miércoles, 13 de julio de 2011

Vilcabamba

vilcabamba, manco inca
"Se trataba, sin duda, de un relato pintoresco: Manco Inca había llegado al poder a principios del siglo XVI, cuando apenas tenías 19 años. A pesar de su juventud, demostró ser un adversario astuto y lleno de coraje. A medida que los españoles, acaudillados por los hermanos Pizarro, avanzaban hacia tierra inca, Manco Inca le cedía terreno y se retiraba hacia escondrijos más inaccesibles, hasta que finalmente llegó a Vilcabamba. El momento decisivo se produjo en 1539, cuando Gonzalo Pizarro envió a trescientos de “los más distinguidos capitanes y guerreros” en lo que se entendía en el siglo XVI por un ataque masivo. Los atacantes llegaron hasta donde pudieron a caballo (los caballos se habían extinguido en América antes de la llegada de los españoles). Cuando les fue imposible seguir avanzando, dejaron a un pequeño grupo vigilando las monturas y continuaron a pie. Tras cruzar el río Urumbamba, recorrieron el valle de Vilcabamba hasta llegar a un desfiladero situado más allá de Vitcos. A esas alturas, la selva era tan espesa que resultaba casi impracticable, y los españoles empezaban a ponerse nerviosos. De súbito se encontraron con dos nuevos puentes construidos sobre unos riachuelos de montaña. Los puentes eran cuanto menos tentadores, aunque el hecho de su reciente construcción debió haber alertado a Pizarro. Sin embargo, no sucedió así, y los soldados se vieron sorprendido en medio de una emboscada. Sobre ellos empezaron a llover cantos rodados, seguidos de una tormenta de flechas. Murieron treinta y seis españoles, y Gonzalo Pizarro se vio obligado a retirarse. Con todo, lo hizo sólo temporalmente. Diez años después, los asaltantes lograron franquear los puentes con una partida aún mayor, llegaron a Vilcabamba y la saquearon. Sin embargo, para cuando esto sucedió Manco Inca ya había vuelto a desplazarse. Al final fue traicionado por unos españoles a los que había perdonado la vida a cambio de la promesa de que lo ayudarían a luchar contra Pizarro, aunque no antes de que su astucia y coraje le hubiesen hecho merecedor del respeto del resto de los conquistadores".


Fragmento extraído de Historia Intelectual del siglo XX

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