miércoles, 14 de julio de 2010

Dormir

Fue mi padre quien hizo de zahorí biológico en este segundo caso. Sabía que nacería el 25 de marzo de 1989 antes incluso que el médico. Mi madre tampoco terminaba de creerle, fui un bebé pacífico. Tan tranquilo que mi madre pensaba ver una película y cenar pizza con mi padre aquella noche. Por suerte para mí, seamos sinceros, no fue posible.

No sé si mi actual forma de ser, tranquila y cómo decirlo... horizontal a más no poder, tendrá algo que ver con el poco estrés que sufrió mi madre durante el parto, "ojalá todos los niños nacieran así"; dice mi madre que dijo el médico.

Siendo bebé pasaba días enteros durmiendo: mi madre me daba la leche en el biberón mientras dormía y de vez en cuando, cuando ya se asustaba mucho, deshacía un cigarrillo y me colocaba el papel debajo de la nariz para ver si respiraba...

Al contrario que mi hermana (un año más vieja que yo ya desde esas tempranas edades), dormía en cualquier parte y bajo cualquier circunstancia. Con cinco años me quedé dormido sentado en el taburete de un bar sin respaldo; un poco más mayor, una noche hubo un terremoto, mi padre no estaba en casa y mi madre y mi hermana, muy asustadas, se metieron debajo de la cama de mis padres. Yo me enteré a la mañana siguiente...

Con catorce o quince años (ya ves que mis edades no las manejo mucho) me pasé tres días con una rutina un tanto particular: me levantaba a las siete y media de la mañana, desayunaba, iba a clase, las pasaba medio dormido, volvía a casa a las tres, almorzaba, me echaba una siesta de cuatro de la tarde a nueve de la noche, cenaba, me acostaba y volvía a despertarme para ir al colegio al día siguiente; durante esos tres días mi actividad vital quedó prácticamente reducida a comer, ir a clase y dormir.

Soy feliz así.

Mi madre todavía se asusta, no termina de creerse lo mucho que me gusta soñar.

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