Llevo dos días (una infinitud) sin visitar la lista de entradas de los blogs que sigo, sin mucho indagar por mares digitales. Estos días los estoy dedicando a aprender, esta semana he devorado dos cómics, uno cada noche; he visto películas y documentales; hay mucho de lo que hablar desde el otro lado de la pantalla.
También he escrito, a bolígrafo, como más duele. Y esta tarde la he pasado maquetando el que será nuestro primer periódico. Creo que lo mencioné anteriormente; 12 páginas que devoran mucho texto. Vamos a tener que escribir, y atrever. Buscar la seriedad del trabajo vocacional allí donde la universidad se ha conviertido en un campo de minas con dos estrellas fugaces por curso, por las que merece la pena.
Nos gusta lo que hacemos. El resto está hecho. Y seguir.
La verdad es que no sabía cómo continuar el blog. La entrada sobre el posible intento de boicot de la huelga general en Cataluña ha sacado de mí un periodista que tenía ante sí las fuentes, las buenas, y no se creyó hasta dos días más tarde lo que estaba escribiendo. El autor no tiene nada que ver en esto, pero ¿qué hubiera pasado si esa misma noticia se hubiese publicado en la web de un periódico masivo? No es una pregunta retórica. Yo no lo sé, sólo sé que la gente que ha visto las noticias me ha dicho que no se informó de nada... cuatro energúmenos antisistema socialmente inadaptados liándola parda. Es lo que queda. En este blog, quedará como una pincelada de la que me siento muy orgulloso, por haber vivido en directo, aunque fuese desde un estudio de radio en Madrid, la noticia, la gran noticia. ¿Narcisismo? No lo quiero saber hasta que deje de ser demasiado pronto.
De pequeño tenía un diario. Una de las razones por las que dejé de escribir en él porque me atemorizaba que alguien pudiera leerlo, no eran más que las cuatro tonterías de la ESO y un amor que me hacía temblar cada vez que la veía en el supermercado... lo típico.
La otra es el peso. La carga de arrastrar las hojas para llegar a la página en blanco. Las primeras cada vez más grises, las nuevas cada vez más blancas. Lo he sentido varias veces desde que empecé a volcar mi vida al exterior, aún conservo un blog privado en el que tengo casi todas las poesías que he escrito desde pequeño. Todas las de mi infancia. Es un cajón oscuro, privado porque sólo es conservación, reservado a unos pocos.
Publicar lo que pienso con tamaña periodicidad me obliga a mejorarme cada día y temo no sobrevivir al desgaste del narrador. No saber cómo hacerlo mejor. La mala crítica me lastra y la buena me hace sonreir. Siempre he temido restar demasiada importancia a mi autocrítica, pero sólo me queda nutrirla. De los temas de la realidad uno debe escuchar críticas desde todos los ángulos, pero ni yo mismo debo saber cómo quiero ser. Sólo ser y dirigirme al hogar. Las oportunidades están para aprovecharlas... y no pierdo nada ¿el tiempo? Nunca habría empezado a escribir si no hubiera aprendido tanto de mí mismo, por qué soy como soy. Esto es lo mejor que sé hacer y lo que más me gusta aprender. El tiempo nos pone a cada uno donde le sale de los huevos, pero este es mi tiempo.
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