domingo, 12 de diciembre de 2010

12 de diciembre

Las sábanas se congelan en la cuerda de tender. Los pies descalzos se acercan temerosos a la estufa con verticales en llamas, que no se atreve con el frío escurriéndose por las paredes de la memoria.

Sigo escribiendo.

Descubrir Opciones de entrada>Fecha y hora de la entrada ha sido muy beneficioso. Puedo escribir durante la noche y publicar por la mañana, simular un horario civilizado, sincronizar mis relojes con las rutinas laborales propias del que quiere la información delante de un café. No las noches de insomnio, como la de ayer, en Villa Soldati (Buenos Aires, Argentina)...

Pese a un examen a las 9 de la mañana que ha salido perfecto.

Pienso en mañana con el estómago vacío tras tres volcanes, y el frigorífico, tras tres intentos. Se acerca la última excusa para no volver a casa corriendo, el examen de Derecho. Iba a buscar la cartilla del banco para poder sacar el dinero del billete, y estudiar... pero desde el mediodía un monstruo ha acampado en mis entrañas. El cuerpo ha heredado este día como adelanto de mi testamento.

He conseguido expulsarlo, dormir, despertar, y todavía sigo escribiendo.

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