Media docena de ojos atendían fijamente al profesor, que les había encomendado una breve obra literaria: “escriban una obrita per se”, solicitó. Solícitos, bajo una inquieta atmósfera de grafitos manufacturados rayaban celulosa reciclada. Los pájaros dejaron de cantar. Leyó el primero:
- Pepico era un...
- ¿"Pepico"? ¿Qué clase de nombre es ese? "Juan" mejor.
- Juan... era un cobarde. Poco más podía decirse de él.
Volvió a escucharse el canto de los pájaros.
- ¿Ya está?
- No lo veo...
- Míralo.
Aumentó el volumen de la habitación.
- Juan... era un cobarde. Poco más podía decirse de él. Algo sí. Nueve años más tarde pensará en cada uno de los agujeros de la hermana de Pepico. Esta vez sí, aprobado y resuelto, Pepico está junto a él. Pepico y Juan son amigos desde que se conocen, es decir, nunca han tenido tiempo para llevarse mal. Siempre se encuentran en mitad de un recado, un ejercicio para clase o un callejón sin salida.
- ¿Ya está?
- ... Siempre se encuentran en un callejón sin salida. La hermana de Pepico, la de los agujeros a futuro tan ansiados por Juan, no tiene nombre conocido para Juan. Dentro de cinco años les presentarán y lo descubrirá por sí mismo. Hasta entonces no es importante. Lo importante es que Juan era un cobarde. Y dentro de nueve años, pensará cada minuto en cada uno de los agujeros de la hermana de Pepico. Hasta entonces, Juan no es importante.