Anda sola por la calle nocturna, la acera está fría bajo sus pies descalzos, vaga por un páramo de señales de tráfico y afiladas esquinas. Levanta la cabeza y dice:
- ¡Uff! Creo que me he perdido... ¿Cómo no me voy a perder si es la primera vez que me traes aquí? Ya te vale... descalza con el frío que hace,... ¿sola? La gente va a pensar que un virus ha acabado con la humanidad y se preocupará por mi supervivencia ¿Te diviertes jugando así conmigo? ¿Con ellos?
Bajo el abrigo marrón con rigidez sucia lleva un colgante, su forma es triangular, con un gran zafiro en el centro y tres rubíes en los vértices sobre una estructura de oro macizo. Es un regalo.
- ¿Qué crees que es esto? - se lo quita y lo tira al suelo - Yo no te lo he pedido, ¿crees que me gustan tus regalos? ¿Me estás comprando? - gira a su izquierda, entra en el portal más cercano, atraviesa una puerta carcomida por el desuso y las termitas y llega a una playa paradísiaca, de postal caribeña- Esto está mejor.
Cansada, aburrida de depender de un idiota, deja caer el abrigo a la cálida arena como una pena admitida y desgastada.
- Lo peor de todo es que crees que me conoces, te diviertes intuyendo mis reacciones femeninas para hacerles creer que soy una persona totalmente ajena a ti. Lo triste es que lo soy. Y tengo que seguir tus pasos como una marioneta, como si no importara lo que digo ni lo que pienso, no confiaras en mí. No te cansas de poner piedras en el camino. Ya estoy harta, me vuelvo a casa.
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