jueves, 8 de julio de 2010

Ahorro


(Vía Pizcos)

Mi padre emigró con quince años a El Ejido.

Nació en un pequeño cortijo, mis abuelos vivían por entonces del invernadero y de los animales que criaban: se comía carne pocas veces al año y los embutidos eran más una cuestión de conservación que de degustación. El mercado era para comprar herramientas y algún que otro capricho que hoy en día consideramos indispensable. Después llegaron la luz y el agua corriente.

Hoy la electricidad es algo tan común que parece que siempre ha estado ahí, nos hemos acostumbrado a la energía vampiro y a los filamentos de tungsteno, tanto que la disminución de la dependencia de los minerales fósiles pasa de una mayor captación de energía natural (conocida también como renovable) antes que del ahorro; del coste de lo que se pierde antes que del valor de lo que se tiene.

Cuando mi padre emigró, El Ejido apenas era una calle con casas a ambos lados, su primer concepto de informática fue el juego del solitario y aún no conoce la posición de las letras del teclado, que se han borrado del uso...

Pero son un orgullo y una lección de humildad y trabajo las historias de mi padre antes del descubrimiento de la modernidad. Antes de que los grandes significados cambiaran de nombre, tuvieran precio.

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