¿Y por qué escribo? George Orwell tiene su opinión. La mía la busco cada vez que me pongo... a veces la encuentro, a veces es ilegible y me responsabilizo de mis distancias, de ser hermético pero directo. Escribo para mí, cada vez menos para mí, incluso estoy empezando a escribir para ti; y te imagino ciento veintidós caras. Las mismas que han visto más de 200 páginas de este cuaderno de bitácora en el último mes. ¿Pocas, muchas, demasiadas? Incertidumbres de lo público.
Si no me voy a dedicar a la televisión ni a la radio es porque no sé a quién me dirijo cuando hablo, no tengo delante, no puedo mirar a los ojos a quien me escucha. Y aunque no pueda ver tu cara mientras lees esto, sé que mi cara cambiante sabrá algún día a lo que me refiero. Necesito ser egoísta para tener la certeza de que nunca estaré solo, escribir será lo único que no podrá quitarme nadie; solidario para construirme; y este, a partir de mañana será mi pasado reciente, tardío, lejano, ajeno... no.
Nunca olvido. Eso pretendo. Uso las letras para conectar miradas. Yo soy la razón principal de todo esto, el protagonista las veces que sea necesario. Soy lo que escribo y lo que leo, y necesito leer lo que escribo para poder seguir haciéndolo. Encontrar más preguntas en una respuesta de un contexto irrecuperable.
El mayor riesgo es hacer necesario leerlo todo para entenderme.
NOTA:
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