lunes, 30 de agosto de 2010

Carretera

carretera, accidente tráficoDerrapó sobre una fina capa de arena.

Unos días antes un camión había descargado allí varias montañas para la construcción del nuevo rascacielos. Lo justo para no matarse.

Aún así, las llamadas no dejaron de gotear durante toda la tarde como una quemadura que funde los instantes de paz. "¿Cómo estás? Menudo susto nos has dado". Debía transmitir a fantasmas su alegría de que las medidas de seguridad de su vehículo hubieran sido más eficientes que su prisa irresponsable, aún cuando ni él sábía si aquello era cierto.

Pasaban las décimas de segundo y allí seguía, tumbado sobre un blanco higiénico; desde que entró en aquella habitación sólo había respirado, escuchado y pedido a su madre que pagara por ver anuncios sobre accidentes de tráfico en la televisión... No se atrevió a pedirle nada más, había pasado mucho tiempo desde entonces.

El noticiario también hizo lo propio. Era una coincidencia que aquella mueca de aquel neumático trasero izquierdo hubiera decidido relevar de sus funciones en plena operación retorno. Prefirió creer que su tristeza, casi natural, formaba parte de uno de esos absurdos síndromes post-vacacionales que vacían las farmacias.

Por un momento, se sintió una estadística, un dato incomprendido en mitad de un espejismo que volvería al año siguiente, convertido en una comparación tan odiosa como inútil. La gente seguirá muriendo en la carretera, pensó.

Mamá, morir en el camino es uno de esos riesgos a los que el sueño de libertad nos condena. Pregúntame a dónde me dirijo.

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