jueves, 8 de julio de 2010

2053

Leyendo el título de esta entrada uno podría pensar que a continuación se desarrollará un relato futurista, mi visión del mundo dentro de cuarenta años... Me pregunto si George Orwell se imaginó con treinta años más cuando escribió 1984 (.pdf); yo sería incapaz, ahora mismo soy de los que prefieren no saber qué desayunaré mañana...

El cometido de esta entrada ya no es pues compartir una predicción, sino una revisión, una vista a lo que arrastramos aunque no nos pese al abrir los ojos por la mañana. Si debería o no, es una pregunta que cada cual es libre de responderse.

2053 es el número de bombas atómicas que el ser humano ha estallado desde 1945 a 1998. "Merece la pena repetir el número, despacio; llenarse con él la boca: dos mil cincuenta y tres armas atómicas." En cabeza, EE.UU. con 1032, seguido de Rusia (715), Francia (210), China (49), Gran Bretaña (45), las 4 de la India y las dos de Pakistán. Y se escribe como si se enumeraran los aparatos electrónicos de media en cada hogar, la cantidad de residuos generados diariamente per cápita,... como si tuviera un significado real, material, más allá de la destrucción, de lo que no queda.

2053 veces el presidente de un país ha dicho aquella obscenidad de "olé mi polla". Por si te preguntas dónde, sí, todas han sido detonadas bajo la atmósfera de nuestro planeta, esa misma que contiene el aire que respiramos. El artista japonés Isao Hashimoto nos las muestra de una forma magistralmente clara y concisa en el siguiente vídeo:



(Vía Perogrullo)

Incluso hemos detonado bombas atómicas a 1.100 kilómetros de altura; "gran parte de la instrumentación utilizada para medir los resultados de la prueba simplemente fue incapaz de hacerlo porque la energía liberada se salía de sus escalas".

Inspección de los restos tras un intento fallido
(Vía Cooking Ideas)

"Asnos estúpidos", así nos definió Isaac Asimov en un relato más breve que esta entrada:

"- Pero si poseen la energía termonuclear, ¿dónde realizan las pruebas y las explosiones?
- En su propio planeta, señor.

Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:

- ¿En su propio planeta?
- Si, señor.

Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última anotación en el libro pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era muy sabio y capaz de ver lo inevitable, como nadie, en la galaxia."

La pregunta es para qué, para qué 2053 demostraciones de que podemos destruir cualquier cosa, incluso nuestra especie; de qué sirven esas 2053 intimidaciones cargadas de orgullo prepotente hacia ninguna parte, para qué comprobar nuestra presunta superioridad llevando a la naturaleza hasta sus propios límites, por qué esparcir el odio por el viento 2053 veces si no es para contar lágrimas.

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Actualización: 16/7/2010

2054
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