Mañana cambiaré otra vez de paisaje.
Las clases comienzan el lunes (6 de septiembre) y uno debe hacer acto de presencia como buen interesado en aprobar. Los últimos dos años llegué al curso con una semana de retraso (no me gusta perder el tiempo) y no me fue tan mal. Los profesores no me conocían y los límites de entrega de las fichas con la información del alumno, yo en este caso; llegaron a ponerme nervioso, pero el resultado fue positivo. Por suerte, Riki y Carlos contaron conmigo para hacer los trabajos en grupo (muchísimas gracias).
Por una parte, este ha sido de los mejores veranos de mi vida, he aprendido mucho. He terminado el libro, aún sigo a la espera de recibir el ejemplar de prueba (acabaré pidiendo otro); he conocido paraísos y he construido un sueño en mi cabeza que hasta ahora es simplemente eso, el sueño. He pasado la mayor parte del tiempo con la gente a la que quiero aunque sé que nunca será suficiente. Este blog forma parte de mi dedicación a las personas que quiero. Sé un poco mejor quién soy, conozco el siguiente paso: seguir.
Por otra parte, vuelvo a la gran ciudad, a la contrarreloj, a aprender más sobre lo que me apasiona: periodismo y cine. Volver a ser el compañero del final de la clase, el nadie-sabe-por-qué representante de alumnos de Facultad (ni yo sé por qué me meto en estos fregaos) y a la información crítica constructiva. Vuelvo a la aventura aún en busca de un compañer@ de piso (216 más gastos, metro Oporto). El octavo en tres años.
El reencuentro está empezando a ser algo cotidiano. Pero no importa, me gustan las batallitas y los abrazos.
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