lunes, 9 de mayo de 2011
Asiento
"...sonrieron felices junto a la ventana su último amanecer". Unas gotas cayeron sobre el papel y expandieron levemente la tinta. Se quedó mirando el punto final, sin levantar la cabeza. Había terminado aquel libro pero nadie a su alrededor lo sabía, ni dos asientos más allá ni en Indochina. Siguió llorando como si no terminara la página, la página, el adiós, dando saltos entre párrafos de una tragedia tan insignificante como ella. Detenida en los puntos al corto espacio, con seis o siete gotas más salado, lo cerró. Cuándo volvería a abrirlo,... lo cerró y bajó del vagón secándose los ojos y desaparecer.
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