viernes, 4 de febrero de 2011

Cerebro intestinal

etica, dilema bueno malo, angel o demonio, incertidumbre
"Ética y Deontología Profesional". Esa es la optativa que me coincide con una asignatura anual las cuatro horas de la semana...

Siendo sincero, tampoco estoy tan triste... tiene un nombre bonito, casi necesario para la función del periodista. Debemos conocer las leyes escritas (Derecho de la Información) y las no escritas. Sin embargo, después de una sola clase, creo que cualquier conjunto de normas no escritas terminan siendo eufemismo de religión, sinónimo de ideología.

La ética es un mecanismo natural de autoconvencimiento de que somos los buenos, que el derecho a la libertad es inexpugnable; pero a lo mejor no todos creen que la libertad es un "Derecho", no me refiero con esto a si el ser humano debe aspirar a ella, sino a enmarcarla dentro de un contexto lingüístico y social que no tiene por qué ser compartido.

Por ejemplo, un miembro de una tribu africana sabe qué es la libertad. Si viene un hombre con un palo que brilla cuando le da el sol y escupe fuego y le dice que es su derecho, el hombre fruncirá el ceño, mirará ahí donde pone Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, se frotará la frente intentando imaginarse una imagen entre tanta letra y le dirá: yo ya soy libre.

Cuando el hombre blanco le convierta en esclavo para llevárselo a plantar maíz o algodón, o ir a la guerra; o llegue con una Biblia primero y después con un diccionario a enseñarle "edificio", "gol", "parachoques",... le convenza de que es imposible ser feliz con menos de un euro al día; después, tendremos que convencerle de que tiene derechos, no libertades.

Por tanto, la ética es un ideario político basado en conceptos que hacen posible una "colonización lingüística". ¿Por qué digo esto? Porque las leyes creadas para organizar a personas con el estómago lleno no se cumplen con el estómago vacío.

Sí, no se cumple la Ley escrita. Sí, siguen explotando a niños en minas de coltán, para que un montón de chinos tengan con qué fabricar los aparatos electrónicos que usaremos la clase media, alta y super alta. Ni las normas divinas... entonces, ¿cómo vamos a cumplir la no escrita?

Hay una razón de peso, biológica, para desconfiar: tenemos dos cerebros.




Uno en la cabeza, y otro en el intestino. Nos comunicamos con nuestro apetito. La revolución francesa significó la enunciación de esos grandes derechos y libertades, pero asesinó a mucha gente, a un rey sin ir más lejos ¿la política? No, el hambre. Igual que nos sentimos felices cuando comemos comida bien cocinada, la desesperación nos invade cuando sólo hay tierra.


No hace mucho leí: "No hay generosidad sin jerarquía". Todavía no sé que pensar al respecto... pero algún día echaré de menos el concepto "tierra virgen".

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