lunes, 19 de julio de 2010

Puntos

Si divisamos la Historia de la Humanidad como una línea larga, tan larga que casi nos parece inconcebible, situaremos casi sin querer nuestra vida como una línea corta, tan corta que parece un punto, una mota polvo en mitad de una autopista.

Los que crean en la evolución de las especies pueden pensar en una autopista inmensamente más larga; los creacionistas, algo así como el tiempo que pasó dios estudiando monos antes de crear su máquina de guerra perfecta y el tiempo que tardó en írsele de las manos, el resto del tiempo en términos comparativos es irrisorio.

Nuestra forma de vida, de supervivencia, sólo depende del ecosistema (biológico y social) en el que se nace. La temporalidad limitada de nuestros antecesores y la propia nos demuestra que nuestra vida es un engranaje que gana progresivamente la capacidad de cambiar su ecosistema gracias al conocimiento acumulado por otros como nosotros hasta el instante del presente. Sólo hay que otorgar de forma física, dar materia, al pensamiento; ya sea escribiendo, pintando, diseñando edificios, construyendo barcos dentro de una botella...

El primer paso es la observación: debemos interpretar nuestro entorno como una suma de elementos aislados; después hay que imaginar cómo podemos colocar esos elementos de cara a satisfacer una necesidad, sea obtener agua, cazar, jugar para aprender o algo a lo que aferrarse para sobrevivir a la desesperanza. Sin la imaginación el hombre no habría desarrollado la capacidad de crear herramientas a partir de otras herramientas, sin martillos no existirían las grúas Goliath ni el arte abstracto sin las pinturas de las cuevas de Altamira.

No todos los escalones tuvieron la misma altura, pero para explicar la propiedad acumulativa del conocimiento haremos un viaje científico en el tiempo en busca de algo que hoy en día nos parece incuestionable: que la Tierra gira alrededor del Sol.

Del geocentrismo al heliocentrismo

En este artículo también se citará la relación entre los cuatro astrónomos principales en este proceso y la Iglesia. En este sentido, por una parte la Iglesia financió gran parte de los estudios astronómicos, empezando por Copérnico, y por otra condenó a Galileo por la defensa de este mismo sistema. Si te interesa, ya hay algo escrito sobre eso. El interés de este artículo es razonar cómo el conocimiento es primordialmente dependiente de las necesidades sociales y acumulativo, los descubrimientos teóricos están limitados por los avances tecnológicos y el desarrollo de éstos surge de la imaginación en la aplicación de esos mismos inventos, que son llevados hasta sus propios límites. Y dar a conocer un poquito de Historia de la astronomía.

Este cambio sólo consiste en un cambio en la posición de la Tierra respecto al Universo. El geocentrismo coloca la Tierra en el centro del Universo, y los astros, incluido el Sol, girando alrededor de ella; y el heliocentrismo, por el contrario, sitúa a la Tierra dentro del sistema solar, es decir, es un planeta más que gira alrededor del Sol.

Este cambio comenzó entre los años 310 a. C. y 230 a. C.; período de vida de Aristarco de Samos, que propuso la teoría heliocéntrica pocos años después de que Aristóteles obviara ignorara el sistema geocéntrico. Los astrónomos de su época veían a los planetas y al Sol dar vueltas sobre el mismo cielo a diario, sin un punto de referencia externo, por lo que parece lógico que percibieran la Tierra desde una posición fija. Pero fue demasiado tarde, la Iglesia y el feudalismo ya habían optado por la teoría geocentrista, dominante hasta el Renacimiento por ser complementaria al : dios (y su creación) es el centro del universo.

Debemos tener en cuenta que la astronomía es el germen de las religiones. Este fenómeno queda argumentado en la primera parte del documental Zeitgeist. Las reglas que regían los astros eran aplicadas a la organización de las sociedades, por lo que modificar el sistema significaba cambiar la posición del ser humano respecto al mundo. La teoría geocentrista establecía diferencias en las relaciones con el poder, todo debía girar alrededor de un mismo punto, la Tierra, Dios (teocentrismo), y por ende, el poder. El cambio heliocentrista significó un cambio de concepción en la posición del ser humano en el universo y, por tanto, en su organización sociedad e imaginario individual: todos giramos alrededor del Sol, sin importar la jerarquía interna.

El sistema heliocentrista se dejó de lado hasta unos mil setecientos años más tarde, cuando Nicolás Copérnico (1473-1543) escribió el libro De Revolutionibus Orbium Caelestium (Sobre el movimiento de las esferas celestiales), publicado el año de su muerte.

"Parece que no era la fuerza de los hechos sino una preocupación estética y metafísica lo que empujaba a Copérnico. Se le ocurrio que un sistema diferente podía resultar mucho más hermoso"; pero lo cierto es que existía un problema real, sin el cual, no se habría necesitado una variación en el sistema, una necesidad generada por y para el desarrollo de la agricultura y el comercio, el hambre de progreso:
"Cuando Julio César recurrió al calendario egipcio para reformar el romano, en el año 45 a.C., introdujo el sistema de tres años de 365 días seguidos por un año bisiesto de 366 días. Esto originaba un año de 365 días y cuarto, 11 minutos y 14 segundos más largo que el ciclo solar real. A lo largo de los siglos, la acumulación de este reloj, como el de un reloj que atrasa, había producido una notable dislocación en el calendario. Como resultado de ello, durante la vida de Copérnico, el equinoccio vernal, que tradicionalmente señala el comienzo de la primavera en el hemisferio septentrional, había pasado del 21 de marzo al 11 de marzo. Los campesinos ya no se podían fiar del calendario para sembrar y cosechar los campos, y los comerciantes ya no podían depender del calendario para extender los contratos de entrega de los productos de temporada.

(...)

Sin embargo, cuando le pidieron a Copérnico que participara en el proyecto, respondió que todavía no había llegado el momento oportuno. Pese a que el viejo sistema geocéntrico ptolemaico no podía producir un calendario con la precisión requerida, todavía no existían pruebas suficientes para demostrar que su sistema heliocéntrico funcionara mejor."
De Revolutionibus Orbium Caelestium incluía un extenso prólogo sin firmar, escrito por Andreas Osiander, teólogo protestante, en el que dirá que el estudio de Copérnico era una simple hipótesis matemática, incapaz de describir los movimientos celestes.

En este sentido, fue imprescindible el desarrollo de varios inventos para dar otro paso hacia la consolidación de la teoría que da inicio a la revolución científica.

En primer lugar, el invento de Johannes Gutenberg, que hizo posible la expansión del conocimiento, la construcción de nuevas teorías basadas en el heliocentrismo desde todas las partes del mundo, simultáneamente; la imprenta (1440).

En segundo lugar, el telescopio (1590), que permitió a Galileo, aplicadas unas mejoras que hacían posible aumentar la visión hasta 10 veces más que el que llegó a sus manos por primera vez, descubrió los cuatro satélites de Júpiter, llamados "planetas mediceos" en honor de la familia del gran duque florentino Cosimo II de Médici; la forma oval de Saturno, las fases de Venus,... Las observaciones comenzaron a aportar pruebas directas de la realidad del sistema heliocéntrico:
"La gente prudente, sin embargo, no se mostraba dispuesta a permitir que un dudoso aparato nuevo anulara la evidencia de primera mano que aportaban los ojos. (...) El eminente aristotélico Cesare Cremonini se negó a perder el tiempo mirando por el artefacto de Galileo sólo para ver <<... lo que nadie más que Galileo ha visto... y, además, mirar por esos anteojos me produce dolor de cabeza.>>"
A lo que Galileo Galilei (1564-1642) respondió:
'Todas las dimensiones que han atormentado a los filósofos durante tanto tiempo quedan refutadas de inmediato por la innegable evidencia de nuestros propios ojos; quedamos así libres de las disputas retóricas sobre este tema, pues la galaxia no es más que una masa de innumerables estrellas que forman racimos. Se dirija el telescopio a donde se dirija siempre aparece a la vista una enorme cantidad de estrellas..."
Cabe destacar lo paradójico de la situación que respecto de la Iglesia tuvieron estos dos grandes astrónomos. Copérnico, "si bien no llegó nunca a tomar las órdenes sagradas, realizó cómodamente todas sus actividades en el seno de la iglesia. Y fue la iglesia la que posibilitó su dedicación a variadas tareas intelectuales y artísticas", mientras que Galileo fue condenado a abjurar públicamente de sus teorías, se prohibió su libro Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo y debería, ademas, permanecer en prisión por un período de tiempo indefinido.
"La historia del brutal juicio al que Galileo (llevado al cine por Joseph Losey en 1974) fue sometido ante la Inquisición es de todos conocida. Cuando le llegó en Florencia la orden papal de comparecencia, Galileo se encontraba en cama, gravemente enfermo. Los certificados médicos declaraban que su traslado a Roma podía resultar fatal. No obstante, el papa le amenazó con hacerlo llevar encadenado si no iba a Roma por voluntad propia. El gran duque de Florencia le proporcionó una litera y Galileo fue así transportado hasta Roma durante el frío mes de febrero de 1633. El juicio se centró en tecnicismos, en lo que el cardenal Bellarmino (inquisidor, beatificado en 1930 por el papa Pío XI, que condenó a Giordano Bruno por no retractarse de sus ideas sobre los múltiples sistemas solares y la infinitud del universo a ocho años en prisión y, posteriormente, a ser quemado vivo en la hoguera) le había o no le había dicho en 1616, o si había comprendido con claridad la desaprobación papal de las doctrinas copernicanas."
Hasta que la mañana del miércoles 22 de junio, Galileo se arrodilló ante el tribunal y obedientemente declaró a la edad de setenta años:
"Yo, Galileo, hijo del difunto Vicenzio Galilei, (...) considerando que después que este Santo Oficio me hubiera hecho llegar un requerimiento judicial en el sentido de que abandonara completamente la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que es inmóvil, y de que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y de que no debo sostener, defender ni enseñar, en manera alguna, de palabra o por escrito, dicha falsa doctrina, y, después de habérseme notificado que dicha doctrina era contraria a las Sagradas Escrituras, escribí y publiqué un libro en el que trataba esa doctrina nueva ya condenada y presentaba argumentos en su favor sin señalar ninguna solución para ellos, (...) de todo corazón y con fe verdeadera abjuro, execro y abomino los errores y herejías anteriormente citados, así como cualquier otro error, cualquiera que sea el error y la secta, contrarios a la Santa Iglesia, y juro que en el futuro no volveré a decir o a afirmar verbalmente ni por escrito nada que pueda causar una sospecha similar hacia mí; además, si conociera a alguna persona herética o sospeschosa de herejía, la denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor u ordinario del lugar en que me encuentre..."
Posteriormente, Johaness Kepler (1571-1630), siguiendo las ideas de Copérnico, intentó calcular una órbita circular de los planetas. Una vez agotadas todas las posibilidades en esta dirección, aplicó a su teoría el movimiento elíptico, del que parten sus famosas tres leyes (publicadas en 1609 en su obra Astronomia Nova). No deja de ser curioso que justo cuando era perseguido por la jerarquía católica por ser protestante, su propia iglesia lo "incomunicó" en 1612 a causa de su individualismo intransigente en materias doctrinales. Johannes Kepler se mantuvo como cristiano creyente dentro de la iglesia luterana y trató infructuosamente de obtener el levantamiento de su incomunicación.

La consolidación de la teoría heliocentrista se logra definitivamente con los Principios matemáticos de la filosofía natura (1687) de Isaac Newton (1643-1727), inventor del telescopio reflector.

Tanto Kepler como Galileo produjeron un cambio conceptual al pensar en un solo universo en donde no hay privilegios de ningún tipo: ya no existe el universo aristotélico dividido en dos regiones, la sublunar y la supralunar; el universo es un todo del que la Tierra sólo es una parte dependiente del resto. Kepler obtiene leyes matemáticas que dan cuenta del movimiento de los planetas y Galileo hace lo correspondiente en el mundo terrestre; pero aún era necesario encontrar leyes matemáticas que explicaran al mismo tiempo los fenómenos terrestres y los celestes. Este es precisamente el logro de la ley de gravitación de Newton (1685), aplicable tanto a fenómenos terrestres como celestes y en la que están contenidas y superadas las tres leyes de Kepler y la ley de la caída de los cuerpos de Galileo (.pdf).

Con relación a la iglesia:
"Como Michael Fowler observó:

Él (Isaac Newton) estudió erudición hebrea y a teólogos antiguos y modernos en gran profundidad y llegó a convencerse de que el cristianismo se había apartado de las enseñanzas originales de Cristo. Él se sintió incapaz de aceptar las creencias actuales de la Iglesia de Inglaterra, lo cual era desafortunado ya que, como un Miembro del Colegio de la Trinidad, se le requirió acoger órdenes sagradas. Felizmente, la Iglesia de Inglaterra era más flexible que la Iglesia Católica en estos asuntos, y ¡el Rey Carlos II expidió un decreto legal excusando a Newton de la necesidad de acoger órdenes sagradas! Realmente, para prevenir que esto sea un precedente extenso, el decreto especificó que, a perpetuidad, el profesor lucasiano no necesitaba acoger órdenes sagradas. (El profesor lucasiano actual es Stephen Hawking) [1995]."
Casi 2.000 años tardó el ser humano en aceptar y demostrar que la Tierra giraba alrededor del Sol, y pese a la censura durante gran parte de la Historia por parte de las instituciones que ejercían el poder en aras del mantenimiento de sus privilegios, queda demostrado que el desarrollo de las principales herramientas de comunicación (anteriormente la imprenta, y actualmente internet) hace inevitable la búsqueda de la Verdad.

Ya sea teorizando en base a propuestas anteriores, añadiéndoles nuestra perspectiva o ajustándolas a nuestra experiencia y/o contexto; o imaginando nuevas vías. Todas las mentes inquietas del mundo buscan una misma cosa: una respuesta a sus preguntas; antes incluso de haber solventado cualquier problema respecto a su supervivencia.

Hazte preguntas, aprovecha que actualmente hay información sobre casi todo, que puedes convertirte en un auténtico experto en lo que tú quieras; es la única forma que conozco de que una gota forme parte de un océano, siendo corriente.

Aristarco de Samos necesitó del uso de la Biblioteca de Alejandría para que Stephen Hawking haya podido investigar sobre la singularidad espaciotemporal, la radiación de Hawking y demás cosas que ya se le escapan a uno. Tú tienes internet.

Lo importante no es el tema, son los límites de tu curiosidad.

Para terminar, una charla de Steve Jobs de 2005 en la Universidad de Stanford que vi hace algún tiempo y que incluye una frase que creo que viene a completar lo que he querido expresar con esta entrada:

No puedes conectar los puntos mirando hacia adelante, únicamente puedes conectarlos mirando hacia atrás. Tienes que tener la confianza en que de alguna manera los puntos se van a conectar en tu futuro. Tienes que tener confianza en algo, tu instinto, tu destino, tu vida, tu karma, lo que sea. Creer que a lo largo del camino tus puntos se unirán te da confianza para escuchar a tu corazón.



Muchas gracias.

La mayor parte de las citas han sido extraídas de
Los descubridores (Volumen II La naturaleza y la sociedad), de Daniel J. Boorstin.





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Actualización: 13/9/10 - 13:20

Cronología visual de la Cosmología, con imágenes desde el año 3.000 a. C. hasta 1983.

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