lunes, 15 de marzo de 2010

Blanco

Abrió los ojos y antes de ver nada la asaltó el recuerdo de la supervivencia, cómo respirar. Blanco. Movió ligeramente la cabeza hacia su derecha y el fondo opaco empezó a teñirse como un cristal desempañándose. Estaba agotada, su sensación de inmovilidad le permitió predecir que estaba tumbada, hacia arriba, en la misma postura en la que debían viajar los muertos en el ataúd. Pero no estaba muerta, sólo había desaparecido un tiempo, un tiempo que aún era incapaz de mentirse a sí misma. En cuanto dedujo que estaba en el hospital, sola en medio de aquella melodía punzante de reloj irregular, enredada entre tubos, con nudos de hierro escondidos debajo de la piel, supo que tarde o temprano el espejo le diría la verdad. Mientras esperaba, rodeada de blanco, rompió a llorar.

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