El miedo del lenguaje
Escribiendo tal texto, él experimenta un sentimiento culpable de jerga, como si no pudiera salir de un discurso loco a fuerza de ser particular: ¿y si toda su vida, en suma, se hubiera equivocado de lenguaje? Ese pánico le invade tanto más vivamente aquí (en U.) porque, no saliendo por la noche, mira mucho la televisión: sin cesar, entonces se le representa (se le hace advertir) un lenguaje corriente, del que él está separado; ese lenguaje le interesa, pero eso no es recíproco: al público de la televisión, su lenguaje, el de él, le parecería enteramente irreal (y, fuera del goce estético, todo lenguaje irreal tiene el riesgo de ser ridículo). Tal es la recaída de la energía lingüística: en un primer tiempo, escuchar el lenguaje de los demás y sacar de esa distancia una seguridad; y en un segundo tiempo, dudar de ese apartamiento: tener miedo de lo que se dice (indisociable de la manera como se dice).
Sobre lo que acaba de escribir durante el día, tiene miedos nocturnos. La noche, fantásticamente, vuelve a traer todo lo imaginario de la escritura: la imagen de lo producido, la cotillería crítica (o amistosa): "es demasiado esto", "es demasiado eso", "no lo es bastante"... Por la noche los adjetivos regresan en masa.
Fragmento extraído de Roland Barthes, por Roland Barthes
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