jueves, 7 de octubre de 2010

Niño

La poesía sabe que el cielo está vacío, sabe que el rostro del hombre se disipa, sabe que la lengua se halla en vías de extinción, sabe que ésta ya no tiene poder, sabe que no puede prometer nada, sabe que desde hace décadas y décadas el sentido de la literatura ya no es otro que repetir locamente su no saber y decir, por ejemplo, con Eugenio Montale:

Hoy no te podemos decir más que esto
lo que no somos
lo que no queremos.

Ella sabe del desencanto, de la inquietud, la retirada, la falta de sentido... Sabe esto cordialmente y de memoria, hasta el descorazonamiento. Y, no obstante, a ella le corresponde continuar queriendo otra cosa. Aunque sólo fuera para acusar su falta. Para que el hombre no renuncie. Para que siga siendo aquel que pregunta. Para que no se convierta en ese idiota que cree tener respuesta para todo. Para que no se contente con comer y digerir, desear, fornicar y consumir, con acumular e idolatrar los objetos. Para que no sea víctima de sí mismo. Para que sepa que sigue habiendo ese hueco, ese agujero que en él excava la lengua. Para que permanezca el pasajero de ese "viaje del habla" que constituye también su trayectoria mortal. Para que conozca un poco mejor su deseo en lugar de sufrirlo solamente.


Jean-Michel Maulpoix, poeta y ensayista

Extraído de ¿Qué puede la poesía?

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