,
quiero ser animal.
Quiero palpar el agotamiento del calor en la punta de mis dedos,
la decadencia del oxígeno, veneno causante de mi vida
y mis cadenas a la búsqueda.
Quiero notar la caída de los párpados
sucumbiendo al tiempo,
despacio, como una persiana que hila los sueños.
Quiero ser un lobo solitario
que lo ha dado todo únicamente por su memoria,
ha vivido para devolver el tiempo, el amor
que me dio alas cuando aún me quedaban fuerzas.
Cerrar los ojos y no ver nada.
Y que no recen.
Y que continúen mi búsqueda:
la conquista de sí mismos.