martes, 16 de noviembre de 2010

Giro

Tocan a la puerta. Nadie quiere abrir. Todo apunta a que un pomo comenzará a girar en breves instantes. Nadie quiere mirar.

No gira.

Ni gira.

Se aprietan las mantas contra dientes y algunos ojos se cierran, los párpados se arrugan. Van a entrar. Y lo saben. Tarde o temprano. No recuerdan si era una pared lo que quedaba a sus espaldas, pero su inmovilidad la convierte en atrezzo innecesario. Sigue sin moverse el marrón de la puerta, ni el dorado redirige a nuevos puntos la luz. No se mueve el pomo, ni las cuencas de los ojos.

Tocan a la puerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario