Si la luna no quiere
Extiende el día sus párpados yermos para dormir
cuando la sombra se arrastra, se derrite
como una avalancha de grises, de miedo, cae
y exhala humo por la boca el horizonte.
La noche sueña con la luna y los cipreses,
la luna tiene fantasías pecaminosas con las farolas ciegas,
los relámpagos verdes afilados por las almas al desangrarse
caen a los abismos del hálito sin carne por las raíces. Tierra.
Quedan tristes y largas las noches de doncellas cobardes,
de prostitutas con corbata prestamista y vaginas gulosas,
tristes y eternas las horas sin princesa ni disfraces venenosos,
tristes y errabundos labios los que no recorren líneas de serpiente.
Sólo quedan largos y tristes sueños congelados a la intemperie,
cubiertos por sábanas de distancias y aire se atrincheran los gorriones,
la irreductible afrenta entre el tic tac y los sigilos de los corazones
cuando tus huellas y mi tristeza han devorado los amaneceres.
Y no amanece
si la luna no quiere.
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